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miércoles, 18 de mayo de 2016

EL MOVIMIENTO DE TRABAJADORES ANTE LA DISYUNTIVA…


O AVANZA POR LA SENDA DE LA LUCHA Y LA UNIDAD O ACEPTA LO QUE VENGA

Luego del hito del pasado 1º de Mayo, cuando l@s trabajador@s más jugados con la clase superaron en cantidad a aquellos que siguen a los amañados dirigentes de la CUT, el movimiento de los explotados y el sindicalismo clasista se enfrentan a una vital disyuntiva sobre su futuro

Nunca el movimiento de trabajadores las ha tenido fácil en este país capitalista y clasista. Bien lo atestiguan las movilizaciones por sus derechos que fueran trágicamente finiquitadas por la represión del Estado burgués, como en las huelgas de los portuarios de Valparaíso, en 1903; de la carne, en Santiago, en 1905; en las salitreras, donde destacan las masacres de la escuela Santa María de Iquique, en 1907, San Gregorio, en 1921, y las de La Coruña y Marusia, ambas en 1925; la quema del local de la FOM, en Punta Arenas, en 1920; la masacre de la Plaza Bulnes, en Santiago, en 1946; el crimen masivo de mineros de El Salvador, en 1966; la vil matanza de trabajadores de la CMPC y ferroviarios de Laja–San Rosendo a manos de carabineros y civiles fachos, 7 días después del fatídico Golpe militar del 11 de septiembre de 1973; etc.   

La dictadura cívico-militar tuvo largos 17 años para llevar a efecto su labor de destrucción de la organización y la consciencia del sindicalismo más ofensivo. Fue bastante efectiva, pues segó la vida de la mayoría de los dirigentes nacionales, intermedios y de base más consecuentes, a otros los dejó con graves secuelas represivas y se jugó a fondo por acorralar al conjunto del pueblo trabajador mediante la represión intra y extra laboral.  

Costó una enormidad levantar en aquel contexto un movimiento sindical consecuente, independiente y democrático. Sólo a partir de 1978 se evidencia una reanimación de él, en brazos de esforzados militantes de la izquierda revolucionaria. Seguirían los ciclos de las multitudinarias Protestas Nacionales, a la par del impulso de varias organizaciones sindicales, signadas por la impronta de la Resistencia Popular o por la de los sectores de la “oposición burguesa” a la dictadura.

La derrota político-material en 1986 de la salida rupturista y revolucionaria al régimen de excepción burgués significó, al mismo tiempo, la hegemonía de los sectores que apostaban a la salida política negociada al mismo, implicando la aceptación de las bases económica, política y social que aún perviven en nuestra formación. Claro que esto último venía de la mano con el despliegue, la interior del mundo de los trabajadores, de una central única que se pondría al servicio de esa falsa transición y que apaciguaría cualquier atisbo de rebeldía entre las bases.   

Hoy, en otras condiciones -y menos mal que es así-, aquell@s que se inscriben o simpatizan con un sindicalismo de clase y consecuente superaron en cantidad a aquellos que aún se sienten representados por la oficina de asuntos laborales del gobierno conocida como Central Unitaria de Trabajadores CUT.

Sin embargo, nuestro movimiento se enfrenta a múltiples desafíos y amenazas. La reforma laboral emprendida por la Nueva Mayoría (NM), criticada con el tejo pasado por la derecha y la patronal, forma parte de una escalada que amenaza a los/as trabajadores/as y al movimiento sindical chileno. Con o sin aprobación de la titularidad sindical, el proyecto legal busca, ante todo, constreñir las peleas de los sectores de trabajadores ligados directamente a aquellas áreas que son muy sensibles para el despliegue y reproducción del actual patrón capitalista, primario exportador con ventajas comparativas: los contratistas de la gran minería del cobre; los portuarios; los forestales, pero también apunta a neutralizar a todos aquellos que pretendan entorpecer el desempeño del gran capital monopólico financiero; entiéndase los negocios de los Paulmann, los Luksic, los Angelini, los Falabella, los Yarur, los Matte, los Piñera, los Saieh, los Ponce Lerou.

El pasado 1º de Mayo, cuando los/as trabajadores/as conscientes de Chile demostramos una gran presencia y fuerza, debiera ser una señal clara para los dirigentes ‘alternativos’, para los activos democráticos y para los sectores más conscientes de que es hora de pasar a la ofensiva, construyendo al fragor del combate un sindicalismo legítimamente de base y afincado en esta; democrático en su constitución, toma de decisiones y en su visión de la nueva sociedad que debemos edificar con las demás fuerzas del campo popular; claramente opuesto al poder y las prácticas del bloque constituido por la derecha económica y política, aliada ésta estratégicamente con el grupo mantenedor del sistema de dominación y explotación encarnado por la NM; un sindicalismo clasista que en ningún caso puede entrar a conciliar con las expresiones políticas –partidos, congreso, ONG- o legales –reformas, nuevas leyes, procesos negociadores- provenientes del campo de sus enemigos de clase; un sindicalismo decidido a no prestar su apoyo a las políticas y organismos –OIT, ONG manejadas por la NM y la derecha- que buscan dar un ‘rostro humano’ al inmisericorde sistema de desarrollo capitalista impuesto en Chile y el resto del sistema capitalista mundial.      

En lo presente y futuro, la lucha y organización de un movimiento que de verdad represente a los/as trabajadores/as se puede dar en torno a diversos nodos: desde el sindicato, agrupación de estos, federaciones, confederaciones, por frentes y sectores productivos y/o de servicios. Nos parece que son dos las vías de desarrollo de éste sindicalismo clasista, consecuente y rupturista, que avanzan de manera simultánea y combinada: una, que va por el lado de levantar un nuevo referente de los/as trabajadores/as y que represente el aspecto orgánico de él; y otra, la cual haga efectiva la unidad con las demás fuerzas sociales del campo popular implicadas en la coyuntura: estudiantes, pobladores, pueblos originarios en pie de lucha, medioambientalistas, etc. Con todo, se requiere que las direcciones de las diversas instancias organizativas de los/as trabajadores/as sean renovadas, pasando a manos de dirigentes que en la práctica se la hayan jugado por los derechos de los explotados, electos en forma democrática, con posibilidad de revocarles en caso que se enchuequen, que no se transformen en ‘funcionarios’ sindicales; en suma, que no sean como los dirigentes apernados y las instancias seudo-sindicalistas tipo CUT que tanto criticamos.   
   
No seamos ingenuos ni llamemos a los pueblos y los trabajadores a que actúen como borregos; no existen atajos o caminos falsamente expeditos en esto de la lucha por la liberación social y el fin de la explotación. Los procesos eleccionarios propios del sistema de domianción; es decir, no relacionados con la designación democrática de dirigentes y de toma de decisiones informadas, históricamente han demostrado su inutilidad para los objetivos de la lucha de la mayoría explotada. No será la redacción de una nueva constitución o la elección de éste o aquel candidato a concejal, alcalde, congresal o presidente los factores que vengan a suplantar la necesidad de organización y de ofensiva rupturista de los explotados y oprimidos en el camino de su emancipación.  

Por cierto que cada trabajador/a es un poblador/a y a su vez puede ser un/a estudiante, un/a mapuche, un defensor de su entorno vital y cultural, etc. Es decir, todos/as, directa o indirectamente, somos potenciales afectados por el actual sistema de dominación y explotación, y –por tanto- debemos participar en el proceso de lucha y liberación social de la mayoría oprimida desde la trinchera que nos toque en suerte. Con lo anterior, seamos claros, no estamos afirmando que el proceso de combate y de organización populares se deban circunscribir al ámbito territorial, de vivienda de los/as activos/as democráticos/as; antes bien, este es una instancia de aquel proceso, indispensable, pero no el único. Para dar batallas más efectivas, sin duda que el movimiento popular requiere desplegar sus luchas en todos los niveles y planos del conflicto de clases, en todos los centros de trabajo, de faena, en universidades, liceos e institutos, en todos y cada uno de los frentes sociales, en Chile y el exterior. La generación de ese tejido social clasista y combativo, de la Resistencia Popular, descansará y se expresará en el Poder Popular, en el contrapoder de los explotados y oprimidos de éste país.     

Hoy más que nunca, los/as trabajadores/as deben fundir sus luchas con las de los estudiantes, los pobladores, los cesantes, los mapuche, las instancias que promueven y lidian por los DDHH, los defensores de los territorios y del medioambiente. Dicho proceso de agrupación de los/as que luchan es una necesidad vital con vistas a potenciar todas las demandas y luchas parciales, permitiendo así superar el actual aislamiento de estas y lográndose en su transcurso la constitución de la alianza político-social por los cambios de fondo en nuestro país; de conformación del actor social popular de la revolución.

Convocamos a todos/as los/as activos/as democráticos/as y revolucionarios/as para que, mediante todas las vías posibles, alentemos a ese pueblo trabajador para que se unifique democráticamente, le pegue la patá en la raja a la burocracia PC-PS-PPD-PDC-PR de la CUT y comience a avanzar de una buena vez por la senda de la lucha anticapitalista y por la liberación social.       

Nuestro llamado es a que juntos, los pueblos y los/as trabajadores/as de Chile, avancemos por la senda de la lucha clasista y sin cuartel contra nuestro enemigo común. Para ello contamos con los ejemplos heroicos de Rodrigo Cisterna, de Juan Pablo Jiménez, de Marco Cuadra y de Nelson Quichillao, sin olvidar a todos/as los/as caídos/as durante la lucha antidictatorial y a aquellos/as que lo han hecho en estos 25 años de falsa democracia. 

¡Ningún Acuerdo o Reforma a Espaldas
de los Pueblos y l@s Trabajador@s!
¡Sólo la Lucha y la Unidad Nos Harán Libres!

Colectivo Acción Directa CAD -Equipo Sindical
Mayo 18 de 2016

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