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lunes, 6 de abril de 2015

"EL MERCURIO": LA SEDICIÓN PERMANENTE, LA MENTIRA CONSTANTE Y ¿HASTA CUÁNDO SOPORTAMOS?


“EL MERCURIO”: LA SEDICIÓN PERMANENTE, LA MENTIRA CONSTANTE Y ¿HASTA CUÁNDO SOPORTAMOS?


“No destruyamos la honra de personas que a lo mejor no han hecho nada” M. Bachelet (Portada de “El Mercurio”, Abril 05 de 2015)


         5 de Abril de 1818.  Se libraba la batalla de Maipú.  En los campos de guerra se legitimaba la aspiración de liberarse del yugo extranjero, de expulsar al conquistador español.  Para caer en otras garras extranjeras, pensarán algunos.  Por lo menos tuvieron cojones, dirán otros.  Con todo, se piensa que el triunfo sobre las tropas realistas en Maipú permitió o facilitó el posterior triunfo en Boyacá y Ayacucho, en la medida que  se consolidó el ideal de Independencia en América, demostrando que era posible derrotar en el plano militar a los conquistadores.

         5 de Abril de 2015.  Quienes representan en el escenario político al conjunto de la clase dominante, bailan el baile más triste, si cabe, de la Historia Nacional.  Bailan el baile de la ignominia, de la deshonra.  Quienes defienden los intereses del conjunto de la patronal evidencian un triste espectáculo, demostrando su bajeza, su ralea.  Ponen en evidencia lo que constituyen: una cáfila de pungas, de delincuentes.  La mal llamada “clase” política se defiende, se justifica, se apoya mutuamente, sabiendo que levantando un poco de polvo, llegando la Copa América, toda su actitud pusilánime ha de quedar en el olvido y han de renacer en la siguiente elección municipal como si no hubiese pasado nada.  El Mercurio, portavoz autorizado de la clase dominante es el instrumento utilizado para entregar directrices en estos momentos de cuestionamiento directo a los Partidos Políticos propios y directos de la patronal, así como de los Partidos Políticos de la Nueva Mayoría, que en la arena política dicen representar los intereses de otras fracciones y clases sociales distintas de la dominante.

         En la Editorial del 05 de abril, vuelven a citar[1] a Antonin Scalia, que se dice es juez de la Corte Suprema de EEUU (sin embargo, Milton Juica, ministro de la Corte Suprema chilena, señala que Scalia trabaja en “una corte constitucional, no ve asuntos de corte penal”[2]).  El mentado gringo visitó Chile y hablo de lo que quiso, que es propio de los que se sienten dueños del Mundo.  En la edición del 05 de abril se reitera, siguiendo las palabras del mafioso del norte,  la idea de que los jueces deben ceñirse a la letra de las leyes y no interpretarlas.  Luego, en la misma Editorial nos encontramos con una sorpresa mayúscula, que citamos íntegramente, y que tiene relación con el “origen” de la institucionalidad vigente, es decir, con la constitución política de 1980: “El pacto no puede ser modificado sino por quienes lo convinieron (Poder Constituyente) y está destinado a vigencias de largo plazo”[3].  Es decir, el “poder constituyente” hace alusión al puñado de juristas, abogados, que redactaron la constitución, lacayos al servicio del conjunto de la patronal, en especial de la fracción monopólico-financiera, que ostenta la hegemonía al interior del bloque en el poder desde 1975.

         Por otro lado, en las páginas de “El Mercurio” encontramos un artículo escrito por Genaro Arriagada Herrera, que tiene consonancia con lo escrito por Pablo Rodríguez en la edición del 22 de marzo de 2015 (titulado “Defensa del lucro”).  El artículo de Arriagada, connotado militante del Partido Demócrata Cristiano PDC, se llama “Una moral para empresarios”[4].  El escrito comienza con una pregunta decisiva en cuanto a la Tesis que se quiere demostrar y defender: “¿Cómo fue que el comercio, la banca y otras actividades similares, generadoras de dinero, devinieron en honorables en un cierto momento de la historia moderna, después de haber sido condenados o despreciados por siglos como codicia, amor al lucro o avaricia?  ¿Qué droga consume este conspicuo militante del PDC? ¿En qué planeta vive este señor? Porque es cierto, estaremos asistiendo a los peores momentos de reflujo de la conciencia de clase, pero si se le pregunta a millones de mortales qué opinan sobre esas “honorables” profesiones y la respuesta será unánime.