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lunes, 2 de mayo de 2016

ALGUNAS LECCIONES A 10 AÑOS DE LA REVOLUCION PINGUINA


El siguiente es un análisis sobre la gran movilización de estudiantes secundarios de 2006 –que arrastró a universitarios e incluso de básica-, conocida como ‘Revolución Pingüina’, la que lamentablemente no logró consumar sus objetivos políticos. Ello es una lección para las presentes luchas estudiantiles, en que el sebo oficial para detener el movimiento es una gratuidad que no es tal, pero que hace bajar la guardia a amplios sectores  

“Aprender es descubrir que algo es posible” 
–Frit Perls
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CONTRA LA EDUCACIÓN DE MERCADO,
ESTUDIANTES REBELDES Y ORGANIZADOS


En el marco de un necesario balance de las movilizaciones de los estudiantes secundarios en 2006, sostenemos que ésta resultó ser una derrota más. La L.O.C.E. [Ley Orgánica Constitucional de Educación –nota del CAD] fue cuestionada, pero sólo para ser posteriormente remozada agregando unos cuantos remaches semánticos, cuerpos fiscalizadores e indicadores de eficiencia. Los cuales en su conjunto son ajenos al sentido de transformación profunda del sistema educacional que los estudiantes manifestaron con energía en las protestas. No obstante, sí se pueden considerar como victorias importantes al menos dos aspectos: por un lado, se hizo recordar que es posible alzarse como pueblo exigiendo cambios y ejerciendo directamente lo que nos han negado; y por otro, la respuesta del gobierno nos deja grandes lecciones para las futuras luchas sociales. Aquí, nos referimos a un triunfo en cuanto a acumulación de experiencia y saberes imprescindibles para el proceso de formación de todo movimiento social.

En ese sentido, la derrota inmediata – en el plano de las demandas – puede ser elaborada como una victoria política, en la medida que se privilegie una política centrada en los procesos de construcción de fuerza social antagónica al modelo imperante. Allí es donde se juega la pertinencia de la existencia de organizaciones permanentes, que sepan también moverse más allá de los ritmos cambiantes de la coyuntura, en los niveles sociales y/o políticos.

El ejercicio masivo de los estudiantes logró impregnar, ya no sólo en el movimiento popular organizado, sino en gran parte de las mayorías que viven las miserias de las riquezas de unos pocos, el descontento ante las desigualdades de la educación chilena. No era cuento nuevo eso de que ella no hace más que producir, reproducir y profundizar las desigualdades sociales mediante diversos mecanismos, pero sí es historia nueva que gran parte de la población haya tomado la iniciativa con sus manos frente a la indiferencia –durante décadas- de los administradores políticos del modelo del gran capital chileno. Por esto, no surtieron efecto por un momento las tácticas deslegitimadoras que usualmente práctica el gobierno: quisieron llamarnos lumpen, pero éramos la mayoría quienes protestábamos por el derecho a la educación; quisieron negarnos nuestro carácter político al argumentar que no teníamos capacidad de plantear propuestas serias, pero hoy vemos como las definiciones de miles de asambleas fueron mucho más profundas que un vergonzoso informe encargado a los intelectuales y tecnócratas de la corte del gran capital, blanqueado con la participación cosmética de dirigentes sociales en el Consejo Asesor Presidencial.

Cuando nada parecía funcionar, llegó la hora de los expertos elegidos mediante una cuidadosa ponderación de equilibrios partidarios, que junto al actor social “pintoresco” discutirían el futuro de la educación. El resto ya es historia: un emotivo acuerdo entre las dos derechas que selló una pirueta política sorprendente que cambia algo para dejar todo igual. Después de todo, cabe preguntarse si existía alguna otra posibilidad, ¿o acaso alguien pensó que en el Congreso se iba a cuestionar graciosamente el carácter capitalista de la educación en Chile? Sería como pedirles propiciar que la gente se “confundiera”, desordenando la casa para exigir lo que antes era irremediablemente una mercancía siendo en realidad un derecho: vivienda, salud, educación, trabajo digno, y quién sabe quizás qué más vendría después.

Luego en 2008, las circunstancias del juego partidario en el Congreso abrieron la posibilidad de darle alguna utilidad al problema de la educación: un escándalo de subvenciones sirvió para que la derecha esgrimiera su poder por sobre la Concertación gracias a su “nueva mayoría” -un enroque oportunista entre dos bloques políticos que al final son lo mismo-. El tema de fondo no fue puesto en cuestión: todo se mostró como deficiencias en la gestión y fiscalización. El problema real de la educación es más profundo que eso: el lucro que le da un carácter de mercancía y mera inversión individual; la municipalización que supone una competencia absurda si consideramos las diferencias de ingresos de las municipalidades; excesivos criterios de competencia para un sector que se mueve con otros; etc. Las propuestas de los sectores del pueblo organizado están sobre la mesa desde hace mucho tiempo, así que no es necesario repetirlas acá.

Entonces, ¿por qué la movilización secundaria no llegó a buen puerto a pesar de sus grandes méritos? Se puede aducir que unificarse en torno a derribar la L.O.C.E. era algo sumamente limitado, que daba un margen de maniobra muy amplio al gobierno o que incluso no tocaba en absoluto a las prácticas concretas –situadas más acá y más allá de las leyes- que erigen la educación actualmente. O bien sostener que el gran error fue haber negociado con el gobierno. Sin embargo, las razones son varias, y acá es imposible abarcarlas. Lo importante a tener en cuenta es que es tarea fundamental de las organizaciones sociales-políticas realizar este ejercicio: que el movimiento estudiantil y el campo popular elabore las lecciones históricas que lo fortalecen para devolver el golpe. Hay que considerar dicha movilización como un punto de inflexión a partir del cual debemos repensar el movimiento y nuestras organizaciones.

Hay una convicción que parece emerger de todo esto: es imprescindible el movimiento de masas con objetivos claros, y esto solo se logra con trabajo de base serio, responsable y, desgraciadamente, más lento de lo que se espera. Los atajos no hacen más que alargar el camino, obstaculizando el avance. El trabajo de base no es únicamente una herramienta circunstancial, es el sustento para recomponer las fuerzas del movimiento estudiantil y popular.

A la vez, es un requerimiento urgente que el conocimiento producido en nuestros espacios deje de ser un ejercicio intelectual vacío que gira sobre sí mismo, para posicionarse como un arma contundente que nace de nuestra labor como estudiantes –o académicos comprometidos con el cambio social-, pero que se genera desde el pueblo y sus organizaciones, en un movimiento solidario de unidad y convergencia social.

Construyendo Organización Estudiantil y Popular
TRASEN
– 04/08 -


¡Tod@s Por Una Educación Pública Gratuita y de Calidad al Servicio del Pueblo!
¡Sólo la Lucha y la Unidad Nos Harán Libres!

Colectivo Acción Directa CAD –Equipo Estudiantil
Mayo 2 de 2016

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