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miércoles, 27 de diciembre de 2017

ENTREVISTA AL ACTOR NELSON VILLAGRA


Nelson Villagra (Chillán, 1937), actor que protagonizara la afamada película “El Chacal de Nahueltoro”, fue considerado en 2002 como el mejor actor nacional del siglo XX. Actualmente se encuentra radicado en Montréal, Canadá. Su extensa carrera cinematográfica comenzó en 1967 con el film “Regreso al silencio”, dando inicio a una exitosa carrera, que incluye participación en obras de teatro y algunas series de televisión. Cuando se van a cumplir cincuenta años de su película más emblemática, y más de sesenta de actividad artística, Punto Final conversó con él (nº 890/dic. 8 de 2017)

En Blog de Alejandro Lavquén –public. 18/12/17
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EL CATALEJO DE NELSON VILLAGRA
(Entrevista)

Pronto se cumplirán 50 años del film “El chacal de Nahueltoro”, un hito en la cinematografía nacional ¿Pensaste alguna vez que la película tendría la trascendencia que ha tenido?

Pensando que he hablado tantas veces sobre el film, te ofrezco una visión inédita: Mi intervención en el Cementerio de San Carlos (Ñuble), cuando decidí poner una placa de bronce recordatoria en el nicho de Jorge del Carmen. Puedes utilizar fragmentos o completo si lo prefieres. Quise hacer de aquello una ceremonia privada pero se transformó en un evento público, con mucha gente, cine vídeo, corresponsales de TVN, en fin.

En tu carrera has trabajado dentro y fuera de Chile ¿Cuál es tu balance tras más de cincuenta años de carrera?

Comencé mi vida artística en Chillán cuando tenía 13 años de edad, y considerando que mis maestros, Ciro Vargas Mellado y Enrique Gajardo Velásquez (hoy fallecidos y ambos Premio Municipal de Arte), me entregaron sólidos conocimientos éticos, artísticos y culturales, puedo decir que he cumplido 67 años de labor artística. Y mi balance es que nunca me propuse hacer de mi actividad artística una carrera. Supongo que fue un error, y una cierta ingratitud por lo que me fue dado por naturaleza: siempre fui solicitado para trabajar, no tuve que golpear puertas. Quizás eso ha jugado en mi contra. Ahora bien, tal como enfrenté mi actividad como actor, siento que mi profesión me enriqueció muchísimo espiritualmente. La ficción artística es un trabajo que en definitiva se construye y realiza más allá de la razón. Y el hecho de haber trabajado en diferentes geografías físicas y humanas me permitió conservar una visión autocrítica y crítica que me ha defendido de frustraciones radicales de diversa índole.

Entre 2001 y 2012 participaste en algunas teleseries chilenas ¿Has pensado volver a integrarte a alguna de ellas?

No tengo nada en contra del género teleseries, mientras tenga la prerrogativa de elegir. Aunque digo sinceramente que su calidad en Chile no siempre es aceptable. De manera que si aspiras a un contrato en TV por dos o tres años, corres el riesgo de trabajar en alguna teleserie de mala calidad. He sido espectador de algunas que sólo contribuyen a la subcultura de la idiotez. Otras, no obstante, han alcanzado un nivel sorprendente. Un contrato más o menos estable en TV no te permite elegir. Y sin embargo es el trabajo en teleseries lo que te permite vivir holgadamente en el país. Comprobado esto personalmente entre 1997-2003, decidí volver a Montréal, preservando mi derecho a elegir. Con el dinero ahorrado logramos comprar una amable casita y en ella vivimos felices con mi mujer, rodeado de queridos familiares. No vivimos holgadamente como en Chile, sino “organizadamente”, pero protegido mi concepto del sentido cultural que le atribuyo a mi profesión. Es cierto que mi regreso a Montréal tiene otras complejidades además de lo dicho, complejidades que han criticado y autocriticado numerosos sectores en Chile. Sin embargo por razones de trabajo he estado regresando al país intermitentemente entre 2004-2012.

¿Cómo evalúas el desarrollo del teatro y del cine chileno en la actualidad?

No es mucho lo que puedo decir debido a mi ausencia, menos aún en teatro. Sin embargo por el hecho de ser miembro del Comité de Selección de las películas chilenas que aspiran a participar en festivales internacionales, he logrado ver varias producciones. Es un hecho que la factura técnica adquirida por nuestro cine ha alcanzado un estándar internacional. Directores, actores y técnicos han logrado magníficos reconocimientos internacionales. Sin embargo pareciera que nuestro cine tiene mejores resultados en el exterior que en los circuitos internos de exhibición. ¿Será necesario indagar con más habilidad y profundidad nuestra realidad nacional y mejorar la dramaturgia?

¿En 1973 debiste partir al exilio, a Cuba, donde hiciste cine, cómo fue esa experiencia?

Entre 1975 y 1986 el cine en Cuba había madurado suficientemente como para provocar la admiración del espectador internacional. Pero lo más importante: el cine de Cuba le gustaba al espectador cubano de esos años (desconozco sus resultados actuales), se sentía identificado con la ficción cinematográfica. Claro, es cierto que ese interés estaba estimulado además por un activo movimiento cultural-artístico que se desarrollaba en toda la Isla. Y como dicen que dijo Máximo Gómez – patriota de la guerra de Independencia -: “Si los cubanos fueran transparentes comerían fideos de oro”. Es decir, al cubano le gustaba su Ser, y le gustaba su Revolución. La gran mayoría de cubanos estaban orgullosos de su Revolución, de sus líderes. En un ambiente como ése era una delicia trabajar con los directores, actores y técnicos cubanos. Tenían talento pa’ regalar, chico.

En 1979 interpretaste a un torturador en la cinta de Sergio Castilla “Prisioneros desaparecidos”, que en Chile circuló clandestinamente ¿Cómo fue esa experiencia?

Cabrona, una experiencia cabrona. Intentar meterme en el alma de un torturador resultó para mí similar a una excursión solitaria que había hecho muchos años antes a una cueva oscura en Lebu: llena de fango y ecos extraños. Un ser humano manipulado por el fanatismo – político en este caso -, justificado ante sí mismo por un discurso de patriotismo sublime, del deber sagrado, sagrado, la mitología del deber sagrado, el arquetipo del deber, mitología pura, pero por eso mismo tan poderoso, tan salvaje, tan irracional, trampa terrible de la cual sólo te puede salvar la muerte. La muerte tuya o de la víctima. El poder mezclado con la convicción, generalmente comete acciones aberrantes, individual y/o colectivamente. La ideología y la teología en ese nivel suelen confundirse.

Como actor participaste en teatro junto a Víctor Jara y viviste el sueño de la Unidad Popular ¿Cómo que te late hoy aquel Chile?

No escucho sus latidos. En mis viajes a Chile entre 1989-2012 he acercado el oído al pecho del paciente y aquello ya no late. Es lógico. Otros latidos comienzan a surgir, como espasmos por ahora. La pantalla de la clínica muestra algunos pik y luego líneas lisas. Dicen que la historia de cuece en “olla de greda”, lentamente, con nuevas y desconocidas recetas...

¿Sigues creyendo en el artista comprometido? Te lo pregunto en el sentido de que hoy muchos se arrepienten de su pasado militante y reniegan, como en el tango, con “la vergüenza de haber sido, y el dolor de ya no ser”.

No niego que de vez en cuando me pongo a cantar “Cambalache”, no sólo pensando en Chile. En todo caso, detrás nuestro hay muchos muertos y demasiados desaparecidos. Siempre he estado abierto a recibir la crítica de haberme equivocado tácticamente, junto a muchos (al respecto tengo algunas autocríticas heréticas que no viene al caso mencionar). Actualmente me permito dudar en que quizás el socialismo en su versión ortodoxa no haya sido ni sea la solución. Reflexión que no requiere lucidez visto que del “campo socialista” hoy no queda ni la sombra. Y lo que resta, busca descentralizar su economía organizadamente. Así es que me permito dudar. Sin embargo en lo que no tengo dudas es en que el capitalismo tampoco ha sido ni es la solución. Y obvia y humildemente, admito que serán otros, otra generación que buscará quizás no la “solución perfecta” sino tal vez la imperfección equitativa.

Sabemos que otro de tus amores es la música. De hecho eres autor del himno del MIR “Trabajadores al poder” y en el exilio trabajaste junto al grupo ¡Karaxú!

La verdad es que me acerqué a la música con el restrictivo interés de servir a la AGP partidaria (agitación y propaganda). Te envío la carátula de un casete que le envié a René Largo Farías para el plebiscito. Y sí, Trabajadores al Poder fue una “tarea política” que me encargó Edgardo Enríquez (compañero Simón), y efectivamente, de manera espontánea,  se convirtió en el himno del MIR.  

¿Piensas regresar a radicarte en Chile, o ya ese Chile que añoras o que quisieras ver es imposible?

No pierdo las esperanzas de ver un Chile mejorado que sea capaz de superar la subcultura del consumismo, y que al menos la equidad social sea el mínimo que se logre en un futuro próximo. La Revolución Cultural tal vez sea la llave a largo plazo que extinga los fantasmas de la desconfianza social. Y al mismo tiempo quizás extirpe la angustia de quienes han logrado un estatus medio que diariamente temen perder. ¿Radicarme allí? En mi país hay una impunidad para ciertos sectores que apesta, que acrecienta la desconfianza en el día a día. Desde la distancia me basta con mi imperecedero sentimiento de ser chileno.

¿Te mantienes al tanto de la realidad chilena? ¿Cuál es tu visión del Chile actual?
  
Leo las noticias dos o tres veces por semana. ¿Mi visión? Similar al descontento que exponen quienes no se han obnubilado con el Iphone y los productos de “última gama”.


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