Un sistema económico-social tan desigual
e injusto para con la inmensa mayoría nacional como el que se impuso y campea
en Chile desde hace 44 años, de dominio del capital monopólico financiero, sin
duda requiere para su mantención y reproducción que las fuerzas políticas del
duopolio establecido en 1990 no lleguen a cuestionar sus bases y que, al
contrario, propendan a su vigencia. No obstante, seguimos escuchando sandias y
vacuas conceptualizaciones respecto al patrón en vigor, como que esta es la tierra
donde campearía el "modelo neoliberal” o que estaríamos asistiendo a la “civilización
neoliberal”
Lo que sus
confundidos testaferros -sean de la izquierda tradicional o de la ‘inquieta’- no
saben o parecen desconocer, es que el término “Neoliberalismo” surgió hace
mucho y del otro lado de la brecha. Es un vocablo propio de la Lengua de los
Señores, de los Amos, de los Patrones.
Ludwig von Mises lo apunta por vez primera
en su obra “Liberalismus” (1927) [1],
como “neuen liberalismus” y lo
reserva para diferenciar el liberalismo decimonónico (más bien la economía
política clásica capitalista, cuyas ‘bondades’ pulverizara Marx) de las nuevas
variantes medio socialistas de dicha teoría (el austrohúngaro aborrecía todo lo
que oliese a socialismo). No obstante, dicha frase queda traducida como “neoliberalism” en su posterior versión
inglesa, de donde provino la impostura
castellana. Asimismo, Louis Baudin, en uno de sus trabajos [2], explica
que aquel término se habría impuesto en medio de un coloquio de
neoconservadores (autodesignados “liberales verdaderos”), realizado en 1938, y
que este mote se utilizaría para remontar el descrédito que implicaba entonces
el “liberalismo”. También, estaría asociado a otro artefacto ideológico de los
neoconservadores, llamado “economía social de mercado” [3], y por último, se
relaciona con la escuela neoconservadora italiana de entreguerras.