La hipocresía de las potencias occidentales entrometidas en Siria
Por Michel Raimbaud[1]
Publicado 14/05/14 en Red Voltaire (voltairenet.org)
Siria
está enfrentando una guerra bárbara, cruel e implacable: 150.000 muertos,
cientos de miles de heridos, millones de desplazados y de refugiados (1 de cada
3 sirios se halla en una de esas dos últimas situaciones), destrucción de
casas, de escuelas, de hospitales, de fábricas,
de infraestructuras, saqueo del patrimonio arqueológico y cultural.
La
oposición supuestamente pacífica, a la que aportan su respaldo nuestros
dirigentes [occidentales y franceses] y sus amigos islamistas de Turquía,
de Arabia Saudita y Qatar, logró por mucho tiempo mantener una ilusión y
disimular su enorme responsabilidad en ese balance.
Ahora
que comienzan a soltarse las lenguas nadie puede seguir ignorando que la
llamada oposición recurrió a las armas sin esperar a verse sobrepasada por
los salvajes yihadistas que estamos viendo en acción desde hace
2 años. Esa llamada oposición ya había recurrido a la
provocación así como a la violencia y el terrorismo desde los primeros días de
la crisis. Es imposible ver, por consiguiente, qué la predestinaba a
convertirse en legítima representante del pueblo sirio. Pero así lo
decidieron los sutiles personajes que nos gobiernan, creyéndose que son
los dueños del mundo. Y van incluso más lejos aún en materia de cinismo al
mantener el silencio sobre los horrores perpetrados por los yihadistas
moderados y los terroristas demócratas y atribuir al «régimen» la
responsabilidad por el calvario que hoy viven los sirios.
Pero
los sirios, en su gran mayoría –y basta con oír los innumerables
testimonios para convencerse de ello– sólo ven una solución para salir de este
infierno: el ejército nacional, cuya intervención –digan lo que digan los
tramposos que disimulan las verdades incómodas– es deseada y no temida,
representa la única esperanza de salvación. El Ejército Árabe Sirio, que
se compone de reclutas, simboliza la unidad de la nación. Junto
al presidente Bachar al-Assad, el ejército nacional sirio es la garantía
de la perennidad del Estado y sus instituciones.
Los
pobladores de los barrios afectados por la desgracia de la revolución «revolución»
establecen espontáneamente la diferencia entre el ejército regular y los salvajes
mercenarios que pretenden imponerles una ley de otros tiempos y no hay fotos.
Cuando hacen fotos es para inmortalizar la acogida que dispensan a los soldados
que los liberan de los supuestos «libertadores», como sucedió
recientemente en Homs.
El
engaño ha durado demasiado tiempo. Hay que dejar de mentirle a los franceses y
abandonar la defensa de una causa indefendible. Francia, que ya participó
activamente en el desmantelamiento de Libia, no puede seguir siendo
cómplice de la destrucción de Siria, no puede seguir respaldando en Siria
a los terroristas que dice combatir en África, no puede perseguir al
Boko Aram en Nigeria e ignorar el martirio que sus amigos yihadistas
infligen a la ciudad siria de Alepo. Esta esquizofrenia es simplemente
indecente.
Alepo
es un caso digno de estudio. Ya hace 2 años que la capital económica de Siria
se halla bajo asedio y parcialmente ocupada por una «revolución armada»
cuya defensa no puede asumir ninguna persona decente. La población de
Alepo está siendo castigada porque no aceptó sumarse a la «revolución»
islamista. Con abierto y fuerte respaldo de un régimen turco que se ha quitado
la máscara y perdido la razón, yihadistas, terroristas y mercenarios –que a
menudo provienen del Cáucaso y del Asia Central– se esfuerzan por quebrar
la resistencia de la población de Alepo. Ahora sabemos que las «grandes
democracias» no son muy escrupulosas en la selección de sus aliados y ya
puede comprobarse que ni siquiera dudan en presentar la yihad como una
guerra por la libertad y los derechos humanos (y/o de la mujer).
«Los
muchachos de “Jabhat al-Nusra”», sucursal de al-Qaeda en la región, «están
haciendo un buen trabajo», según se atrevió a decir un ministro [francés de
Relaciones Exteriores] que quedará en los anales.[2]
Esta fina observación, que pudiéramos entender cuando más en boca de algún «analista»
de mostrador de bar, suena bastante inapropiada en boca del jefe de la
diplomacia de una «gran democracia» que se pasa la vida dando lecciones
a otros países. «No lo sabíamos», dirán los mismos que nunca han querido
saber. Esa frase nos trae muchos recuerdos.
¿Saber
qué? ¿Que los habitantes de Alepo están siendo sistemáticamente víctimas del
hambre y la sed que les imponen los rebeldes que los usan como rehenes y sus
padrinos turcos, igualmente promotores del saqueo y del robo a Siria de
fábricas enteras [trasladadas a Turquía]? ¿Que los habitantes de Alepo están
siendo privados de agua potable, de electricidad, de alimentos, de
medicinas por capricho de sus «libertadores» sin que la famosa «comunidad
internacional» (que reúne a los europeos y estadounidenses del Eje del
Bien) diga ni una sola palabra –parece que está enteramente dedicada a la
búsqueda de las escolares secuestradas en Nigeria.
No
hemos oído ni una palabra sobre Alepo salir de las bocas de las ONGs, ni de la
Cruz Roja, ni del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados,
ni de Navi Pillay (jefa del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos
Humanos), ni del inefable Consejo de los Derechos Humanos de la ONU,
ni del plácido señor Ban [secretario general de la ONU] y de los caciques
del más obcecado «derecho humanitario» para denunciar el bloqueo
[instaurado alrededor de Alepo] con la complicidad de los Estados que dicen ser
grandes.
¿Que
no lo sabíamos? No hay que ser presidente, ministro, responsable político,
intelectual o periodista para informarse y quebrar el muro de la
indiferencia selectiva, de la desinformación masiva, de la mentira
colectiva. Basta con ser una persona razonablemente honesta. ¿Será esta una
especie en vías de extinción en nuestros países, tan satisfechos de
sí mismos y tan empapados de devoción cuando se trata de defender
derechos y libertades en los países de los demás? Las víctimas de la guerra
universal que se está desarrollando contra Siria (por cierto, la mitad de
esas víctimas provienen de las filas del ejército [de Siria], de las
fuerzas de seguridad y de los comités de defensa) han muerto víctimas de la
barbarie, de la mentira, de la indiferencia.
No
lo sabíamos, van a decir. Sí, ¡sí lo sabían! Lo sabían incluso tan bien que, de
manera consciente y sistemática, han estado envolviendo a sus
conciudadanos en una nube opaca de afirmaciones falsas, de verdades a medias y
mentiras, de valores falsos, de engaños.
¿Quién
se atreverá a exigirles cuentas? ¿Quedarán impunes, como a menudo sucede,
por ser tan poderosos y tan numerosos? Si tan solo uno de ellos en todo el
planeta fuese blanco de la Corte Penal Internacional, como pueden serlo
un africano o un árabe cualquiera, eso nos devolvería alguna
esperanza en cuanto a los valores que vemos pisoteados cada día, y
pisoteados por los mismos que los utilizan para ocultar sus propias
bajezas.
EQUIPO INTERNACIONAL –CAD CHILE
Mayo 16 de 2014
[1]
Antiguo miembro del servicio diplomático francés, cuya primera destinación fue
Siria, para luego desempeñarse en Mauritania, Sudán y Zimbabwe. Fue director de
la Oficina Francesa de Protección de
Refugiados y Exiliados. Es profesor del Centro de Estudios Diplomáticos y
Estratégicos (CEDS).
[2]
Declaración del ministro francés de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius, en
la conferencia de los “Amigos de Siria” realizada en Marrakech. Citado en «Pression
militaire et succès diplomatique pour les rebelles syriens», por Isabelle
Mandraud (con Gilles Paris), Le Monde, 14 de diciembre de 2012.
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