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lunes, 20 de enero de 2014

MÁS UNIDAD EN LA LUCHA POR LA LIBERACIÓN DE TODOS LOS PUEBLOS DE CHILE

SIN UNIDAD EN LA LUCHA NO HABRÁ LIBERACIÓN PARA NINGÚN PUEBLO

Casi al terminar 2013 la Comisión Política de la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) dio a conocer un análisis titulado “La Lucha Mapuche no es Marxista ni Anarquista, Tampoco Cuatro Hectáreas es Capitalismo", acerca del cual queremos decir algunas palabras, toda vez que no somos para nada ajenos a la larga lucha librada por las comunidades Mapuche en contra de sus opresores y usurpadores;
Primero: no nos parece que los pueblos de la formación social llamada ‘Chile’ deban decirse unos a otros cuales son las formas y los contenidos que deben comportar sus procesos de liberación, ni mucho menos. Antes bien, lo que venimos en expresar aquí es la visión de un importante sector de la izquierda marxista anticapitalista, enraizada en el pueblo pobre chileno y en su histórico  proyecto de emancipación, y que está relacionada con la aspiración que las luchas de todos los pueblos oprimidos y explotados de la formación vayan confluyendo en una lucha mayor, en todos los planos del enfrentamiento, en el transcurso de la cual vayamos construyendo el contrapoder que permita a los pueblos dar cuenta de un enemigo que es muy poderoso y posee muchos recursos para la defensa del Estado de clase existente hoy, Estado que sanciona y reproduce la división clasista-racista de nuestra formación;   
Segundo: sabemos que como resultado de la invasión hispánica y de la expansión de la empresa valdiviana hacia cada uno de los puntos de la nueva capitanía, todos los pueblos indígenas sufrieron la violencia y el despojo por parte de los conquistadores. Luego de repartido el territorio de la naciente nación entre los españoles, mediante el sistema de mercedes de tierras, y de la mano de obra que requerían para su acumulación originaria, vía la utilización extensiva de las encomiendas de indígenas, durante los siglos XVII y XVIII la población mestiza, base del pueblo chileno actual, se multiplicó rápidamente, procediendo los latifundistas y los primeros empresarios a enajenarles sus precarios medios de producción a fin de imponerles las gabelas que les permitirían hacer su propio proceso de acumulación. Frente a esta adversa situación, miles y miles de campesinos pobres, ex-inquilinos, ‘caminantes’, etc., se lanzaron a ocupar los intersticios que les dejaban las estancias y haciendas de los patrones entre los ríos Toltén y Huasco, buscando sobrevivir a toda costa. Es en este período en que la suerte y el destino de las comunidades indígenas y la masa mestiza se hermanaron, no habiendo en la práctica mayor diferencia en los términos de su explotación y exclusión. Luego, durante el siglo XIX y sobre todo desde el XX, los sectores dominantes (la República burguesa) aplicaron a todos los trabajadores y campesinos de la formación, fueren chilenos o mapuche o huilliche o rapa nui u otros, las más efectivas formas de exacción de la plusvalía absoluta y la represión de toda expresión de descontento, situaciones que perviven inamovibles hasta hoy;   
Tercero: el carácter clasista-racista del Estado chileno nace junto con la invasión hispana, de mediados del siglo XVI, y lo que ha ido variando con el tiempo y el desarrollo de las fuerzas productivas es la fracción de las clases dominantes que detenta la hegemonía al interior del Bloque en el Poder. Hoy por hoy y desde principios de los años 70, esa hegemonía es ejercida por la fracción monopólico-financiera de la burguesía, aliada dependientemente del capital financiero transnacional. Es a partir del golpe militar del “73 (cuya bestial violencia no hizo reparos sobre los pueblos que afectaba) y sobre todo desde 1975, que el patrón de acumulación que se impone en nuestra formación, para el mejor beneficio de los aliados mencionados antes, es el primario exportador con ventajas comparativas, el cual se ha expresado especialmente en la explotación de materias primas sin mayor valor agregado. Este modelo de desarrollo anti-popular (anti-pueblos puesto que está al servicio exclusivo de los intereses de unos pocos ricos) ha implicado, entre otras problemáticas, una expansión monstruosa de las plantaciones de pino radiata y eucalipto en las tierras que fueran arrebatadas a los pueblos indígenas y que hoy se han convertido en inmensos territorios monopolizados por los grupos económicos asociados al gran capital externo (Arauco, Mininco, Constitución), extensiva y depredadora explotación que igualmente afecta a los campesinos pobres chilenos y a las poblaciones aledañas.
Recordemos que si bien cuatro hectáreas no es capitalismo, lo que viene en igualar a los Hermanos y Hermanas mapuche y chilenos es ser explotados en los marcos del mismo MODO DE PRODUCCIÓN DOMINANTE, el que por estos lares hace ya siglos que es el capitalista y que beneficia a menos del 3% de la población;[1]
Cuarto: marxistas, anarquistas e indigenistas tienen una expresión transversal en nuestros pueblos, qué duda cabe. Recogemos así el legado y los ejemplos a través del tiempo de Moisés Huentelaf y de Matías Catrileo, quienes cayeron por la mano propia o pagada de los dueños de este país y cuyos asesinatos nos demuestran que hace ya rato que empezó esta balacera y que no podemos los mismos pueblos establecer diferencias artificiales al interior de una lucha que debiera ser común. Parece que a veces algunos en el campo Mapuche se pierden en el ‘presentismo’,[2] sin dar cuenta de las variadas formas y contenidos que a través del tiempo ha tenido la lucha de su pueblo.  
Nuestro enemigo es común, nuestra lucha también debe serlo. Obviamente que los programas y las aspiraciones de nuestros pueblos cuentan con puntos diversos; no obstante y en ningún caso, ellos llegan a estar en conflicto o a impedir el avance unitario. Estamos totalmente de acuerdo en cuidar e impulsar la autodeterminación de los pueblos, temática que, al menos para la izquierda consecuente y marxista, es un principio básico en su relación con todos los pueblos de la formación y del mundo. Otro tanto esperamos de los sectores indigenistas, los cuales deben potenciar dicho postulado en el seno de las comunidades, sin impedirles que ellas puedan dar saltos en su propio desarrollo organizativo, político e ideológico, abriéndose a todas las corrientes político-ideológicas que estén por el proyecto de la revolución y la emancipación social de nuestros pueblos. Por cierto que en este despliegue unitario y entre iguales, en ésta comunidad en la acción, no debemos ver peligro alguno de contaminación de unos a otros o cualquier posibilidad de ‘intervencionismo’. No resulta en beneficio de ningún pueblo, al cual se dice representar, llevar al extremo la 'autonomía' y ser más racistas que los mismos explotadores, estableciendo de antemano y prejuiciadamente con quienes pueden nuestros hermanos entenderse, aislar sus luchas de las desplegadas por los demás pueblos de la formación, dividir a los hermanos en la explotación y la exclusión.    

No habrá liberación de ningún pueblo en Chile si no lo es al mismo tiempo para todos los pueblos; afirmar lo contrario es engañarse y darle más fuerzas a nuestro enemigo. No se avanza un ápice, en cualquier proceso de lucha por la emancipación, aquí y en todo el Tercer Mundo, anteponiendo visiones sobre-ideologizadas y sectarias a una realidad que a las claras nos reclama urgentemente la unidad más profunda de los que sufrimos el común dolor de la explotación, la exclusión y la discriminación; lo demás son sólo palabras que mañana serán olvido, pero que hoy sólo retrasan nuestro camino a la liberación.    


¡UNIDAD PARA AVANZAR EN LA LUCHA EN CONTRA DE LOS ENEMIGOS DE LOS PUEBLOS DE CHILE!

¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!


COLECTIVO ACCIÓN DIRECTA
Organización perteneciente a la ASAMBLEA POPULAR POR LA UNIDAD SOCIAL -APUS.
Enero 20 de 2014







[1] Según cifras de la Fundación SOL, 500 mil ricos se embolsican el equivalente al ingreso de 10 millones de habitantes de Chile. Es más, su riqueza equivale a algo más de un cuarto del PIB.
[2] Fenómeno que entendemos como el tipo de análisis que se realiza sólo tomando en cuenta elementos del momento, de la coyuntura, menospreciando u olvidando el proceso estructural (devenir de las estructuras) y por supuesto no entregando la necesaria proyección enmarcada en un Proyecto Histórico Estratégico, donde necesariamente la añeja lucha de clases es el motor determinante de la caminata (CAD).

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