Marta Harnecker entrevistada por
Eleonora de Lucena
‘Chávez es contradictorio, pero fundamental para América Latina’
‘Chávez es contradictorio, pero fundamental para América Latina’
Marta Harnecker entrevistada
por Eleonora de Lucena (Brasil)
Martes, 09 de Octubre de 2012 / piensachile.com
Publicada en Folha de Sao Paulo, 28
agosto 2012. Foto: El Telégrafo
Se define como ‘educadora popular’
marxista-leninista. Chilena, fue discípula del filósofo Louis Althusser, líder
estudantil católica e integrante del gobierno socialista de Salvador Allende.
Se casó con uno de los comandantes de la revolución cubana (Manuel Piñeiro,
‘Barba Roja’) y en los años 2000 fungió como consejera de Hugo Chávez.
Marta Harnecker cuenta que escribió
más de 80 libros. El más conocido “Conceptos Elementales del Materialismo
Histórico”, de los años 60, vendió más de un millón de ejemplares y está en su
67 edición. A los 75 años, viaja por América Latina y se dice optimista: los
Estados Unidos ya no hacen lo que quieren en la región y creció el concepto de
soberanía.
Ahora que vive en Vancouver (Canadá),
considera a Chávez como un “líder revolucionario fundamental”, pero una
“persona contradictoria”: “Él es un militar que cree en la participación
popular. Lo importante es ver el fruto de eso”. Venezuela es el país menos
desigual del continente.
¿Cuál es su evaluación de la situación
política en América Latina?
Tengo mucho optimismo. Cuando Chávez
ganó estaba solo, pero hoy el panorama cambio mucho. Considero que las
situaciones más avanzadas están en Venezuela, Bolivia e Ecuador. Mi último
libro fue sobre Ecuador y
se llama "La Izquierda en Busca de la Vida en Plenitud". El concepto
de esos gobiernos es el de una sociedad alternativa al capitalismo, donde la
persona humana tenga un pleno desarrollo.
No dimos importancia a eso en el
pasado. Hoy en día es fundamental: una sociedad construida por las personas, de
abajo hacia arriba. No se trata de hacer que el pueblo sea un mendigo que
recibe regalos del Estado, no es eso que queremos, ni lo que se está haciendo.
El partero de este proceso fue el neoliberalismo, que provocó contradicciones y
los pueblos comenzaron a resistir y a entender que tiene que participar en
política y crear instrumentos políticos. Fue el caso de Ecuador, Bolivia y
Venezuela, donde hubo presiones populares en los años 80 que están al origen
del triunfo de Chávez.
Hay una crisis estructural del
Estado. Las personas ya no confían en la política ni en los políticos y quieren
cosas nuevas. Están cansadas de promesas sin cumplir. Surgen esos gobiernos y,
contrario a los pronósticos de algunos, incluso de intelectuales brasileños, el
proceso emergió. Hubo quienes encontraron que se había logrado un tope y que
iba disminuir, pero no fue así. Pero tenemos al imperio presente. Son los casos
de Manuel Zelaya y de Fernando Lugo, quienes tenían procesos más débiles
internamente, con organizaciones populares más frágiles. No hay que copiar en
América Latina. Algunos se entusiasman con el proceso venezolano y creen que se
puede hacer lo mismo en todos los países. El proceso en el continente es
completamente diferenciado, lo que los une es el proceso social. En Bolivia y
en Ecuador, por ejemplo, los indígenas son grupos importantes, en Venezuela no.
¿No están los logros de Chávez muy
vinculados al petróleo?
Cuando Chávez llegó al poder el
petróleo ya estaba nacionalizado, pero no estaba en manos del gobierno, era
administrado por los grupos ahora en la oposición. Como consecuencia del golpe
de 2002, el gobierno recupera su administración. Los excedentes del petróleo
pasan a servir a las misiones sociales internas y a apoyar otros procesos en
América Latina. Hay dependencia, pero también claridad de que esta debe ser
superada. El gobierno está invirtiendo en proyectos de industrialización, pues
el neoliberalismo desindustrializó nuestros países. La estrategia es depender
cada vez menos del petróleo.
El gobierno de Evo Morales enfrenta
oposición en Bolivia. ¿Cómo explicar eso?
Son las contradicciones que viven
estos procesos, muy diferentes de los procesos revolucionarios de los años 20,
de la Revolución rusa. En estos casos, sólo se consigue llegar al gobierno, en
muchos de ellos con una correlación de fuerzas en el parlamento, los gobiernos
locales, los medios de comunicación y en el poder económico, que permanecen en manos
de quienes antes dominaban.
Álvaro García Linera [vice-presidente
de Bolivia] refleja las contradicciones que vive el país. Entre un gobierno que
tiene que ser ejecutivo, tomar decisiones, resolver problemas de todo el país,
y los movimientos sociales que tienen un ritmo de discusión democrática, etc.
En el proceso boliviano, el pueblo es diverso y tiene contradicciones, se une
en torno a banderas como, por ejemplo, la del Estado Plurinacional, pero las
contradicciones se agudizan y el gobierno tiene que entender eso y mirar
democráticamente las partes. Es muy complicado. El pueblo quiere que el Estado
resuelva el problema, es una especie de paternalismo. Cuando llegan estos
gobiernos, quieren soluciones inmediatas, no saben de política ni de correlaciones
de fuerzas. Además de eso, prima la visión localista, sin perspectiva de
conjunto.
Es necesario un proceso de educación
popular, para que la comunidad entienda que para el país y otras comunidades es
negativo no hacer un camino. García Linera reconoce que existen y habrán
contradicciones y que es preciso que el gobernante sepa lidiar con ellas.
¿Cuál es su análisis de la situación
en Brasil, Argentina y Uruguay?
Son diferentes, son gobiernos mucho
más moderados, pero que están tomando medidas de soberanía, porque lo primero
que necesitamos es conseguir la soberanía ante los Estados Unidos. Hemos hecho
reuniones dejando fuera a los Estados Unidos, no viene el Departamento de
Estado a decir lo que tenemos que hacer. En la mayoría de los gobiernos de la región,
la soberanía es un valor. Es un éxito que se haya constituido la UNASUR y que
Chile, México y Colombia participen en ella.
¿Disminuyó el poder de los Estados
Unidos en la región?
Los Estados Unidos ya no pueden hacer
lo que quieren. Pero, claro que su poder es inmenso. Hay una contraofensiva de
los Estados Unidos, que se refleja en situaciones como la de Zelaya y en la
tentativa contra Correa. Hubo un golpe contra Lugo. Están intentando volver a
hacer un golpe en Bolivia, con sectores de oposición aprovechando de las
contradicciones al interior del pueblo. En Santa Cruz y en otros lugares, están
intentando hacer alianzas con los sectores descontentos del pueblo. La
intención del separatismo fue vencida gracias a la organización popular, ahora
no hay un peligro inminente, pero esas fuerzas se están reconstituyendo.
No tenemos un camino fácil. Son
procesos que no se definen de un día a otro, la mejor defensa es tener un
pueblo organizado. Chávez lo entendió muy bien, él siempre insiste en que no
podemos resolver el problema de la pobreza si no damos poder al pueblo. Chávez
es un tipo que siente lo popular, es muy humano. Hice un libro con él, que se
llama “Un hombre, un Pueblo”. No digo que el hombre Chávez no tenga defectos y
que no hayan contradicciones entre su discurso y lo que hace, vivimos procesos
humanos, no de dioses puros.
¿En su perspectiva, podría haber un
modelo común entre países latinoamericanos?
Soy chilena, en Chile se consolidó la
contrarrevolución burguesa, con Pinochet y los que siguieron. La Concertación
dio continuidad a las políticas neoliberales con algunas políticas sociales.
Hubo un neoliberalismo exitoso, por el aumento del PIB, la construcción de
carreteras, pero Chile, que era uno de los países más igualitarios de América
Latina, es hoy uno de los que tienen mayores diferencias entre pobres y ricos.
En Chile no existían muros en las casas de la gran burguesía. No se puede medir
el resultado del neoliberalismo sólo por el lado económico. Conocí una pareja
de arquitectos chilenos que trabajan 14 horas por día, viven para trabajar, no
trabajan para vivir. Personas de la pequeña burguesía consiguen alguna cosa,
pero hay mucha competencia, están siempre corriendo, nunca tienen tranquilidad
en el trabajo. En Brasil también se consolidó la contrarrevolución burguesa.
¿Cómo es eso? ¿El gobierno del PT
significa la contrarrevolución burguesa?
Los sectores dominantes se
consolidaron, el agronegocio. El PT está buscando hacer otra cosa. No se puede
comparar con Venezuela o Bolivia, por motivo de la correlación de fuerzas de la
victoria de Lula. En un país que es la sexta economía del mundo, el capital
financiero y las transnacionales tienen un poder enorme. Entonces, el
capitalismo se consolida, pero hay atención en los sectores populares, se sacan
personas de la pobreza.
En Brasil, al gobierno le falta
facilitar más el proceso de la organización popular. Tenemos una izquierda que
estuvo en la oposición, el gobierno tiene que ejecutar, resolver y no puede
esperar la discusión del partido, se va dando un distanciamiento entre partido
y gobierno. En un Estado como el brasileño es necesario mucha firmeza para no
transformarse en otra cosa. Un trabajador que llega a ser senador o diputado,
cambia su vida. Como enseña el marxismo, las condiciones materiales influyen.
Creo que probablemente haya la deformación de muchos dirigentes, que dejan de
representar las clases populares.
Hay muchas críticas de la izquierda a
Lula y Dilma, que se hacen sin entender la correlación de fuerzas existentes.
No quiero decir que no puedan hacer más de lo que han hecho.
¿Entonces no hay un modelo común para
América Latina?
No, en América Latina cada situación
es distinta. Es necesario estudiar cada lugar, sus orígenes históricos, las
correlaciones de fuerza.
Soy estudiosa de Lenin. Es preciso
hacer el análisis concreto de las fuerzas, escoger la estrategia y la táctica.
Hay un horizonte que es el Socialismo del Siglo XXI, la sociedad del Buen
Vivir. No queremos un socialismo como el soviético, estatista, totalitario, de partido
único, ateo, que usó a los movimientos sociales como correa de transmisión. Es
necesario leer los clásicos, Marx y Engels. La meta es una sociedad solidaria,
donde no hayan explotadores y explotados, donde cada quien encuentre que hacer,
que respete las diferencias. Es una meta utópica. Mediría a los gobiernos con
preguntas: 1) ¿Tienen esos gobiernos conquistas con relación a la soberanía
nacional?; 2) ¿Consolidan, aumentan, la organización del pueblo?; 3) ¿Hacen un
desarrollo que respete la naturaleza?
¿Cúal es su análisis de la crisis
económica mundial?
Es una crisis estructural importante.
No es terminal porque el capitalismo se recompone. Las condiciones objetivas
están más adelantadas que las condiciones subjetivas. Valorizo movimientos como
el de los indignados. La rebeldía es un paso inicial, pero es necesario hacer
que eso se transforme en una fuerza. “Reconstruyendo la izquierda” es un libro
mío en el que digo que es preciso un instrumento de articulación, que no son
los partidos tradicionales. El neoliberalismo fragmenta a la población.
¿Por qué?
La política no es el arte de lo
posible. Eso es diplomacia. Escribí un libro sobre eso. El político
revolucionario necesita entender que para lograr su objetivo tiene que crear
una correlación de fuerzas. Construir fuerzas sociales para tener fuerza
política, para lograr su objetivo. Se construye fuerza social con el
protagonismo popular. El Estado no puede crear lo que no existe, pero puede
crear las condiciones para que las fuerzas se fortalezcan.
¿Serían los partidos políticos ese
instrumento? ¿No hay diferencias?
Los partidos políticos no comprenden
la política como el arte de construir fuerzas sociales. Pero entienden la
política como forma de ganar puestos de gobierno, tener más diputados, más fuerza.
No es la idea. Muchas veces la política es muy desprestigiada. La derecha se
apropió del lenguaje de la izquierda. La izquierda hace, muchas veces, una
práctica política igual a la de la derecha: clientelismo, personalismo,
carrerismo político, a veces hasta corrupción. El pueblo oye discursos iguales,
ve prácticas iguales, se decepciona.
¿Por ejemplo…?
Sin ejemplos. El diagnóstico lo hace
cada quien, pero está claro, es necesario ser muy coherente entre lo que se
dice y lo que se hace. Es preciso que se trabaje para construir fuerza social y
no dedicarse a peleas institucionales. El socialismo requiere una gran mayoría,
una hegemonía, convencer del proyecto al máximo de gente, siendo muy pluralista
y respetando las diferencias.
Tengo un libro que hace un análisis
de los errores que cometió la izquierda. Cuando una persona conoce el valor de
la solidaridad, comienza a entender que es más importante ser que tener. Esa es
la lucha contra el consumismo. Hay una democracia desmovilizadora. Las personas
están endeudadas, los trabajadores están desmovilizados, porque pueden perder
el trabajo y no están tan protegidos como antes. Cuando los partidos de
izquierda consiguen ganar algún espacio, muchas veces los dirigentes dejan de
ser dirigentes revolucionarios. El peligro es muy grande. Un militante político
que se mete al aparato burgués tiene que tener algún tipo de estructura, un
grupo de personas para consultas y control, que pregunte al dirigente por qué
está comprando un carro que no necesita. La cooptación es fácil, por la
ideología y por la cultura, de un sujeto solitario.
Usted estuvo casada con un dirigente
de la revolución cubana y vivió muchos años en la isla. ¿Cómo ve la situación
de ese país?
Cuba fue mi segunda patria, tengo una
hija cubana que vive allá. Cuba mostró a América Latina la dignidad, la
capacidad de defender la soberanía, de resistencia a todos los males. La
economía es muy complicada.
¿Cómo evalúa los cambios económicos
en curso?
Era necesario hacer cambios. Las
personas necesitaban espacio para desarrollar su capacidad productiva, es
cierto. Creo que la participación de los trabajadores en cooperativas sería un
camino que debería ser explorado.
Usted fue discípula de Louis
Althusser (1918-1990). ¿Cómo fue esa experiencia?
Estudié psicología en la Universidad
Católica de Chile. Como dirigente de la Acción Católica Universitaria, visité
Cuba y quedé fascinada. Era católica y comencé a discutir con cristianos
marxistas. Fui a Francia y conocí a Althusser, que también había sido católico.
Leí sus obras y establecí una relación de discípula. Vivía a pocos metros de la
casa de él y lo veía tres veces al día, él me decía qué leer. No seguí con
psicología. Eso fue entre 1963 y 1968. Trabajé tambien con Paul Ricoeur
(1913-2005). Volví a Chile pensando en enseñar francés.
Deliberadamente no tenía título.
Había escrito un libro “Conceptos Elementales del Materialismo Histórico”, con
las notas que había tomado en un curso para haitianos y mexicanos, el último
año que estuve en París. Ese libro se vendió en más de un millon de ejemplares,
está ahora en su 67 edición y fue traducido a varios idiomas. Por ese libro,
llegué a ser profesora de la Universidad de Chile, con Theotonio dos Santos y
Ruy Mauro Marini. Luego fui directora de la revista política de la Unidad
Popular “Chile Hoy”. Transformaba artículos de intelectuales, volviendolos
accesibles a la población. Fue entonces que me apasioné por el periodismo.
Hacía cartillas de formación y cursos para obreros y campesinos. Sólo ahí hice
doce cuadernos de educación popular.
Tengo más de 80 libros publicados.
Algunos son libros testimoniales, con experiencias de vários países - El
Salvador, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Venezuela. Tengo un libro sobre el PT,
que está pendiente. En Chile hacía parte del Partido Socialista y quedé
fascinada por la educación popular. Para mí, la mayor satisfacción es crear un
texto que todos entiendan. Que no sea académico. Nos soy doctora, soy educadora
popular: es mi autodefinición. Después del golpe en Chile, fui a Cuba, fue
entonces que consolidé mi relación con el comandante Manuel Piñeiro, o ‘Barba
Roja’ (1933-1998). Me quedé en Cuba hasta 2003. Fui a entrevistar a Hugo Chávez
en Venezuela. Recogí las críticas de izquierda, las dudas sobre el gobierno. A
él le gustó mucho que le transmitiera las críticas y me invitó a trabajar en el
palacio. No quise un salario, sólo me pagaban el departamento y la comida.
¿Qué críticas eran?
Que tal Ministerio no estaba haciendo
tal cosa, que tenía un discurso demasiado autoritario. Viví seis años en
Venezuela.
¿Le parece ahora que Chávez es una
persona autoritaria?
Chávez es un militar que cree en la
participación popular y quiere promoverla. Como persona es contradictorio y hay
que respetar esa contradicción. Queríamos que no fuera tan autoritario, pero
entendemos. Yo misma tengo un carácter bastante complicado, muchas veces quise
cambiar, pero no es tan fácil. Lo importante es ver el fruto de esa cosa. Si
comparamos la Venezuela del primer año con la de ahora, tenemos gente con
personalidad, que critica, que creció como ser humano. Es eso que buscamos. Yo
lo saturaba con críticas.
¿Todavía vive en Venezuela?
Vivo en Vancouver, en Canadá, con mi
compañero Michael Lebowitz.
¿Cómo evalúa la sucesión de Chávez?
No hay nadie a la altura de Chávez.
Lo ideal sería una dirección colectiva. Dada la fragmentación que el
neoliberalismo produjo en los sectores populares latinoamericanos, los
trabajadores de hoy no tienen nada que ver con los del tiempo de Marx: hay
subcontratación, precarización. Se necesitan personas con gran carisma y una
personalidad muy fuerte para aglutinar todos esos sectores. Hay el líder
populista que usa al pueblo para sus objetivos políticos y el líder
revolucionario que, usando su capacidad, promueve el crecimiento de la
población. Un líder revolucionario con carisma se comunica con el pueblo igual
que un populista. La diferencia es que el populista da cosas, como Perón, pero
no ayuda para que el pueblo se independice. No es puente de un crecimiento.
Recuerdo uno de los primeros viajes
que hice con Chávez, para la inauguración de una escuela. Las personas pedían
cosas, pasaban papeles, uno de ellos pidió un camino, Chávez sugirió que se
organizara con otros en una cooperativa para obtener el camino. Esa es la idea.
Para mi eso no es populismo, es un dirigente revolucionario. Para mi el proceso
venezolano y Chávez son fundamentales para el proceso latinoamericano.
(Traducción FEDAEPS)
*Fuente: Folha de São Paulo
Gustavo Mártin-Montenegro
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