DE PRIMARIAS, PRESIDENCIALES Y DEMASES
Carlos Sandoval Ambiado
Doctor en Historia
Alejandro Núñez Soto
Cientista Político (Tesista)
Exordio.
Hoy es recurrente afirmar que nuestro país ha cambiado. Con en esta frase
podemos confundirnos. Chile como Estado no ha cambiado mucho; de lo contrario
no estaríamos presenciando las crecientes presiones sociales para generar
cambios en lo político, en lo económico e incluso en aspectos culturales. Lo
que sí ha cambiado es la actitud de una ciudadanía que, por años licenciada de su papel soberano,
iniciado un largo proceso de recuperación y ejercicio del poder político como cosa pública y privada. Hay una
creciente toma de conciencia que lo que afecta a uno (en tanto persona) afecta a
todos.
Hay cada vez menos intensidad del “cada
cual se rasca con sus propias uñas” (paradigma del neoliberalismo) para dar
paso a un “hagamos juntos”,
construyéndose así (aunque incipientemente) parte del cimiento de una sociedad
más justa, libre y fraterna. En este constructo político-ideológico ha tenido
un papel protagónico la llanura social, tanto sectorial como territorialmente.
Han sido los movimientos sociales-territoriales (estudiantes,
subcontratistas del cobre, ecologistas, aiseninos, freirenenses, calameños,
puntarenenses, etc.) los que visibilizan las dos principales contradicciones:
el modelo económico y el tipo de Estado con su democracia castrada, Es decir el
neoliberalismo económico (con todas sus inequidades, depredaciones y
exclusiones) y el Estado centralista (con su elite
político-empresarial-militar) arbitrario y centrípeto de las decisiones.
Desde uno u otro lado (sectorial y/o territorial) la presión, demanda y
movilización ha golpeado con fuerza la arquitectura del actual modelo
socio-político. La clase política siente preocupación (a veces alarmada) la
acidez erosiva de los golpes; percibe su creciente desprestigio y
deslegitimación. Se percata que el engaño a lo gatopardo (cambio de LOCE por
LEGE) es cada vez más estéril. Por tanto clama por cambios profundos y dice hacerse eco de la demanda ciudadana. Esta explícita
histeria transformadora no es total. Hay por cierto sectores archiconservadores
que por uno u otro medio tratan de defender el sistema. Son, sin duda,
minoritarios, aunque político-electoralmente tienen una representación afecta
de elefantiasis. El resto de los transformadores elitistas expresan
matices y gradaciones (¿degradaciones?)
Van desde quienes buscan el cambio “desde
arriba y desde fuera” de la sociedad, actuando de cosmetólogos políticos, hasta
quienes pretenden vía la institucionalidad vigente buscan construir consensos
para trazar directrices políticas funcionales al arte de “lo posible” o avances
lentos, racionales y graduales. Al parecer hay acuerdo y convergencia de todas
las expresiones políticas organizadas en el eje electoral. A partir de este
consenso surgen varias interrogantes relacionadas con el supuesto o real cambio
de horizonte político en país. Algunas de ellas trataremos de responder, otras
quedarán para el oráculo del devenir.
Las Primarias: entre la cosmetología
política y el scanner ético.
El torneo electoral tiene tres etapas: las primarias, la primera vuelta y
el balotaje presidencial. El primer evento fue la novedad del sistema; fue el intento gatopardístico de ensanchar el sistema electo-representativo. La
crítica al egocentrismo partidista para designar a los candidatos fue
inaguantable para todos y cada uno de los sectores. Se buscó solución, se
legisló (toscamente) pero pudo construirse un enmascaramiento pueril del
sistema binominal como fue la publicitada “Ley de Primarias”.
Pero ¿qué significado tuvo este evento político-electoral convocado desde arriba? Para aproximarse al
impacto causado es necesario estudiar el “ex
antes” y el “ex post” del suceso.
El “antes” muestra varias peculiaridades.
Veamos algunas, solo algunas. El supuesto ensanchamiento del binominal que
causaría “la primaria” siempre tuvo
un carácter acotado. Reservó a los partidos políticos su carácter de mediador o puente entre la sociedad y el
Estado al otorgarle la exclusividad de nombrar a los candidatos a
candidatos. De este modo la ciudadanía sólo podía optar por quienes estuvieran
dentro de los cuerpos colectivos partidistas. Fue un rústico símil de los
ascensos funcionarios intra-estatales con el juego de ternas, quinas (u otras) propuestas
a otro poder del Estado para su aceptación o rechazo: caso de promoción de
jueces o uniformados.
Pero, además este cuerpo legislativo, desde su origen estuvo armado a la
medida de los intereses partidistas al no tener carácter de obligatoria
(“voluntarias y vinculantes” dice la norma) para todos quienes quisieran
postular a un escaño en el Congreso. Dicho en otras palabras, los partidos
cumplían la ley si y sólo si les convenía en el momento. Y en esta opción no
hubo salvedad alguna en los partidos políticos.
Así, la cavilación instalada en la clase política, especialmente
parlamentaria, fue asegurar la cuota de poder, tanto intra-partido como en el
Parlamento. Es decir se vieron tocados intereses personales como colectivos. La
voz que se escuchó fue “si ustedes me
apoyan yo los apoyo a todos”. De este modo el supuesto ensanchamiento dio
paso a la defensa de intereses corporativos y los partidos (mayoritariamente)
desconocieron la ley (que ellos parieron) defraudando una vez más a la
ciudadanía.
Otra de las singularidades de este “momento” electoral fue la ausencia
total de un pronunciamiento de la izquierda atomizada, la que encontramos
en la infinidad de colectivos socio-políticos que aparecen y desaparecen. Se
incluyen en esta izquierda fragmentada restos de la izquierda armada de los 80
y 90. Este abanico disperso va desde la vieja izquierda histórica social de
origen comunista y socialista, el cristianismo tercermundista, el mirismo
histórico más la memoria del allendismo.
Esta actitud revela al menos dos aspectos: uno que no se construyó una
“política” electoral ante las primarias, aunque hubiese sido para denunciar lo
espurio del sistema y llamar a la abstención; lo segundo (y probablemente dio
origen al primer aspecto) que se pensó (al igual que la mayoría) que el evento
convocado tendría poca participación de la ciudadanía. La altísima abstención
de las municipales actuó de aval para esta creencia.
Sumamos a estas particularidades “ex antes” el disciplinamiento republicano que mostraron jóvenes
líderes estudiantiles que, a pesar de sus declaraciones refractarias,
terminaron no solo avalando las primarias (hija putativa del binominal) sino
llamando a apoyar a quien los “habría traicionado” el año 2006. Este es un dato
no menor porque adelanta la conducta política de estos dirigentes (en caso de
ser elegidos diputados) respecto del movimiento social-estudiantil: “un pié en
la calle y en el Parlamento”. Sin
perjuicio de lo dicho, es necesario comprender que este “grupo” no ofrece una
imagen única. Un perfil es el de los dirigentes estudiantiles
provenientes de las JJCC (C. Vallejos y C. Ballesteros) vinculados a la alianza
de la Nueva Mayoría. Otra es la de Jackson que busca incluirse en el sistema
(genera organización para-partidaria conocida como Revolución Democrática) para
“representar” la demanda social. Más o menos diferente es la alternativa
ofrecida por Figueroa y Boric (ambos de la izquierda autónoma) quienes
participan de la coyuntura electoral sin formar parte de las alianzas tradicionales.
O sea, con los movimientos sociales presionando en la institucionalidad
para generar cambios graduales. Estos pasos políticos están lejos de una
refundación del Estado que se lograría solo con una Constituyente. La
alternativa de una Asamblea Constituyente desborda por lejos a un mero cambio
Constitucional o la generación de una nueva Constitución y esto no sólo es por
su origen (amplio, participativo, directo, etc.) sino además por los contenidos
en debate y construcción.
El “ex post” deja varios rescoldos políticos. Hasta los más optimistas
(gobierno especialmente) esperaron una concurrencia no más de un millón de
votantes. Y, los optimistas (proclives al abstencionismo) desearon (incluso
vaticinaron) que estaría muy por debajo del millón. Ni el uno ni el otro acertaron.
La cifra alcanzó a tres veces el guarismo optimista. Y, este resultado llevó a
la clase política a festejar como un triunfo de la democracia. Desde nuestra
perspectiva es prematuro de hablar de éxito de las primarias porque no
necesariamente refleja una tendencia a revertir el abstencionismo del último
torneo electoral. Pongamos algunas cifras para enfriar los ánimos.
Ni tanto ni tan poco: La
Concertación y “sus” primarias.
Las sonrisas en la Concertación y en la Nueva Mayoría por la “alta”
participación ciudadana debieran morigerarse. En términos muy generales en las
primarias participó el 94% del electorado que concurrió a las municipales
(tablas 1 y 2). Por tanto se puede hacer una doble lectura: se tiene un piso
(optimista) o se tiene un techo (pesimista) y aquí está el desafío y la
medición de fuerzas intra coalición. Lo esperable es crecer tanto en votación
propia, como en participación general.
En términos generales hay cientistas políticos que,
afirmándose en la historia electoral, esperan un universo cercano a los siete
millones de electores[1].
De darse este guarismo implicaría la participación de un 54% del electorado;
cifra que revelaría un retroceso del abstencionismo, pero no una jibarización que autorice hablar de
legitimidad del sistema. En este marco la “Nueva Mayoría” debiera seducir al
menos el 45% del electorado participante, lo que viene a ser alrededor de un
cuarto del universo ciudadano. No obstante, de darse un balotaje entre Bachelet
y Longueira, muchos “escépticos” de la oferta electoral se verían obligados a
concurrir con su voluntad de “regarle” un triunfo a la llamada “Nueva Mayoría”.
Un balotaje de Bachelet con cualquier otro postulante (algo poco probable) no
ocurriría el mismo fenómeno.
Este escenario sólo es
posible si la campaña en curso no adquiere un tono de polaridad entre Bachelet
y Longueira, cuestión algo relativa dado que en la mente de los analistas se
repite la lógica de que las elecciones se definen con los votos del centro, lo
que de acuerdo a estos (los analistas) son varios los centros políticos
existentes. Y las opciones
políticas que compiten con más
opciones, repetirán sus estrategias para
ganarse a este sector del electorado.
Estas cifras le asegurarían (al menos) pasar al balotaje con una primera
mayoría. Dibujado este horizonte la candidatura Bachelet buscaría parte de los
votos opositores dispersos en otras
candidaturas presidenciales: PRO, “Todos a la Moneda”, ecologistas, etc. Pero
en la etapa pre-primera vuelta se dedicaría a fortalecer la estrategia de
futuro orientada a una “Transición 2.0”
Resultados de Municipales 2012[2]
Pacto
|
Votación Alcaldes
|
Votación Concejales
|
PS-DC
|
1.546.773
|
1.120.472
|
PC-PPD-PRSD e independientes
|
720.865
|
905.092
|
Total
|
2.267.638
|
2.025.564
|
Tabla 1
Resultados de Primarias 2013[3]
Concertación y/o Nueva Mayoría
Candidato(a)
|
Votación
|
|
Michelle Bachelet
|
1.561.563
|
|
Andrés Velasco
|
278.056
|
|
Claudio Orrego
|
189.582
|
|
Juan A. Gómez
|
108.222
|
|
Total
|
2.137.423
|
|
Tabla 2
Por otro lado y tomando como referente el último resultado de las Municipales
(2102) podemos colegir insospechadas conclusiones. Primero es necesario
relativizar el éxito de las primarias como evento democrático: la cantidad
total de participantes fue alrededor de un tercio (1.295.265) de los votantes
en las Municipales. Podríamos creer que quienes concurren a ambos torneos
electorales conforman el activo político-electoral y por consiguiente no está
asegurada una reversa del abstencionismo. Más aún podría darse una abstención
relativamente importante en la presidencial (al menos en la primera vuelta) pero
que retrocedería ante la disyuntiva de un balotaje entre Longueira y Bachelet.
Sin perjuicio no se puede desconocer que la concurrencia electoral a las
primarias constituye un hecho político que podría tener alguna proyección. Todo
dependerá de cómo se dirima definitivamente la carrera presidencial.
Segundo, la votación bacheletista no debe confundirse con una votación
partidista; dicho corto y preciso el futuro de la Concertación sin Bachelet
habría sido de gris a oscuro.
Las encuestas revelan que el desprestigio y descrédito de los partidos
políticos, del Parlamento y de los dirigentes partidarios. Y, con el papel
jugado ante las primarias (desconocerlas como mecanismo) para zanjar las
candidaturas, probablemente se incremente la abstención, el voto nulo o el voto
blanco. No sería extraño que la suma de votos parlamentarios (de la Nueva
Mayoría) sea inferior a los de a presidencial. Al deterioro de la confianza electoral
de los candidatos al Parlamento contribuye considerablemente las añagazas de
algunos dirigentes y parlamentarios para mantenerse vigente: cambios de
circunscripción, blindajes y acuerdos “a la medida”. Estos hechos y otras
“ingenierías” políticas forman parte de la estrategia de la clase política por
bloquear un pronunciamiento auténticamente democrático (que podría ser una
Asamblea Constituyente) que apunten un la transformación total del tipo de
Estado imperante. Este sería el raciocinio de “salvar lo que más se pueda”.
Y, estas “añagazas” (ardides) engendran otra “peculiaridad” ex post y que
es transversal a las organizaciones partidarias: las múltiples cachañas (dribling) de la clase política
para lograr su objetivo: salvar las instituciones. Para lo cual se urdirán los
más diversos y pintorescos planes transformadores;
buscando iniciar una “segunda” transición en el marco de la institucionalidad
vigente; o sea “en la medida de lo posible”. Lo dicho exige un licenciamiento
de la ciudadanía, de los movimientos sociales, territoriales y la canalización
de sus inquietudes por ductos “serios
y racionales” que eviten “el fumadero de opio” o “el salto al vacío”. Este paso
exige una plantilla de candidatos que asegure puentes, tanto hacia el mundo
social, como hacia parte de la derecha. El republicanismo
juvenil y la experticia geriátrica
cumplirían este cometido.
La Alianza, las Primarias y el
despeje de la correlación de fuerzas.
En términos generales y
comparativamente con la convocatoria de la “Nueva Mayoría” la derecha debiera
dibujar un rictus de acidez. En las primarias obtuvo apenas el 50% de las
preferencias alcanzadas en las municipales (tabla 3 y 4) lo que revela al menos
dos aspectos: apatía del electorado sectorial o desencanto con el gobierno y
sus “representantes”. Pero, como primer antecedente de análisis y más allá del
dato comparativo con la Nueva Mayoría, las primarias dejan ver que el
conservadurismo “ultramontano” de la
UDI es más disciplinado que el neoconservadurismo-semiliberal de RN.
Segundo, este torneo electoral habló
del poderío de la máquina partidista de la UDI. Tercero, en relación al
“influjo socio-electoral” que tendrían los partidos aliancistas se deduce que es más o menos parejo. Tanto la
UDI como RN obtuvieron buenas votaciones en comunas pobres tanto de provincia
como de Santiago. Por ejemplo Longueira gana en Recoleta y Allamand en
Independencia. Por otro orden el mentado “centro social” (impuesto por la UDI
como símil de clase media) no le es tan favorable: pierde en La Florida, Maipú
y Macul.
Lo anterior revelaría que su fuerte
estaría (al menos electoralmente) en otro lado, presumiblemente en ámbitos
sociales extremos: sectores sociales ricos (por tanto adscritas
ideológicamente) y sectores extremadamente pobres (por consiguiente
susceptibles al clientelismo)
Resultados de Municipales 2012[4]
Pacto
|
Votación Alcaldes
|
Votación Concejales
|
Coalición por el cambio
|
1.971.651
|
1.349.211
|
Total
|
1.971.651
|
1.349.211
|
Tabla 3
Resultados de Primarias 2013[5]
Alianza
Candidato(a)
|
Votación
|
|
Andrés Allamand
|
392.221
|
|
Pablo Longueira
|
414.380
|
|
Total
|
806.601
|
|
Por los aspectos mencionados no
sería aventurado decir que la Alianza enfrentará las elecciones con sus
consuetudinarias herramientas: estimulando el clientelismo y el asistencialismo;
levantando “ideas fuerzas” que hablen de “abismos” y “saltos al vacío”;
chantajeando con recrudecimiento de la “puerta giratoria” y culpando de esto a
la “Nueva Mayoría” que no accede a sus propuestas legales criminalizadoras (ley Hinzpeter, ley “mi cabo”, ley “intimidación
personal” o re-edición de detención por sospecha, etc.)
No obstante, una parte de la derecha
tendrá cuidado en no tocar directamente a la “Nueva Mayoría” (incluido el PC)
para permitir una atmósfera de “cordialidad” en las futuras negociaciones con
vista a la Transición 2.0; toda vez que la institucionalidad que arranca desde
la “coyuntura” Lagos (con una “nueva”
Constitución) está total y absolutamente agotado o derechamente resultó un
fracaso.
En relación a los postulantes a las
parlamentarias, demás está recordar que la UDI nunca pensó someterse a dirimir
sus candidaturas ante “su” propia ciudadanía. Quedó de manifiesto que la
derecha ultramontana confía
exclusivamente en su élite dirigente, soslayando cualquier consulta ciudadana.
Una vez pasado el efecto de las
primarias, cada partido de la derecha regresa sobre sus pasos y abre
negociaciones reeditando estrategias añosas de negociaciones, chantajes,
presiones, golpes de mano, etc. la idea que los orienta es defender corporativamente
sus cuotas de poder en el Congreso. Para RN debería ser una prioridad no
debilitar sus fuerzas congresales y está consciente que durante el período sus
candidatos tendrán menos preferencia del presidenciable por consiguiente menos
exposición pública. Debiera “asegurarse” cupos con “tanques” electorales.
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