
“Vivimos unidos o morimos por separado; A los
líderes de nuestra Nación Mapuche”
“Pero, ¿seguiremos levantándonos solo cuando
maten a un hermano o hermana? ¿Es necesario que sigan muriendo hermanos para
hablar de unidad? Creo que el hecho que nos reunamos desde todos los sectores y
territorios, no erosiona en nada el amor propio que cada uno defiende
legítimamente. Creo firmemente que la unión es una necesidad superior a
nuestras genuinas diferencias” –Diego Ancalao
Escuché hablar de
Anteo, Hijo de la madre tierra, Gea, conocido por ser invencible. Cada vez que
caía, su madre lo levantaba con más fuerza. Lo recordé, por lo indomable de
nuestro pueblo; nuestra ñuke Mapu (madre tierra), nos vuelve a levantar siempre
en los momentos difíciles.
Eso
lo vemos hoy, en que cada hermano y hermana que se ha levantado a alzar la voz
apretada, por la muerte de nuestro hermano Camilo Catrillanca. Esas voces
provienen desde la academia, el trabajo, la comunidad, la política, las artes y
también de la calle, donde está la gente anónima, que cree en nuestra causa.
Nuestra
memoria, no nos permite olvidar que también alzamos la voz y nos movilizamos,
para acompañar el sufrimiento causado por el asesinato de nuestro hermano Alex
Lemun en el gobierno de Ricardo Lagos el año 2002, a manos de policías; también
nos movilizamos por la muerte provocada por carabineros, de nuestro hermano
Matías Catrileo el año 2008 y el peñi Mendoza Collio el año 2009, en el
gobierno de Michelle Bachelet. Y hoy nos toca asistir al infame asesinato de
nuestro hermano Camilo, bajo las órdenes del primo del presidente Piñera.
Pero,
¿seguiremos levantándonos solo cuando maten a un hermano o hermana? ¿Es
necesario que sigan muriendo hermanos para hablar de unidad? Creo que el hecho
que nos reunamos desde todos los sectores y territorios, no erosiona en nada el
amor propio que cada uno defiende legítimamente. Creo firmemente que la unión
es una necesidad superior a nuestras genuinas diferencias.

Somos
el resultado de los triunfos de Pelantaro de Purén Indómito, Lautaro y tantos y
tantas cuyos nombres se han perdido en el tiempo, pero no en nuestra memoria de
pueblo, porque nuestros abuelos murieron para regalarnos la inmortalidad de su
recuerdo y nuestra existencia como mapuche.
Es
por todo ello, que tenemos una deuda histórica con nuestros ancestros, que
debemos saldar aquí y ahora. Nadie es más importante que otro y nadie es más
grande que nuestra causa, pero si, somos todos necesarios.
Hoy
hemos llegado a una lamentable situación, en la que estamos sólo orgulloso del
pasado, porque el presente es motivo de tristeza. Todo esto es obra de quienes
administran un Estado que no nos reconoce como pueblo y ha procurado
sistemáticamente nuestro exterminio y la desaparición de nuestra identidad.
Llegó
el momento de dejar de vivir solo del pasado. El futuro depende de nosotros, de
nuestro trabajo duro, nuestra determinación y perseverancia. Igual que nuestros
antepasados, debemos unirnos y reconstruir la columna vertebral de nuestra
nación.
Soy
concierte que escribo en un momento en que cientos de miles de hermanos mapuche
se encuentran en una dura guerra para terminar con el racismo, la postergación
económica y la usurpación denigrante del territorio. Estoy consciente que
cuando nuestros jóvenes han reclamado derechos ancestrales, le respondieron con
desprecio, violencia y muerte. En un momento en que los pueblos indígenas en
Chile carecen de derechos civiles y políticos.
No
me cabe ninguna duda que la verdadera violencia no viene del pobre, del
campesino ni del mapuche, sino de un Estado que ha sido incapaz de valorar la
riqueza de la diversidad que lo contiene. Así, el pueblo mapuche es víctima de
todo tipo de violencia: física, espiritual, política y económica. Aun así, creo
que la unión y el diálogo, son las respuestas políticas que estos tiempos
reclaman.
Porque
siempre el momento adecuado es aquel que se elige para cambiar las cosas.
Debemos
reunirnos con una sola misión: liberar a nuestro pueblo Mapuche de las cadenas
de segregación política y saldar, de una vez por todas, la deuda histórica que
está pendiente. Si elegimos esta meta, debemos perseguirla hasta el final,
porque nuestra motivación no nace de la nada, nace de las vivencias compartidas
que nadie ha logrado arrebatarnos. Nadie nos puede interpretar mejor que
nosotros mismos. Pueden reprimirnos por todo lo que denunciamos, incluso
matarnos, pero no nos rendiremos, porque la palabra “rendición” no existe en
nuestro diccionario.
Se
preguntarán, ¿cuándo nos devolverán nuestros derechos? Justo cuando nuestra
unión sea más poderosa que la injusticia. Porque nunca los derechos son regalos
del opresor, siempre son la conquista del oprimido.
En
Mapuexpress, 17/11/18
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