Y QUÉ HAY LUEGO DEL
ATAQUE IMPERIAL EN SIRIA QUE NO FUE?
Siria sabía desde 2001
que EEUU estaba preparándose para atacarla (testimonio del general Wesley Clark).
Luego, hizo fracasar varios complots, como el tendiente a atribuirle el
asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri, y sus fuerzas
supusieron que tendrían que enfrentar una guerra clásica, no una ola de
terrorismo sectario.
El Ejército Árabe
Sirio disponía del equipamiento esencial, pero no sabía
cómo enfrentar a los yihadistas. Desde febrero de 2011 hasta julio de 2012,
evitó hacer uso de sus armas cuando ello podía poner en peligro las vidas de
civiles. Ese fue para el ejército Sirio un período particularmente difícil
en el que perdió más soldados que en todas las guerras contra Israel.
Fue únicamente a partir del asesinato de sus principales jefes militares
(en un atentado, el 18/07/12), que la administración Assad ordenó erradicar al yihadismo
por todos los medios, pasando el ejército a adoptar las técnicas rusas concebidas
durante la guerra de Chechenia. La resistencia del país ante los invasores se
explica a través de esas dos etapas. Durante el primer año, la administración
Assad trató de convencer a la población de que era falsa la campaña occidental
que pretendía que el país se hallaba ante una revolución de la primavera árabe
y que la OTAN iba a cambiar el régimen. A partir de la crisis de julio de 2012
y de su victoria militar, el gobierno sirio consideró que la batalla
política interna estaba ganada y que podía proceder a la movilización contra el
invasor, así que creó entonces una milicia de autodefensa por barrios, a
finales de 2012, y se vieron las primeras oleadas de incorporación de
voluntarios al Ejército Árabe Sirio durante la crisis de la Ghouta, en agosto y
septiembre de 2013.
En una guerra no
hay más que dos bandos. Cada cual se ve obligado a tomar posición o morir. Como
en todas partes, cuando la población piensa que su gobierno va a ser derrocado
se mantiene en una posición de reserva, esperando a ver lo que pasa. Pero
cuando la población entiende que el invasor retrocede, entonces se sacrifica
por salvar el país. En mayo de 2013, un informe interno de la OTAN
evaluaba el respaldo a la administración Assad en un 70%, con un 20% de
indecisos y un 10% de respaldo a los yihadistas. Ya no hay indecisos.
El 90% de los sirios apoya a su Estado, como el 90% de los franceses apoyaba
a de Gaulle después del desembarco aliado en Normandía.
Tuvo rápida
aceptación, por parte de EEUU, la reciente propuesta de paz rusa, por
cuanto la potencia imperial se encuentra relativamente debilitada hoy en día y
en rigor no tiene la posibilidad de emprender una guerra convencional.
Sólo en lo que va de año, el Pentágono ha reducido el formato de sus tropas en
un 20% y ese proceso de ‘secuestro’ continuará en los próximos años. Por otro
lado, los intereses estadounidenses que llevaron la Casa Blanca a planificar
esta guerra en 2001 han dejado de existir. Sus expertos estaban convencidos
de que, para sobrevivir sin suministro petrolífero saudí, había que
apoderarse lo más pronto posible de todas las reservas de petróleo y gas. Pero doce años
más tarde ha resultado que ese análisis no era cierto. Ahora se sabe cómo explotar
otros tipos de petróleo diferentes del crudo y el gas está sustituyendo
parcialmente al petróleo y EEUU ya está explotando el gas de esquistos,
en su propio suelo y en el exterior. No habrá crisis del
aprovisionamiento energético en el siglo XXI y por lo tanto no hay
necesidad de apoderarse de Siria.
Por consiguiente,
la diplomacia siria y rusa estaba buscando desde mayo de 2012 proponer a los
yanquis una puerta de salida. Ese fue el objetivo de la conferencia
Ginebra 1, a finales de junio de 2012. Rusia propuso a EEUU el
abandono del proyecto del “Greater Middle-East” y repartirse la región.
Obama aceptó ese acuerdo, pero enfrentó una oposición interna muy fuerte. Todo
estuvo parado durante la campaña electoral estadounidense, pero justo después
Obama hizo una limpieza. Comenzó apartando a los ultrasionistas (salida de
Hillary Clinton), después obligó a dimitir a los partidarios de la Guerra Secreta
(expulsión del general David Petraeus) y después a los antirusos primarios
(renuncias de los líderes del escudo antimisiles y de la OTAN). Obama comenzó
después a domar a sus aliados. Obligó al emir de Qatar a abdicar y a su sucesor
a retirarse de la escena internacional y está obligando al Reino Unido y a
Francia a retirarse del juego. No hay ningún milagro en todo esto, sino un
paciente trabajo diplomático que tiene como objetivo evitar el enfrentamiento
directo con EEUU y, por el contrario, acompañar a ese país en su
repliegue.
Es un trabajo
extremadamente largo y cada día que pasa cuesta vidas humanas, pero ese trabajo
diplomático debe conducir, en definitiva, a una victoria de Siria y una
paz duradera en Oriente Medio. Para aquellos críticos de la unidad provisoria de
la izquierda con la administración Assad, digamos que primero se debe derrotar
a las fuerzas mercenarias y del fundamentalismo reaccionario antes de poder plantear
en Siria la edificación de una república democrática y popular; siempre los
bueyes delante de la carreta.
COLECTIVO ACCIÓN DIRECTA – EQUIPO INTERNACIONAL
Octubre 3 de 2013
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