Venezuela:
Vengo a preguntar, Presidente Maduro
“…y
lo he dicho en Chile, que nosotros –que no queremos la violencia- a la
contrarrevolución y a la violencia reaccionaria responderemos utilizando primero
la ley, después utilizaremos la violencia revolucionaria.”
Salvador
Allende, La Habana, 1972
Andrés
Figueroa Cornejo
1.
Cuando no ocurría nada bueno para los pueblos de América Latina y la izquierda
anticapitalista mordía el polvo de la implosión de la Unión Soviética –a la que
hacía tiempo criticaba con dureza por motivos fundados y conocidos, aunque
calladamente no esperaba ni deseaba que desapareciera- ocurrió el Primero de
enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y la figura de
Marcos. La fecha escogida para el levantamiento en una de las zonas más
abandonadas y empobrecidas de México tenía un doble sentido: el de la
oportunidad para protestar político-militarmente ante la entrada en vigor
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte ese mismo día del año, y el
simbolismo empático con el Primero de enero que calendariza el triunfo de la
Revolución Cubana.
La
irrupción zapatista de impronta indígena, si bien fracasó en su objetivo
inmediato (gatillar la masificación de la insubordinación popular contra el mal
gobierno y el imperialismo), definitivamente sí insufló nuevos bríos,
dignificación, renovado sentido y reposición de la lucha de los pueblos
indígenas en todo el continente. Es decir, la insurrección zapatista ofreció
luz y moral de combate al sujeto indígena mucho más allá de México. Un ejemplo
que hoy, entre otras causas históricas, también explica la resignificación
social de los pueblos preexistentes de América Latina, su radicalización y organización
política protagónica en amplios territorios.
Tuvieron
que pasar 8 años hasta el fallido golpe de Estado en Venezuela contra el
gobierno y el Presidente Hugo Chávez cometido por sus medidas pro-populares
sintetizadas en 49 leyes, entre las cuales la más progresiva fue la Ley de
Tierras o de reforma agraria. La intentona golpista del empresariado
embravecido por los intereses norteamericanos, redundó en la intensificación
del discurso y la acción antiimperialista del gobierno, la nueva Doctrina Militar
Bolivariana o Plan Sucre, (http://www.edugn.mil.ve/documentaciones/pedfanb.pdf),
la creación de TeleSur el 2005, la nacionalización del petróleo en 2007 (cuyo
proyecto original era que el Estado fuera propietario del 51% y el resto
estuviera compuesto por accionistas minoritarios) y la Alianza Bolivariana para
los Pueblos de Nuestra América (ALBA) con el fin de establecer un tratado
comercial y político regional, simétrico, ético y justo, distinto a las
fábricas de la deuda de las entidades de las economías centrales hegemonizadas
por EE.UU. Junto a lo anterior se encuentran los amplios programas
sociales sanitarios, laborales, educacionales, de vivienda, llamados Misiones y
basados en una política inédita en Venezuela de redistribución social más
democrática de la renta petrolera y que incluso beneficia a personas de otras
latitudes, sobre todo en materia de salud e independientemente de sus
posiciones políticas. Asimismo, se aumentaron sustantivamente los porcentajes
del PIB destinados a inversión y derechos sociales.
2.
El socialismo es un proceso fruto de otro proceso que consiste en crear las
condiciones suficientes y necesarias para la imposición de la hegemonía de la
clase trabajadora y los pueblos. En América Latina el socialismo revolucionario
ha debido superar su origen eurocéntrico para que sea útil como arma
teórico-crítica de la realidad en una región dependiente, junto a los oprimidos
de África, Asia y Oriente Medio.
Sólo
como ejemplo, sin la comprensión y potenciación del co-protagonismo indígena y
del cristianismo insurrecto -absolutamente cruzados por la lucha de clases-, no
habría devenir emancipatorio ni su posibilidad.
Sin
embargo, en Latinoamérica se sostienen -porque sus combates existen y no han
sido resueltos objetivamente-, las contradicciones esenciales entre
independencia / dependencia de los centros del capitalismo planetario; sociedad
comunista / modo de producción capitalista en su fase liberal y de dominio
articulador del momento financiero en la totalidad de su reproducción.
En
el circuito impuesto por la división capitalista internacional del trabajo, la
lucha libertaria y liberadora bajo la dirección de los intereses de las grandes
mayorías oprimidas que pueblan las economías dependientes es, al mismo tiempo y
como un solo momento, antiimperialista y anticapitalista.
Desde
su incorporación por la fuerza al propio movimiento del capital -cuando la
burguesía se volvió hegemonía mercantil en la Europa de los siglos XV y XVI-
que América Latina y el Caribe es periferia, trabajo esclavo, trabajo
semi-esclavo, trabajo asalariado barato, saqueo histórico, botín, retaguardia y
humanidad experimental, carne de cañón y denso tráfico migrante, capital
originario incesante y expoliación sangrienta para beneficio de las economías
centrales del planeta.
En
Latinoamérica, como en todos los paisajes dependientes, no existe ni ha
existido una ‘burguesía nacional, patriótica y revolucionaria’. Sólo han
existido proyectos políticos que desean e imaginan una burguesía nacional
independiente de los capitalismos mandantes. El análisis crítico y trágicamente
profuso en casos señala que cuando los intereses de los trabajadores y
oprimidos organizados establecen alianzas con las supuestas burguesías
nacionales industriales, sólo triunfa el capitalismo. Las burguesías nacionales
‘puras’ o más bien, las oligarquías latinoamericanas, nacieron y continúan
siendo rentistas: apenas una extensión formal de los intereses del imperialismo
especialmente norteamericano. Y las burguesías nativas más ofensivas son vagón
de cola en la cadena vertical que arranca en los polos capitalistas que antes y
ahora organizan el orden de las relaciones geoeconómicas, políticas, militares
y sociales. Al respecto, vale recordar que el capital no tiene más patria que
sus intereses, acumulación, concentración y ganancia. Al igual, por tanto, que
el pueblo trabajador. ¿Por qué también el pueblo trabajador y demás clases
avasalladas? Porque el capitalismo, hoy más que nunca, es totalidad sistémica.
En consecuencia, el concepto de patria es un fetiche funcional para la
minoría que manda todavía, y alienación para la inmensa mayoría aún mandada.
3.
Las revoluciones triunfantes en los países dependientes con miras a la
construcción del socialismo revolucionario no sólo han conquistado el Estado
burgués para destruirlo y reformularlo radicalmente, sino que, como antesala
necesaria, han expropiado a la burguesía y a los intereses imperialistas,
política y militarmente. No por ello los burgueses expropiados y el
imperialismo se han echado a dormir la siesta. Sus intereses y movimiento
objetivo les imponen recuperar todo el poder con superior violencia y programas
liberales aun más profundos. En las revoluciones triunfantes de los países
dependientes la lucha de clases a escala mundial se intensifica. Por eso la
internacionalización de la revolución se torna un imperativo de sobrevivencia
política y económica en el contexto mundial de la guerra social. Los tiempos de
la disolución más rápida posible del propio Estado revolucionario, hasta el más
hondamente democrático, participativo y socializado, depende de la liberación
popular en muchos territorios.
4.
Venezuela no es el socialismo realizado. Es promesa de socialismo bajo
determinadas condiciones. La última arremetida golpista iniciada el 12 de
febrero de 2014 y todavía en curso no tiene ninguna razón para cesar hasta no
intentar, a cualquier costo y empleando todos los medios, cumplir su objetivo
restauracionista. Que no sea la táctica privilegiada hoy por el imperialismo es
sólo eso: táctica. Tal vez el Pentágono preferiría ganar en las urnas, que
tiene ‘mejor ver’, o provocar una situación de ingobernabilidad que impusiera
al Ejecutivo la convocatoria a un plebiscito, como el que Salvador Allende en
Chile no alcanzó a anunciar el 11 de septiembre de 1973.
Y
la burguesía y el imperialismo quieren terminar con el gobierno de Nicolás
Maduro y con el desenvolvimiento, conciencia y armadura del pueblo organizado
para hacerse, como antes, de todo el petróleo y exterminar precautoriamente
cualquier ‘aventura’ que cuestione seriamente su dominio y se transforme en
paradigma para la región y el globo.
Ninguna
revolución del mundo, ya ni siquiera importando su contenido de clase, ha sido
concretada por la mayoría cuantitativa de una población, sino por su mayoría
crítica o aquella fracción de pueblo con la autoridad, politización y
comprensión de su misión histórica suficientes como para contener en sí misma
los nudos de la emancipación humana. Liberado el esclavo, desaparece el amo.
Aunque a los esclavos domésticos les tome más tiempo traspasar el miedo
a la libertad.
5.
Presidente Maduro, ¿cuánto tiempo un gobierno realmente de objetivos
socialistas y revolucionarios puede convivir con los enemigos del pueblo, es
decir, con la burguesía y el imperialismo sin que ello signifique en la
práctica ofrecerles más oxígeno para hacer y rehacer sus planes?
¿El
derrotero duro para llegar a una sociedad libre e igualitaria, sin explotados
ni explotadores, debe estar estratégicamente sujeto a las normas de la
democracia burguesa cuyos límites son precisamente la sociedad dividida en
clases, los intereses del capital y el trabajo asalariado?
¿Ante
una ofensiva reaccionaria lo más adecuado es llamar al diálogo con los que
jamás han querido dialogar, salvo cuando ello significa imponer garantías para
sus intereses antipopulares?
Presidente,
¿es posible la paz duradera en una sociedad de clases de intereses
antagónicamente irreconciliables?
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