“Las causas profundas del ataque en Las Vegas”
¿El
ataque más mortífero en Estados Unidos desde el atentado a las Torres Gemelas
está separado del aumento en el discurso racista y guerrerista que caracteriza
a la presidencia de Trump?
En Bandera Roja –public. 3/10/17
El ataque en Las
Vegas durante un concierto, la noche de este domingo, dejó al menos 59 muertos
y unos 527 heridos y se transformó en el más mortífero en suelo estadounidense
desde el atentado a las Torres Gemelas en 2001.
Las
autoridades locales y nacionales descartaron que se tratara de un atentado
terrorista, ante el intento del Estado Islámico de adjudicárselo, y confirmaron
que el atacante fue una sola persona que disparó desde el piso 32 de un hotel.
Stephen Paddock, un hombre blanco de 64 años jubilado y sin antecedentes
policiales, perpetró la mayor masacre llevada a cabo por un tirador solitario
en Estados Unidos.
Luego
del tiroteo masivo en Las Vegas las acciones de los gigantes de la industria de
armas, como Sturm Ruger o American Outdoor Brands (antiguo Smith & Wesson),
subieron entre un 4 % y un 5 % según informa la CNBC. El motivo, según
analistas de mercado, sería que se prevé un aumento en la demanda de armas ante
un potencial endurecimiento de las regulaciones y que los compradores quieran
aumentar su “arsenal” personal para defenderse ante nuevos atentados.
Aunque
el presidente estadounidense, Donald Trump, intentó condenar el hecho
reduciéndolo a “un acto de pura maldad”, el ataque volvió a poner el foco en la
cuestión de las portación de armas en una sociedad cruzada por la violencia del
Estado, el racismo y la desigualdad, exacerbados por el guerrerismo y racismo
del actual presidente.
Violencia,
guerrerismo y racismo en los tiempos de Trump
Trump
buscó explicar el ataque en Las Vegas como un hecho de “pura maldad”,
reduciendo la cuestión al estado mental del atacante. Así el presidente
estadounidense resuelve el problema planteado cuando el atacante es un hombre
blanco mayor y no responde a algunos de los “grupos enemigos”, según él, del
estilo de vida estadounidense.
Para
otros sectores, incluido reconocidos líderes del Partido Demócrata, la cuestión
se reduce al debate sobre el control del derecho individual a portar armas y
aumentar las restricciones para la compra de las mismas.
Al
reducirse la cuestión a esta dicotomía, a favor o en contra de un mayor control
de armas, se dejan de lado las raíces de la violencia en un país cuyo Estado se
funda en el racismo y la guerra imperialista. Estados Unidos es una sociedad
profundamente polarizada donde una minoría detenta el poder económico y
político, concentrado en un puñado de empresas y grandes bancos, y la
polarización social y política sólo se ha profundizado con la recesión
económica iniciada en 2008. El nuevo gobierno sólo ha contribuido a aumentar
esa polarización.
Trump
ha dirigido sus ataques racistas contra las comunidades latinas y musulmanas,
catalogando a unos de responsables de la falta de trabajo para los obreros
estadounidenses y a otros de posibles “terroristas” a punto de atacar al país.
En
la última semana del mes pasado, el gobierno deportó a 498 inmigrantes en una
ofensiva de ICE contra las Ciudades Santuario, mientras continúa la amenaza de
la construcción del muro fronterizo con México. A esto se suma que Trump vetó
la entrada de refugiados e impide la concesión de visa para ingresar a Estados
Unidos a países de origen musulmán.
Al
mismo tiempo, Trump ha exacerbado el discurso supremacista blanco, favoreciendo
la acción de grupos como el Ku Klux Klan y Oath Keepers, también de grupos
antimusulmanes y de un sinfín de organizaciones de la derecha religiosa que
impulsa medidas regresivas contra los derechos de las mujeres (especialmente el
derecho al aborto) y la comunidad LGBT en todo el país. La respuesta del
presidente a la acción de estos grupos en Charlottesville es un ejemplo.
Esto
también ha aumentado el racismo institucional y la impunidad policial, se
reproducen los prejuicios islamófobos y antinmigrantes mediante detenciones,
persecución y deportaciones que recaen contra la comunidad latina y musulmana.
Sumado a que Estados Unidos cuenta con un sistema de vigilancia monstruoso de
su propia población, amparado en la suposición de una amenaza a la seguridad
nacional, heredado de la larga “guerra contra el terrorismo” iniciada por
George W. Bush y continuada por Barack Obama.
El
racismo, la brutalidad policial, la homofobia y los crímenes de odio, guardan
una profunda relación con la violencia armada. La llegada de Trump a la
presidencia, con su discurso racista y guerrerista sólo ha echado más
combustible al fuego. ¿O acaso sus discurso antinmigrantes, su retórica
militarista amenazando con “destruir” Corea del Norte y su racismo no exacerban
la violencia social, alimentada por la forma en la que Estados Unidos impone su
voluntad con guerras e invasiones?
¿Más
control de armas es la solución?
Como
respuesta al ataque en Las Vegas sectores del progresismo y el Partido
Demócrata volvieron a poner en primer plano el debate sobre el control de
armas. La excandidata presidencial, Hillary Clinton, atacó directamente a la
derechista Asociación Nacional del Rifle. “Nuestra pena no es suficiente.
Podemos y debemos poner la política a un lado, hacer frente a la NRA y trabajar
juntos para tratar de impedir que esto suceda de nuevo”, escribió en su cuenta
de Twitter.
A
diferencia de lo que plantea el discurso demócrata, en Estados Unidos no existe
un problema de armas en general, existe un problema con quienes poseen las
armas y a quiénes atacan: principalmente se trata de varones blancos que
atentan contra grupos oprimidos, en su mayoría mujeres, negros, latinos y
personas de la comunidad LGBT. Los ataques indiscriminados, como en Las Vegas,
son casos excepcionales.
Así,
mientras la respuesta demócrata vuelve a insistir sobre un pedido recurrente en
la administración de Obama, el de mayores controles para la portación de armas,
continua sin cuestionar los factores que alimentan el círculo de violencia
estatal, racismo, militarización y más violencia.
La
ausencia de ese cuestionamiento termina dejando indemne al actual discurso de
Trump y su cruzada en defensa de los “valores americanos”, que fortalece a los
sectores reaccionarios y a la derecha conservadora (incluyendo a sectores de
élite como los que financian la Asociación Nacional del Rifle pero también a
sectores medios y bajos sin perspectiva). Y a contramano del relato de Trump,
el enemigo no llega de tierras lejanas o influenciado por alguna creencia
foránea, hace tiempo que está en casa y está armado hasta los dientes.
Diego
Sacchi
@sac_diego
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Octubre 3 de 2017
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