¡A DEMOCRATIZAR LAS CENTRALES SINDICALES!
¡AVANZAR HACIA EL PARO NACIONAL O HUELGA GENERAL!
¡A EMPUJAR DESDE LAS BASES LAS TRANSFORMACIONES POR ARRIBA!
Colectivo Acción Directa.
¡Sólo la lucha y la unidad nos harán Libres!
Estimado compañero: Agradezco muy sinceramente vuestra información la cual comparto, ya que desde hace muchos años he planteado que la unica forma de producir un cambio en el movimiento sindcal, es Democratizar la Democracia, vale decir, que las elecciones de dirigentes sindicales y sociales, donde también esten las juntas de vecinos, sean reguladas de igual manera a los procesos eleccionarios de las autoridades municipales, parlamentarias y de presidentes, es decír. LAS ELECCIONES SE REALICEN EN UN SOLO DIA; VOTOS ENTREGADOS POR ELTRIBUNAL CALIFICADOR DE ELECCIONES, Y SI ES POSIBLE EN LUGAR DE VOTACION AL MENOS DE LOS SINDICATOS BASES SE HAGA EN UN SOLO LUGAR, no puede permitirse que las urnas se traladen como un cofre de oro, donde los dirigentes que a veces no tienen el apoyo y el respaldo popular, son reelectos, sin que nadie entienda dichos resultados, y solo nos dediquemos al comentario, sin accionar ni trabajar para que el sistema cambie en favor de la clase trabajadora.
Con mucha potestad digo esto, ya que lo he vivido en carne propia, más aún la semana recién pasada hubo elecciones en mi sindicato, cuyo proceso a regañadiente del suscrito, la mesa directiva valido que las elecciones se efectuaan en dos dias, donde el primer dia debido a que se realizaron dos lugares de votación, la urna se abrio en cada oportunidad que se realizaba el traslado de la misma ( 4 veces), y al final del día los votos a pesar que había un inspector del trabajo como veedor, ya que se había conformado un TRICEL, con socios del sindicato, uno de estos socios se llevo la urna con los votos a su casa, por que la Inspectora no se quizo hacer responsable de ellos.
Por supuesto esta operación significo que el suscrito no fuera elegido, pero más aún, dicho resultdo no ha sido una mera casualidad, más bién ha sido la que he denominado OPERACION SILENCIO, ya que se opero de igual forma para desplazar como dirigentes sindicales a la compañera Blanca Olivares del Sindicato de Potrerillo de la División El Salvador, asi también lo fué con uno de los dirigentes sindicales más consecuentes de la División El Teniente, como fué el caso de Juan Meneses, seguramente estarán otros en lista, como el compañero Miguel Lopéz de la División Chuquicamata,
Solo de esta forma pueden ganar, como lo han hecho estos proceseres de la CUT, FYC y otros a quienes con ideas y propuesta distintas, para enfrentar el modelo económico neoliberal, le han dicho a las cupulas sindicales VITALICIAS, pero además entregadas a los gobiernos de turnos, desde inicio de los gobiernos de la Concertación, le ha permitido usar el poder a favor personal.
Termino diciendo que a igual como lo dijera el Presidente Salvador Allende, ¨Mas temprano que tarde, se abriran las anchas alamedas, del mundo sindical, donde pase dirigentes Honesto, Transparente y de Servicios a nuestros hermanos chilenos, especialmente los más necesitados de la población.
Fraternalmente,
Ex - Director
Sindicato Unificado de Trabajadores
Codelco Chile División Andina
Es posible confiar aún en la burocracia de la CUT.
Por. Alfredo Villagran
Después de leer el excelente artículo del profesor José Luis Ugarte se ratifica quién es Arturo Martinez y al servicio de qué intereses está. Desgraciadamente responde a una época que fue superada por la historia y su actuar condiciona y a veces determina la pobreza de millones de trabajadores chilenos, de allí la importancia en detenerse a analizar este comportamiento.
Efectivamente, parece una tomadura de pelo que mientras miles de compatriotas demanden del Estado solución a problemas estructurales como lo hacía el pueblo de Aysén, la CUT estuviera eufórica porque se aumentaban los presupuestos para "capacitación" en seguridad laboral. Acuerdo que la CPC ha celebrado pues sabe que tiene en frente de sí a un actor languidecido, moribundo y que con estas pequeñas dádivas pretende revivirlo para que continué jugando el rol de garante del actual sistema, cuestión que hace muy bien por medio de la desarticulación del movimiento sindical y de las ataduras a las que han llevado a las organizaciones en estos últimos veinte años.
La curiosidad es que en esta nueva traición cuenta ahora con el apoyo incondicional de los dirigentes del Partido Comunista, quienes le han flanqueado cada vez que Martínez ha cometido barbaridades. Lo hicieron, a través de Gajardo y del Colegio de Profesores, cuando en uno de esos arrebatos Arturo Martínez calificó con un despreció mayúsculo, de responsables a los profesores de Filosofía por los hechos de violencia ocurridos durante las movilizaciones estudiantiles, Ahora, con Salinas, un funcionario del Comité Central del PC que no tiene sindicato, pero que se mantiene entre los más importantes miembros de la cúpula sindical garantizando lealtad a Martínez.
¿Qué hacer?
Simplemente organizarse entre las organizaciones verdaderas. El proceso no será fácil, el ritmo o la velocidad con que se potencie la unidad verdadera de los trabajadores y sus organizaciones dependerá de muchos factores: de la capacidad de los nuevos dirigentes; del agotamiento que experimenten los trabajadores con el sistema, especialmente con el endeudamiento y el abuso patronal; de las contradicciones que irán agudizando en tanto el sistema actual arrincone a los trabajadores, los empobrezca y los violente con la riqueza que se concentra en pocas manos. Ahí, cuando las condiciones objetivas estén golpeando en las narices, cuando sea imposible ocultar el carácter intrínsecamente perverso de este sistema surgirá, la conducción necesaria y legitima de los trabajadores. ¿Cuanto tiempo tardará? No lo sabemos, sólo sabemos que este sistema de explotación no puede ser eterno. Por tanto, intentar como llaman algunos, a reagruparse para ganarse a la CUT, es no entender nada. El mundo cambio en su forma de organización, el trabajo cambio, por ello los importantes sindicatos, los verdaderos cada vez están más alejados de la CUT, sólo sobreviven por el apoyo que le da la burocracia del sector público que, al igual que la CUT está dirigida por una gerontocracia que sufre año tras año, la traición de Martínez cuando llega acuerdo con los gobiernos sin consultarles, pero luego, vuelven a abrazarse para cerrar filas con él, es cosa de ver a Raúl de la Puente quejarse todos los años, pero al final caer a los pies de Martínez, pues hay que reconocer que en eso,de maniobrero, ninguno de estos viejujos le llega a los talones al presidente de la CUT.
Son cada vez más los que buscan organizarse por fuera de la CUT, es un reflejo natural, es de sobrevivencia. Temen estar cerca de la CUT, pues ésta acuerda a espaldas de los verdaderos dirigentes, el ingreso mínimo afecta no sólo a los públicos, afecta a todos los trabajadores que viven con menos de 300 mil al mes y que representan más del 70% de la fuerza de trabajo del país, pues con sus arreglos con los gobiernos determina el precio de las gratificaciones. Así que siendo o no de la CUT, Martínez los afecta a todos. Por eso, los gobiernos lo mantienen y mantienen a la CUT, pues al final, a parte de las bravatas que lanza, todos saben que es un juego para la galería, siempre tiene todo arreglado.
De allí que el profesor José Luis Ugarte acierte cuando agrega que si la Confech hubiera estado dirigida por Martínez habría llegado rápidamente a un acuerdo con el gobierno.
Es cosa de observar, por más empeño que puso el PC a través de Camila Vallejos y de Gajardo para instalar a Martínez junto al movimiento estudiantil fue imposible, la gente, el pueblo, los trabajadores lo detestan.
No conozco ningún sector de verdad del mundo privado, con trabajadores emergentes que esté con Martínez o con la CUT, es cosa de mirar; los trabajadores del RETAIL en su mayoría están fuera de la CUT, los que luchan y pertenecen a los supermercados, tanto los de la cadena LIDER como los de CENCOSUD que cuentan con infinidad de rut y a pesar de eso pelean; los Gastronómicos y las grandes cadenas de empresas de alimentación, los Portuarios, los del Comercio, los Bancarios, los de compañías de Seguros, de las isapres,los de la construcción (FETRACOMA) los forestales en la zona sur que se han alejado del PC, etc. Al contrario, quienes quedan? sólo sindicatos fantasmas, de papel.
Es la hora de recomenzar la unidad de los trabajadores y de sus organizaciones que deben adecuarse a las nuevas formas de fragmentación laboral, pero cuidando la independencia y autonomía, pues algo permanece vigente y claro, la explotación aumenta sistemáticamente y es responsabilidad de los trabajadores dotarse de una nueva conducción que permita avanzar hacia una sociedad sin clases, tal como la soñaron Recabarren y Clotario.
Felicitaciones por la lucidez del profesor que no siendo sindicalista entrega elementos para el análisis y para pensar en la redefinición de una nueva alternativa.
Profesor de Derecho Laboral Universidad Diego Portales
http://www.udp.cl/derecho
No es difícil imaginar, por un solo momento, que si el movimiento estudiantil hubiere estado liderado por Martínez y la CUT en vez de la CONFECH, se habría llegado rápidamente a un acuerdo con el Gobierno para perfeccionar el crédito con aval del Estado y de paso, habría dejado el lucro para otra ocasión. “Hay que ser realista” habría dicho, de seguro, con tono de político sobreviviente de mil batallas.
Es que el realismo político —los sueños arrinconados por la medida de lo posible— de quienes dirigen esa organización parece no tener límites.
La CUT acaba de llegar al acuerdo más paupérrimo del que se tenga memoria con el gran empresariado, representado en la CPC, todo bajo el caricaturesco nombre de diálogo social. Lo acordado son cosas tan relevantes como: cursos de capacitación, campaña publicitaria sobre “seguridad en el trabajo”, minúsculos cambios al seguro de desempleo, subsidio al primer empleo, cambios formales a la negociación colectiva y un par de comisiones bipartitas para seguir reflexionando.
No es difícil imaginar, por un solo momento, que si el movimiento estudiantil hubiere estado liderado por Martínez y la CUT en vez de la CONFECH, se habría llegado rápidamente a un acuerdo con el Gobierno para perfeccionar el crédito con aval del Estado y de paso, habría dejado el lucro para otra ocasión. “Hay que ser realista” habría dicho, de seguro, con tono de político sobreviviente de mil batallas.
Y la estrella de la noche: la tan cacareada reforma al multirut. Una reforma tan evidente —el abuso es tan grosero que hasta Matthei está de acuerdo— como menor, ya que los jueces del trabajo ya han comenzado a declarar la existencia de una sola empresa en estos casos. De hecho, basta leer el proyecto del Gobierno —que Martínez salió a defender apasionadamente— para darse cuenta que pone más trabas y requisitos para que los trabajadores logren su objetivo de sindicalización. O sea un avance al revés.
¿Cambios a la estructura profunda de plan laboral de Pinochet en las materias que importan: negociación colectiva por sobre la empresa y reconocimiento efectivo del derecho de huelga, por ej. eliminación del remplazo de trabajadores en huelga?
Nada de nada.
Y la pregunta es evidente: ¿valía la pena llegar a una acuerdo de tan precarios e imperceptibles avances, excusado en el realismo político de la CUT, permitiendo de paso a este gobierno y al modelo económico al que sirve, vestirse de dialogante e inclusivo, escondiendo, una vez más, la basura bajo la alfombra?
En absoluto. En un país que, como lo ha certificado la propia OCDE, tiene niveles vergonzosos de sindicalización y de negociación colectiva —los más bajos de esa organización— y con trabajadores, como lo reconocen todos los actores, sin poder alguno en sus relaciones laborales, llegar a tan raquítico acuerdo daña profundamente la posibilidad de construir en el futuro un movimiento potente como, precisamente, el de los estudiantes.
Da entender que con estas reglas —las que creó el hermano de Piñera— se puede sostener el diálogo social. Y eso, como veremos, en Chile es un disparate.
Pero este grosero error –negociar migajas- no es nuevo. Corría el año 1989, la alegría ya había llegado y el Gobierno de la época anunciaba —con bombos y platillos— la política de los acuerdos entre el empresariado y la CUT.
La jugada de Cortázar, el ministro del Trabajo de la época, fue maestra. Los trabajadores rápidamente olvidaron su demanda central: la sustitución total del plan laboral de Pinochet y, además, dejaron de cuestionar el modelo económico neoliberal que hasta hoy padecemos. Los empresarios podrían dormir tranquilos.
¿Lograron algo los trabajadores del diálogo social de Cortázar?
El precio de tamaña claudicación fue modestísimo. Recibieron las que hoy, miradas hacia atrás, nadie dudaría en calificar como migajas. La más importante de todas —hoy da risa sólo pensarlo— fue una conquista de aquellas: se eliminó el libre despido y se sustituyó por la causal de necesidades de la empresa. O sea, lo mismo con otro nombre (Ley 19.010 de 1990).
Y los resultados de ese “diálogo social” fueron espectaculares: después de veinte años de democracia los trabajadores tiene hoy menos poder que cuando se fue Pinochet.
¿Se puede cometer el mismo error por varias veces, eso de tropezar con la misma piedra?
La CUT parece que cree que sí. El gran empresariado tiene en la CUT, hay que reconocerlo, a un socio ideal: débil y sin poder real de negociación, llegar a acuerdos de “migajas” es relativamente sencillo. A cambio se logra un hecho político fundamental: dar la apariencia de que con las reglas del juego vigentes es posible avanzar en eso que se llama diálogo social.
¿Existe posibilidad en Chile de un diálogo horizontal y de iguales entre los trabajadores y empresarios y sus respectivas organizaciones?
Ninguna. Salvo que se reformen radicalmente las reglas legales dejadas por Pinochet los trabajadores no tendrán poder real para negociar nada. Y ello, parece obvio, no se logrará con insignificantes acuerdo con la CPC, sino con presión sobre el sistema político, especialmente sobre aquellos sectores que suelen golpear la puerta de los trabajadores en vísperas electorales, para lograr una reforma integral al modelo de relaciones laborales.
Esa reforma que en su día —1989— la Concertación prometía en su primer programa de Gobierno a los trabajadores chilenos: “Proponemos introducir cambios profundos en la institucionalidad laboral, de modo que ésta cautele los derechos fundamentales de los trabajadores”.
Nada de eso ocurrió, y paradójicamente, en los años que siguieron esa caricatura del diálogo social fue especialmente alimentada por sectores políticos de la Concertación más preocupado de su particular visión de la estabilidad política —la pusilánime democracia de los acuerdos—, que en establecer nuevas y justas reglas para la relación entre trabajadores y empresarios.
La cruda realidad es otra: no ha habido experiencia de genuino diálogo social desde el retorno de la democracia. Y ello por una razón muy simple, los trabajadores no tienen en Chile ningún poder. Y sin poder, no hay equilibrio, y sin equilibrio, no existe negociación.
Son cosas tan simples de entender.
Nada nuevo bajo el sol, entonces. Nuevamente, como en los últimos veinte años, no llueve café nos diría Juan Luis Guerra.
Vuelven a llover migajas.
http://www.udp.cl/derecho
No es difícil imaginar, por un solo momento, que si el movimiento estudiantil hubiere estado liderado por Martínez y la CUT en vez de la CONFECH, se habría llegado rápidamente a un acuerdo con el Gobierno para perfeccionar el crédito con aval del Estado y de paso, habría dejado el lucro para otra ocasión. “Hay que ser realista” habría dicho, de seguro, con tono de político sobreviviente de mil batallas.
Es que el realismo político —los sueños arrinconados por la medida de lo posible— de quienes dirigen esa organización parece no tener límites.
La CUT acaba de llegar al acuerdo más paupérrimo del que se tenga memoria con el gran empresariado, representado en la CPC, todo bajo el caricaturesco nombre de diálogo social. Lo acordado son cosas tan relevantes como: cursos de capacitación, campaña publicitaria sobre “seguridad en el trabajo”, minúsculos cambios al seguro de desempleo, subsidio al primer empleo, cambios formales a la negociación colectiva y un par de comisiones bipartitas para seguir reflexionando.
No es difícil imaginar, por un solo momento, que si el movimiento estudiantil hubiere estado liderado por Martínez y la CUT en vez de la CONFECH, se habría llegado rápidamente a un acuerdo con el Gobierno para perfeccionar el crédito con aval del Estado y de paso, habría dejado el lucro para otra ocasión. “Hay que ser realista” habría dicho, de seguro, con tono de político sobreviviente de mil batallas.
Y la estrella de la noche: la tan cacareada reforma al multirut. Una reforma tan evidente —el abuso es tan grosero que hasta Matthei está de acuerdo— como menor, ya que los jueces del trabajo ya han comenzado a declarar la existencia de una sola empresa en estos casos. De hecho, basta leer el proyecto del Gobierno —que Martínez salió a defender apasionadamente— para darse cuenta que pone más trabas y requisitos para que los trabajadores logren su objetivo de sindicalización. O sea un avance al revés.
¿Cambios a la estructura profunda de plan laboral de Pinochet en las materias que importan: negociación colectiva por sobre la empresa y reconocimiento efectivo del derecho de huelga, por ej. eliminación del remplazo de trabajadores en huelga?
Nada de nada.
Y la pregunta es evidente: ¿valía la pena llegar a una acuerdo de tan precarios e imperceptibles avances, excusado en el realismo político de la CUT, permitiendo de paso a este gobierno y al modelo económico al que sirve, vestirse de dialogante e inclusivo, escondiendo, una vez más, la basura bajo la alfombra?
En absoluto. En un país que, como lo ha certificado la propia OCDE, tiene niveles vergonzosos de sindicalización y de negociación colectiva —los más bajos de esa organización— y con trabajadores, como lo reconocen todos los actores, sin poder alguno en sus relaciones laborales, llegar a tan raquítico acuerdo daña profundamente la posibilidad de construir en el futuro un movimiento potente como, precisamente, el de los estudiantes.
Da entender que con estas reglas —las que creó el hermano de Piñera— se puede sostener el diálogo social. Y eso, como veremos, en Chile es un disparate.
Pero este grosero error –negociar migajas- no es nuevo. Corría el año 1989, la alegría ya había llegado y el Gobierno de la época anunciaba —con bombos y platillos— la política de los acuerdos entre el empresariado y la CUT.
La jugada de Cortázar, el ministro del Trabajo de la época, fue maestra. Los trabajadores rápidamente olvidaron su demanda central: la sustitución total del plan laboral de Pinochet y, además, dejaron de cuestionar el modelo económico neoliberal que hasta hoy padecemos. Los empresarios podrían dormir tranquilos.
¿Lograron algo los trabajadores del diálogo social de Cortázar?
El precio de tamaña claudicación fue modestísimo. Recibieron las que hoy, miradas hacia atrás, nadie dudaría en calificar como migajas. La más importante de todas —hoy da risa sólo pensarlo— fue una conquista de aquellas: se eliminó el libre despido y se sustituyó por la causal de necesidades de la empresa. O sea, lo mismo con otro nombre (Ley 19.010 de 1990).
Y los resultados de ese “diálogo social” fueron espectaculares: después de veinte años de democracia los trabajadores tiene hoy menos poder que cuando se fue Pinochet.
¿Se puede cometer el mismo error por varias veces, eso de tropezar con la misma piedra?
La CUT parece que cree que sí. El gran empresariado tiene en la CUT, hay que reconocerlo, a un socio ideal: débil y sin poder real de negociación, llegar a acuerdos de “migajas” es relativamente sencillo. A cambio se logra un hecho político fundamental: dar la apariencia de que con las reglas del juego vigentes es posible avanzar en eso que se llama diálogo social.
¿Existe posibilidad en Chile de un diálogo horizontal y de iguales entre los trabajadores y empresarios y sus respectivas organizaciones?
Ninguna. Salvo que se reformen radicalmente las reglas legales dejadas por Pinochet los trabajadores no tendrán poder real para negociar nada. Y ello, parece obvio, no se logrará con insignificantes acuerdo con la CPC, sino con presión sobre el sistema político, especialmente sobre aquellos sectores que suelen golpear la puerta de los trabajadores en vísperas electorales, para lograr una reforma integral al modelo de relaciones laborales.
Esa reforma que en su día —1989— la Concertación prometía en su primer programa de Gobierno a los trabajadores chilenos: “Proponemos introducir cambios profundos en la institucionalidad laboral, de modo que ésta cautele los derechos fundamentales de los trabajadores”.
Nada de eso ocurrió, y paradójicamente, en los años que siguieron esa caricatura del diálogo social fue especialmente alimentada por sectores políticos de la Concertación más preocupado de su particular visión de la estabilidad política —la pusilánime democracia de los acuerdos—, que en establecer nuevas y justas reglas para la relación entre trabajadores y empresarios.
La cruda realidad es otra: no ha habido experiencia de genuino diálogo social desde el retorno de la democracia. Y ello por una razón muy simple, los trabajadores no tienen en Chile ningún poder. Y sin poder, no hay equilibrio, y sin equilibrio, no existe negociación.
Son cosas tan simples de entender.
Nada nuevo bajo el sol, entonces. Nuevamente, como en los últimos veinte años, no llueve café nos diría Juan Luis Guerra.
Vuelven a llover migajas.
A proposito de conmemorar mañana el Dia Internacional de los Obreros, dedico este articulo a todo el Movimiento Obrero Dominicano.
ResponderEliminarCompañero José, desde Santiago de Chile, un saludo caluroso y fraternal al Movimiento Popular Dominicano. Se sabe que la lucha es Nacional, pero el Movimiento Obrero no tiene fronteras y es Internacional.
EliminarFraternalmente, COLECTIVO ACCIÓN DIRECTA.