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jueves, 30 de enero de 2014

MICHAEL HARDT: EL SEGUNDO IMPERIO O EL 18 BRUMARIO DE GEORGE W. BUSCH.



EL SEGUNDO IMPERIO O EL 18 BRUMARIO DE GEORGE W. BUSCH[1]

Texto de MICHAEL HARDT, publicado en “La Multitud y la guerra”[2]
 
“Hegel señala que a veces los hechos y personajes de gran importancia en la historia mundial se repiten dos veces. Olvidó agregar; la primera vez como tragedia, la segunda como farsa”  KARL MARX.

A veces pareceríamos condenados a la repetición histórica.  De hecho, hay un exceso de fantasmas del pasado vagabundeando en nuestro presente.  Para ver su significado en nuestro futuro es necesario desechar los falsos espectros y ver cuáles de los grandes acontecimientos y figuras históricas se están realmente repitiendo hoy.
En algunos aspectos, la guerra de Iraq y la misión global del gobierno de Estados Unidos parecen repetir los viejos proyectos imperialistas europeos.  Los esfuerzos no sólo por imponer nuevos regímenes en Afganistán e Iraq, sino también para rehacer el mapa político del Medio Oriente y más aún para “reconstituir el orden global”, son concebidos en los viejos términos de la “misión civilizadora” de las viejas potencias europeas. El Presidente Bush tal vez se imagina a sí mismo como un continuador de los grandes y nobles imperialistas que dieron educación a los salvajes y llevaron la civilización al mundo.  Pero también, en otro sentido, el esfuerzo por controlar los vastos campos petroleros en Iraq y Medio Oriente, ciertamente nos recuerdan las guerras imperialistas de saqueo y acumulación de riquezas, como la guerra de los Bóers, que los británicos emprendieron hace un siglo para tomar el control de las grandes minas de oro de Sudáfrica.  Ayer, sangre por oro; hoy, sangre por petróleo.
A pesar de las similitudes, los viejos imperialismos no nos ayudan a entender la situación actual o a iluminar las posibilidades de nuestro futuro.  Es verdad que los arquitectos de la guerra de Iraq han creído que los Estados Unidos puede repetir la gloria del gran imperialismo, sólo mejorándola, haciéndola más eficiente esta vez. Y muchos de los oponentes a las políticas estadounidenses también han creído esto rápidamente, y han retornado a los viejos discursos y conceptos antiimperialistas. Estas comparaciones son realmente trajes mal puestos que ocultan lo que está sucediendo por debajo. La verdadera repetición histórica está más cercana a nuestro hogar. Se puede decir que Estados Unidos está repitiendo la Guerra del Golfo de 1991, y así es ciertamente, pero hay un elemento mucho más importante que se repite: el coup d’ Ëtat dentro del sistema global, un nuevo 18 Brumario, que ahora es una repetición de padre a hijo en lugar de tío a sobrino. Por coup d’ Ëtat entiendo la usurpación del poder dentro del orden legal por un elemento monárquico y unilateral y la subordinación a éste de las fuerzas aristocráticas multilaterales.
El coup d’ Ëtat de Bush fue concebido en su tiempo como la creación de un nuevo orden mundial.  Después de la caída del Muro de Berlín y el colapso del orden bipolar de la guerra fría, la primera Guerra del Golfo sirvió para establecer los términos de la nueva estructura global de poder.  Estados Unidos, como la única superpotencia sobreviviente, tomaría preeminencia sobre los demás poderes, pero no podría el mundo por sí solo.  El papel de Estados Unidos en el Primer Imperio combinaba superioridad y colaboración. Podía ejercer poderes monárquicos, especialmente en asuntos militares, pero al mismo tiempo podía colaborar en un sistema de poder global constituido por un red de poderes  de variadas capacidades y formas, que incluyen a los demás Estados nacionales dominantes de Europa y Japón, junto con las grandes corporaciones capitalistas y las organizaciones supranacionales como la ONU, el Banco Mundial y el FMI, entre muchas otras. La característica principal del Primer Imperio  fue que la superioridad monárquica de Estados Unidos no contradijo ni obstruyó la participación de las variadas fuerzas aristocráticas en el sistema de poder global.
El coup d’ Ëtat de Busch hijo, que arranca en nombre del unilateralismo, es un paso adelante en la concentración del poder global en las manos del monárquico Estados Unidos. Lo que queda claro con la nueva doctrina estadounidense de guerra preventiva y reestructuración política es que Estados Unidos intenta subordinar de manera radical a los poderes aristocráticos, creyendo que puede dirigir al mundo por sí solo o, en su defecto, con la ayuda de unos vasallos activos.  Se advierte a los otros países que se alineen y sigan su liderazgo, no porque sean necesarios, sino por su propio bien, porque no seguir el liderazgo estadounidense los debilitaría y los haría irrelevantes.
Mientras Busch hijo juega al pequeño Bonaparte, las Naciones Unidas y los Estados europeos, particularmente Francia y Alemania, junto con el Partido Demócrata en Estados Unidos, se encuentran en la misma posición que los partidos parlamentarios burgueses de la Francia del siglo XIX, insistiendo en el multilateralismo en contra del unilateralismo del emperador. Ésta es la verdadera repetición histórica. De hecho la lucha entre Estados Unidos y la ONU, los esfuerzos estadounidenses por dividir Europa, y los conflictos en la OTAN expresan la esencia de los acontecimientos aún más que la misma guerra de Iraq. Esto es lo que la jerarquía del segundo Imperio –el nuevo orden Mundial II- ha puesto en juego en los años recientes.
Cada repetición histórica, sin embargo, viene con sus diferencias, y no es que el primer evento tenga el peso de una transformación creativa y trágica, mientras que el segundo nos presente una mascarada grotesca.  El golpe de Estado de Busch hijo se parece al del padre en que ambos tratan de concentrar un mayor poder en manos de Estados Unidos. En el primer Imperio, no obstante, el papel monárquico de Estados Unidos en el nuevo orden mundial encontró su contrapeso en una amplia participación aristocrática en una red de numerosos poderes diferentes.  Hoy esta naturaleza dual del Imperio –la superioridad estadounidense con una amplia colaboración- parece haberse deteriorado completamente. Por una parte una Europa unida, la ONU y otros poderes multilaterales amenazan con presentar una verdadera alternativa para acotar la superioridad global de Estados Unidos (no hay que subestimar la amenaza que el euro y el yuan representan frente al monopolio global del dólar). Por otra parte, el segundo Imperio de Bush hijo trata de separar a Estados Unidos de los demás poderes y deshacerse de toda colaboración innecesaria. En ambos lados podemos ver que se ha hecho trizas la concordia entre los poderes monárquicos y aristocráticos del primer Imperio, que se ve como algo cada vez menos posible.
Hace más de dos años desde que Estados Unidos declaró su victoria en Iraq y cada vez es más innegable y claro que la aventura unilateralista de Busch, el hijo, ha probado ser insostenible. La ocupación estadounidense es un desastre y sólo ha conducido a una gran inestabilidad y a la guerra civil en Iraq. La situación global está caracterizada por una creciente inseguridad y desorden.  El segundo Imperio fracasó casi antes de comenzar. Parecería hasta el momento que el coup d’ Ëtat no puede avanzar, pero tampoco retroceder. Llegados a este punto, nadie puede poner en duda que la actual mascarada de Estados Unidos como poder imperialista, capaz de dictar unilateralmente el orden global, puede eventualmente colapsar bajo el peso de sus errores.  Pero ésta no es una ocasión para regocijarnos de inmediato, porque su muerte no parecería ser rápida y pacífica.  Cuando un coloso se derrumba, deja una estela de devastación con su caída.  Más aún, siguiendo con las metáforas este segundo Imperio ha conjurado con su hechizo a las más oscuras y violentas fuerzas del bajo mundo, un legado que puede sobrevivir a sus conjuradores y continuar por años engendrando muerte y destrucción.
La cuestión importante, sin embargo, es la de ¿qué fuerzas pueden emerger y presentar alternativas para el fallido segundo Imperio de Busch hijo, y limitar de ese modo la devastación forjada por sus métodos criminales? De hecho lo más sobresaliente en la actual situación política es la falta de alternativas poderosas. En particular en Estados Unidos y en Europa, cuando la política del segundo Imperio se ha mostrado insostenible, encontramos que todas las ideologías dirigentes capaces de competir con ella tienden también a marchitarse al permitir al fallido proyecto continuar su movimiento sin transformarse, sin morir. Vemos también, sin embargo, junto con la reaparición de los poderes del primer Imperio, el nuevo orden mundial de Bush padre que combina la superioridad monárquica con la constante y necesaria colaboración de los diversos poderes aristocráticos. Este proceso de restauración del primer Imperio indudablemente continúa, quizás de forma interrumpida y accidentada, pero no obstante inexorable.
Sin embargo, otras alternativas que rechazan ambos marcos imperiales son posibles y emergerán.  De hecho no hace tanto tiempo, el 15 de febrero del 2013, cuando cientos de miles en todo el mundo marcharon contra la invasión de Iraq, pareció por un momento emergía un segundo superpoder capaz de crear una alternativa frente a todas las formaciones imperiales. Hoy, no obstante, a pesar de que la guerra, la ocupación y el conjunto del proyecto político del segundo Imperio están fallando, este segundo superpoder parece haber desaparecido completamente. Sí, claro, continúan existiendo innumerables resistencias contra el comando imperial, pero por el momento no aparece una alternativa coherente emergiendo en el horizonte.
Aquí podemos tomar nuevamente una señal de Marx.  Después del coup d’ Ëtat bonapartista y la formación del segundo Imperio en el siglo XIX en Francia, cuando las fuerzas de la revolución menguaron hasta su punto más bajo, Marx extrajo razones para su optimismo. Él no abogó, por supuesto, por el multilateralismo de los partidos burgueses en contra del emperador unilateralista.  Más bien, vio el conflicto de los poderes dominantes como un pasaje a través del purgatorio, en el que las fuerzas revolucionarias aparentemente inexistentes construían túneles ocultos, escondidos de la luz, esperando el tiempo de emerger. No tenemos intención de tomar partido por ninguna de las fuerzas que luchan por el poder en el pináculo de la jerarquía global –Estados Unidos, Europa, la ONU, Blair, Chirac, etcétera. En lo que Marx insistió sobre todo, es que debemos dejar de leer el presente como una mera repetición del pasado, vistiendo a ambas fuerzas, las de la dominación y las de la revolución, con viejas ropas prestadas.[3]  Dejemos a los muertos enterrar a los muertos. Necesitamos no solamente reconocer la novedad de las formas emergentes del poder, sino también inventar nuevas formas de resistencia alternativa. En síntesis: escribir una poesía sobre el futuro.


[1] La Stampa, abril de 2003.  La Guillotina n° 53, primavera 2004.
[2] “La multitud y la guerra” MICHAEL HARDT/ANTONIO NEGRI.  LOM Ediciones; Ciencias Humanas, ERA; 2008, pp.144
[3] Lo subrayado, ennegrecido y resaltado lo ha sido por el COLECTIVO ACCIÓN DIRECTA CAD.

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