Casi al terminar 2013 la Comisión Política de la
Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) dio a conocer un análisis titulado “La Lucha Mapuche no es Marxista ni Anarquista, Tampoco Cuatro Hectáreas es Capitalismo", acerca del cual
queremos decir algunas palabras, toda vez que no somos para nada ajenos a la
larga lucha librada por las comunidades Mapuche en contra de sus opresores y
usurpadores;
Primero: no nos parece
que los pueblos de la formación social llamada ‘Chile’ deban decirse unos a
otros cuales son las formas y los contenidos que deben comportar sus procesos
de liberación, ni mucho menos. Antes bien, lo que venimos en expresar aquí es
la visión de un importante sector de la izquierda marxista anticapitalista, enraizada
en el pueblo pobre chileno y en su histórico proyecto de emancipación, y que está
relacionada con la aspiración que las luchas de todos los pueblos oprimidos y
explotados de la formación vayan confluyendo en una lucha mayor, en todos los
planos del enfrentamiento, en el transcurso de la cual vayamos construyendo el
contrapoder que permita a los pueblos dar cuenta de un enemigo que es muy
poderoso y posee muchos recursos para la defensa del Estado de clase existente
hoy, Estado que sanciona y reproduce la división clasista-racista de nuestra
formación;
Segundo: sabemos que como
resultado de la invasión hispánica y de la expansión de la empresa valdiviana
hacia cada uno de los puntos de la nueva capitanía, todos los pueblos indígenas
sufrieron la violencia y el despojo por parte de los conquistadores. Luego de
repartido el territorio de la naciente nación entre los españoles, mediante el
sistema de mercedes de tierras, y de la mano de obra que requerían para su
acumulación originaria, vía la utilización extensiva de las encomiendas de
indígenas, durante los siglos XVII y XVIII la población mestiza, base del
pueblo chileno actual, se multiplicó rápidamente, procediendo los latifundistas
y los primeros empresarios a enajenarles sus precarios medios de producción a
fin de imponerles las gabelas que les permitirían hacer su propio proceso de
acumulación. Frente a esta adversa situación, miles y miles de campesinos
pobres, ex-inquilinos, ‘caminantes’, etc., se lanzaron a ocupar los
intersticios que les dejaban las estancias y haciendas de los patrones entre
los ríos Toltén y Huasco, buscando sobrevivir a toda costa. Es en este período
en que la suerte y el destino de las comunidades indígenas y la masa mestiza se
hermanaron, no habiendo en la práctica mayor diferencia en los términos de su
explotación y exclusión. Luego, durante el siglo XIX y sobre todo desde el XX,
los sectores dominantes (la República burguesa) aplicaron a todos los
trabajadores y campesinos de la formación, fueren chilenos o mapuche o huilliche
o rapa nui u otros, las más efectivas formas de exacción de la plusvalía
absoluta y la represión de toda expresión de descontento, situaciones que perviven
inamovibles hasta hoy;
Tercero: el carácter
clasista-racista del Estado chileno nace junto con la invasión hispana, de
mediados del siglo XVI, y lo que ha ido variando con el tiempo y el desarrollo
de las fuerzas productivas es la fracción de las clases dominantes que detenta
la hegemonía al interior del Bloque en el Poder. Hoy por hoy y desde principios
de los años 70, esa hegemonía es ejercida por la fracción monopólico-financiera
de la burguesía, aliada dependientemente del capital financiero transnacional.
Es a partir del golpe militar del “73 (cuya bestial violencia no hizo reparos
sobre los pueblos que afectaba) y sobre todo desde 1975, que el patrón de
acumulación que se impone en nuestra formación, para el mejor beneficio de los
aliados mencionados antes, es el primario exportador con ventajas comparativas,
el cual se ha expresado especialmente en la explotación de materias primas sin
mayor valor agregado. Este modelo de desarrollo anti-popular (anti-pueblos puesto
que está al servicio exclusivo de los intereses de unos pocos ricos) ha
implicado, entre otras problemáticas, una expansión monstruosa de las plantaciones
de pino radiata y eucalipto en las tierras que fueran arrebatadas a los pueblos
indígenas y que hoy se han convertido en inmensos territorios monopolizados por
los grupos económicos asociados al gran capital externo (Arauco, Mininco,
Constitución), extensiva y depredadora explotación que igualmente afecta a los
campesinos pobres chilenos y a las poblaciones aledañas.
Recordemos que si bien cuatro hectáreas no es capitalismo, lo que viene en igualar
a los Hermanos y Hermanas mapuche y chilenos es ser explotados en los marcos
del mismo MODO DE PRODUCCIÓN DOMINANTE, el que por estos
lares hace ya siglos que es el capitalista y que beneficia a menos del 3% de la
población;[1]
Cuarto: marxistas,
anarquistas e indigenistas tienen una expresión transversal en nuestros
pueblos, qué duda cabe. Recogemos así el legado y los ejemplos a través del
tiempo de Moisés Huentelaf y de Matías Catrileo, quienes cayeron por la mano
propia o pagada de los dueños de este país y cuyos asesinatos nos demuestran que
hace ya rato que empezó esta balacera y que no podemos los mismos pueblos establecer
diferencias artificiales al interior de una lucha que debiera ser común. Parece
que a veces algunos en el campo Mapuche se pierden en el ‘presentismo’,[2] sin
dar cuenta de las variadas formas y contenidos que a través del tiempo ha
tenido la lucha de su pueblo.
Nuestro enemigo es común, nuestra lucha también debe serlo. Obviamente que
los programas y las aspiraciones de nuestros pueblos cuentan con puntos
diversos; no obstante y en ningún caso, ellos llegan a estar en conflicto o a
impedir el avance unitario. Estamos totalmente de acuerdo en cuidar e impulsar
la autodeterminación de los pueblos, temática que, al menos para la izquierda
consecuente y marxista, es un principio básico en su relación con todos los
pueblos de la formación y del mundo. Otro tanto esperamos de los sectores
indigenistas, los cuales deben potenciar dicho postulado en el seno de las
comunidades, sin impedirles que ellas puedan dar saltos en su propio desarrollo
organizativo, político e ideológico, abriéndose a todas las corrientes político-ideológicas
que estén por el proyecto de la revolución y la emancipación social de nuestros
pueblos. Por cierto que en este despliegue unitario y entre iguales, en ésta comunidad
en la acción, no debemos ver peligro alguno de contaminación de unos a otros o cualquier
posibilidad de ‘intervencionismo’. No resulta en beneficio de ningún pueblo, al
cual se dice representar, llevar al extremo la 'autonomía' y ser más racistas que los mismos explotadores,
estableciendo de antemano y prejuiciadamente con quienes pueden nuestros
hermanos entenderse, aislar sus luchas de las desplegadas por los demás pueblos
de la formación, dividir a los hermanos en la explotación y la exclusión.
No habrá liberación de ningún pueblo en Chile si no lo es al mismo tiempo
para todos los pueblos; afirmar lo contrario es engañarse y darle más fuerzas a
nuestro enemigo. No se avanza un ápice, en cualquier proceso de lucha por la emancipación,
aquí y en todo el Tercer Mundo, anteponiendo visiones sobre-ideologizadas y
sectarias a una realidad que a las claras nos reclama urgentemente la unidad más
profunda de los que sufrimos el común dolor de la explotación, la exclusión y
la discriminación; lo demás son sólo palabras que mañana serán olvido, pero que
hoy sólo retrasan nuestro camino a la liberación.
¡UNIDAD PARA AVANZAR EN LA LUCHA EN CONTRA DE
LOS ENEMIGOS DE LOS PUEBLOS DE CHILE!
¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!
COLECTIVO ACCIÓN DIRECTA
Organización perteneciente a la ASAMBLEA POPULAR POR LA UNIDAD SOCIAL -APUS.
Enero 20 de 2014
[1] Según cifras de la Fundación SOL, 500 mil ricos se embolsican
el equivalente al ingreso de 10 millones de habitantes de Chile. Es más, su
riqueza equivale a algo más de un cuarto del PIB.
[2]
Fenómeno
que entendemos como el tipo de análisis que se realiza sólo tomando en cuenta
elementos del momento, de la coyuntura, menospreciando u olvidando el proceso
estructural (devenir de las estructuras) y por supuesto no entregando la
necesaria proyección enmarcada en un Proyecto Histórico Estratégico, donde
necesariamente la añeja lucha de clases es el motor determinante de la caminata (CAD).
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