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domingo, 4 de junio de 2017

50 AÑOS DE LA GESTA DEL CHE: SU CRUCIAL PASO POR MEXICO

México, 1956: Che, sentado, 2º desde izq; Fidel, de pie, con la flecha

“De médico a guerrillero en el DF”


“Charlé con Fidel toda una noche. Y al amanecer ya era el médico de su futura expedición"
E. G. de la S. en Revolución

La Ciudad de México cambió de manera estrambótica la vida del futuro guerrillero, aquí conoció los preparativos de la Revolución Cubana, el amor, la cárcel, la familia, los estudios, el trabajo, las armas, el deporte, sobre todo se hizo soldado sin dejar de ser médico. Por eso recordamos algunos pasajes de Ernesto “Che” Guevara en la capital chilanga.

Nombrado como el “Che” en México

Tras recorrer Argentina, Chile, Perú, Colombia, Venezuela, Bolivia en motocicleta, trabajó en un leprosario en el Amazonas. De ahí llegó a Guatemala (1953) y coincidió con un grupo de cubanos que participó en el ataque al cuartel Moncada el 26 de julio y que escapaba de la isla. Decidió venirse a México con ellos, encabezados por Antonio “Nico” López. Lo llamaban “Ernesto Guevara” y como los argentinos le dicen a los demás: “Che”, los cubanos comenzaron a llamarlo así.

Médico de corazón

Al llegar a México, Ernesto Guevara trabajó como voluntario en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en el área de alergología del Hospital General, tres veces a la semana, sin cobrar un solo peso. En ese tiempo escribía el libro La función del médico en América Latina.

Legionario Masónico

Cuando tenía 27 años conoció a Raúl Castro en la Ciudad de México. En ese momento el hermano de Fidel huía de Cuba tras ser acusado de instalar bombas. Después le presentaron a Fidel Castro, quien rondaba los 29 años. El primer encuentro ocurrió una noche de julio de 1955, en la calle José de Emparán, en la casa de la cubana María Antonieta González. Ernesto se integró a la Legión Masónica del Valle de México del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, en un centro ubicado en Sadi Carnot número 75, colonia San Rafael, delegación Cuauhtémoc.

Fotógrafo de niños y vendedor de juguetes

A la par de su trabajo voluntario en el IMSS y de las investigaciones médicas, Ernesto fue fotógrafo de prensa de la Agencia Latina de Noticias. Ganaba $700 pesos mensuales. Se le asignó la cobertura de los II Juegos Panamericanos en la Ciudad de México, del evento deportivo esperaba obtener $4000 pesos. Sin embargo, la agencia informativa cerró, por lo que para cubrir sus necesidades tuvo que fotografiar a niños en la calle San Juan de Letrán (hoy Eje Central, se colocaba a la altura de los Churros El Moro). Incluso llegó a vender juguetes en las calles durante las últimas semanas de 1954.

Devorador de libros

Rentaba un departamento en la calle Bolívar, en el Centro Histórico. Recorría la calle de Gante, donde se ubicaban algunas armerías y una de sus librerías favoritas que hoy ya no existe. Su amigo Julio Roberto Cáceres, con quien llegó a México, trabajaba como velador en la librería del Fondo de Cultura Económica. Durante la noche, Ernesto lo acompañaba, tomaba libros de los anaqueles para leerlos sin comprarlos. Estas visitas le ocasionaban problemas en su relación con la peruana Hilda Gadea.

Romanceaba en la Condesa

En una carta, el argentino escribió a uno de sus amigos: En relaciones públicas sigo más o menos igual. Sin haber hecho una amistad intelectual o sexual que valga la pena. Sin embargo, al iniciar su noviazgo con Hilda Gadea, debía visitarla en la colonia Condesa. Ella rentaba un departamento en la calle Pachuca número 108, lo hacía junto con su amiga Lucila. Hilda quería una casarse con Ernesto y formar una familia, pero él estaba interesado en sólo tener una relación intelectual y sexual, mas no amorosa ni permanente. Cuando iban al cine, el futuro guerrillero prefería las películas de Mario Moreno “Cantinflas”.

Alumno de la UNAM

El “Che” no realizó examen de admisión a la UNAM; sin embargo, logró entrar a clases de Economía como “oyente”. Existen fotografías de Ernesto con Hilda Gadea en Ciudad Universitaria. Asistía a la Hemeroteca Nacional a leer sobre el asalto al cuartel Mocanda y se sumó al Movimiento 26 de julio. Años después, los estudiantes cambiaron el nombre del auditorio “Justo Sierra” de la Facultad de Filosofía y Letras por “Ernesto ‘Che’ Guevara”.
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“Fidel Castro y el Che, detenidos”

El Archivo General de México guarda el informe secreto sobre la captura en junio de 1956 del líder cubano y de Ernesto Guevara


Fue rápido. La Dirección Federal de Seguridad sabía bien lo que hacía. Dentro del Packard verde, modelo 1950, iban cinco hombres. En el cruce de la calle de Mariano Escobedo con Kepler, tres bajaron. Uno era alto y corpulento, de paso firme. A distancia se advertía que era el líder. Cuando iba a perderse en las sombras, los agentes que le seguían se lanzaron a por él. El hombre alto, al verlos venir, echó mano a su automática. Pero antes de que pudiera sacarla, ya tenía una pistola besándole la nuca. Si en aquel instante el policía hubiese apretado el gatillo, la historia de América habría cambiado. Aquella noche del 21 de junio de 1956, en esa esquina de la Ciudad de México, Fidel Alejandro Castro Ruz acababa de ser detenido sin un disparo. Tenía 29 años y una revolución por hacer.

Fidel y el Che detenidos, junio de 1956
La célula cubana había caído. En pocos días fueron apresados 22 castristas. El nudo de la trama se ubicaba en el número 49 de la calle de Emparán, donde vivía la opositora peruana Hilda Gadea. Su esposo fue el más desafiante ante la policía y, a diferencia de sus compañeros, se declaró marxista-leninista. Era asmático, argentino y pobre. Se llamaba Ernesto Guevara de la Serna.

Después de tres días de interrogatorios, el cerebro de la redada, el capitán Fernando Gutiérrez Barrios, redactó su informe sobre la “conjura contra el Gobierno de la República de Cuba”. El texto, de cinco folios mecanografiados y guardado en el Archivo General de México, se ha convertido, desde que fue desclasificado, en un documento clave para comprender la génesis de la revolución castrista, pero también el ambivalente papel de México en el hervidero de la época y que el propio Gutiérrez Barrios encarnó como nadie. El capitán, que sería jefe de los servicios de inteligencia, conjugó a lo largo de su imperio la represión feroz a la izquierda mexicana con la acogida de destacados exiliados y prófugos de dictaduras. Algo que, a la postre, acabó haciendo con aquel carismático cubano que había caído en sus manos.

Castro había llegado a México en julio de 1955. Desde que descendió las escalerillas del DC-6 bimotor, su objetivo había sido preparar el regreso. Para ello había tejido una red de 40 fieles. Era el núcleo duro de una revolución. Una organización secreta que reclutaba y se entrenaba para el asalto final. “El objeto es capacitarse militarmente para integrar mandos que dirijan en su país a los descontentos”, señala el documento. Los instructores eran el mismo Castro, y el antiguo coronel de la República española Alberto Bayo Giraud. Las clases se impartían en el rancho Santa Rosa, en Chalco, e incluían “prácticas de tiro, topografía, táctica, guerrilla, explosivos, bombas incendiarias, voladura con dinamita…”.

El informe, en el que se atisba cierta admiración por el “dirigente máximo” cubano, muestra que Castro era el eje de toda la maquinaria. Él clasificaba a los reclutas por su rendimiento, disciplina y cualidades para el mando. Incluso, en un anticipo del control omnímodo que luego practicaría en Cuba, reglamentó con detalle la vida en el interior de la “casa residencia”. “[Castro les] hace ver que para estar preparados a una acción armada se necesita una disciplina estricta”.

De poco sirvió la advertencia. Gutiérrez Barrios, de un manotazo, había dejado todo al descubierto: pisos francos, armamento, correspondencia, claves, fondos, contactos, financiadores…, hasta los incómodos cuestionarios que los revolucionarios debían cumplimentar dando cuenta de sus compañeros. Con este material en su poder, el futuro de Castro y su revolución dependía del maquiavélico capitán. Y este jugó sus cartas. En sus conclusiones descartó cualquier nexo con el Partido Comunista, minimizó la importancia de las armas requisadas (“pocas y fáciles de adquirir”) y enfatizó que se trataba de un “grupo opositor independiente” que solo buscaba derribar a Fulgencio Batista: “Dicen contar con el 90% de la población de su país y señalan que el pueblo cubano […] ha recibido gran cantidad de armamento”.

Un mes después, Fidel y el Che quedaban libres. Gutiérrez Barrios sería en adelante su amigo. México también. A primera hora del 25 de noviembre de 1956, bajo una lluvia fría, el Granma zarpaba desde Tuxpan rumbo Cuba. Daba comienzo la revolución.

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¡Hasta la victoria siempre!

                                                             Colectivo Acción Directa CAD -Chile

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