Luego del golpe de
Estado del 3 de julio pasado, en que fue derrocado Mohamed Morsi, el nuevo
gobierno de Egipto, encabezado por Hazem el-Beblaui como primer ministro,
prestó juramento el martes 16 de julio de 2013. Este nuevo gobierno civil
no incluía ningún islamista y entre sus miembros hay varias
personalidades pro estadounidenses, como el ex embajador en
Washington, Nabil Fahmy (ahora ministro de Relaciones Exteriores), y un
ex cuadro del Banco Mundial, Ahmad Galal, nombrado ministro de
Economía. El ministerio de Defensa, sin embargo, se mantiene en manos del
general Abdel Fattah al-Sissi, quien destituyó al presidente Morsi
(miembro de la Hermandad Musulmana).
Otro dato interesante lo dio por esos días la
radio militar israelí, cuando anunciaba que el nuevo vicepresidente egipcio a
cargo de las relaciones internacionales, Mohamed ElBaradei, había
efectuado el día anterior un viaje de 5 horas a Tel Aviv
en compañía de varios jefes militares. Es decir, existía mucha cercanía
con la entente EEUU-Israel.
Digamos, antes de seguir, que la elección
presidencial realizada en Egipto en junio de 2012 se caracterizó por un nivel
record de abstención, 65%. Luego de 80 años de intentonas golpistas y de
actos de terrorismo perpetrados –en Egipto y en otros países– por la Hermandad
Musulmana, era la primera vez que un miembro de esa secta llegaba legalmente al
poder. Su corto gobierno no fue de los más democráticos (llegó a nombrar
gobernador de Luxor al que comandó la masacre de más de 60 personas el 97),
hubo mucho sectarismo y acciones anti-nacionales. Otrosí, desde el 15 de junio pasado
la Hermandad Musulmana había modificado su discurso para calificar de «infieles»
tanto a los partidarios de Bachar al-Assad como a los egipcios chiitas o
cristianos, o sea cerca del 15% de la población. Con esa actitud, la Hermandad
Musulmana estaba llevando el país hacia la guerra civil. Así, tras la intervención
del ejército del pasado 3 de julio, 33 millones de egipcios se lanzaron a
las calles para festejar el golpe de Estado. La disyuntiva no era entre
una democracia y un golpe de Estado sino entre un golpe de Estado y la guerra
civil.
El Consejo Militar que ocupó el poder,
pronto nombró un primer ministro, capaz de mantener la unidad nacional ante el
peligro que constituía la Hermandad Musulmana, pero también se veía impulsado,
por el estruendo de las armas, a imponer una nueva dictadura. Los
acontecimientos se abalanzan rápidamente y no dejan ver el fondo del asunto,
más podemos adelantar que EEUU y la sibilina UE no se esperaban la salida de
Morsi, tan pronto al menos, y han quedado sin voz frente a las muertes de
fundamentalistas egipcios estos días.
En círculos progresistas también se
dificulta el poder dar una idea más de fondo, pero lo que sí es seguro es que para
alcanzar la verdadera democracia en Egipto existe aún un trecho largo y
tortuoso por recorrer. Los resabios de 30 años de dictadura de
Mubarak aún requieren resolverse y con participación de la mayoría del pueblo
egipcio.
COLECTIVO ACCIÓN DIRECTA-CHILE
EQUIPO INTERNACIONAL
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