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domingo, 20 de marzo de 2016

ESTO NO ES ‘NEOLIBERALISMO’; ¡ES PURO Y SIMPLE MONOPOLISMO!

EL MONOPOLISMO TRANSNACIONAL, ETAPA DE TRANSICIÓN A LA FASE IMPERIALISTA II, Y EL PROCESO DE TRANSNACIONALIZACIÓN

(O porqué debemos poner fin al uso de los artefactos ideológicos
“neoliberalismo” y “globalización”)


“La marca del esclavo es hablar la lengua de su señor”
Publius C. Tacitus

“El primer gesto revolucionario es llamar a las cosas por su nombre”
Rosa Luxemburgo

Esta no es la primera vez, y seguramente no será la última, en que el CAD se refiere a lo que le parece la más pertinente caracterización de la actual fase de desarrollo del imperialismo y del subsecuente patrón de acumulación, impuestos con pleno éxito en el Sistema Capitalista Mundial por los sectores dominantes del centro superdesarrollado, en un proceso facilitado subordinadamente por los poderes locales.
En tiempos de repliegue de la lucha de clases, como los actuales, observamos con aprensión que la mayor parte de la izquierda no reformista ha incrementado el deterioro en la calidad de sus planteamientos y prácticas. En el origen de esta situación, se verifica la utilización de falsificaciones ideológicas y orientaciones políticas ajenas a los intereses de las clases dominadas (elementos que analizaremos en adelante), todo lo cual, antes que aclarar el difuso panorama que nos rodea y llevarnos a fortalecer las luchas populares, no hace más que favorecer a nuestros enemigos de clase. En este contexto, constatamos un par de falsificaciones notables, las cuales tienen su sustento en la deplorable práctica de importar, sin reparos, conceptos y razonamientos desde el otro lado de la trinchera, y que están constituidas por los conceptos ideológicos “NEOLIBERALISMO” y “GLOBALIZACIÓN”. Estos artefactos, desacertados y peligrosos por sus efectos político-ideológicos, han pasado a ser utilizados como “moneda de curso legal” por parte de la izquierda en su conjunto, la cual, tan  inútil como porfiadamente, intenta con ellos definir la práctica imperialista en curso.
La manida costumbre de hablar la lengua de nuestros opresores, inveterada en algunos sectores de la izquierda, se renueva en recientes análisis efectuados por parte de organizaciones hermanas. En sus afanes, estas orgánicas invocan aquellos conceptos de falsa conciencia para sorpresa y consternación no sólo nuestra, sino que también para desconsuelo de sectores populares más concientes, constatándose con ello que el retraso teorético y político llega inclusive a afectar a la otrora izquierda “inquieta”.


El objeto del presente trabajo, realizado con humildad y sin ánimo de aparecer como garantes de alguna sacrosanta verdad, no es otro que servir de invitación a una amplia discusión y a un análisis más científico y profundo de nuestra realidad, con el fin último de operar sobre esta con prácticas ideológicas y políticas efectivamente revolucionarias. De esta forma, replanteamos la convocatoria lanzada hace ya mucho tiempo por el CAD, orientada a la realización de un Gran Debate sobre nuestra formación económico-social, en un Congreso Político-ideológico revolucionario que engendre las mejores fórmulas para avanzar en la rearticulación del Movimiento Popular. Por ello, para comenzar a enmendar el rumbo, junto con Louis Althusser diremos que “Una sola frase puede resumir la función maestra de la práctica filosófica: ‘trazar una línea de demarcación’ entre las ideas verdaderas y las ideas falsas. La frase es de Lenin. La misma frase resume una de las operaciones esenciales de la dirección de la práctica de la lucha de clases: ‘trazar una línea de demarcación’ entre las clases antagónicas, entre nuestros amigos de clase y nuestros enemigos. (…) Línea de demarcación teórica entre las ideas verdaderas y las ideas falsas. Línea de demarcación política entre el pueblo (el proletariado y sus aliados) y los enemigos del pueblo. (…) Las realidades de la lucha de clases son ‘representadas’ por las ‘ideas’, las que a su vez son representadas por ‘palabras’. En los razonamientos científicos y filosóficos, las palabras (conceptos, categorías) son ‘instrumentos’ de conocimiento. Pero en la lucha política, ideológica y filosófica las palabras son también armas: explosivos, calmantes o venenos” [1].
Entonces, ¿Por qué no utilizar las armas de la teoría y de la filosofía, construidas por los instrumentos de análisis con que históricamente se han dotado los revolucionarios? ¿Por qué no comenzar a pensar y a construir desde nuestra realidad? ¿Por qué no dejamos de pensar como esclavos, comenzando por superar el uso de la lengua de nuestros dominadores? Hablemos nuestro propio lenguaje, el de los hombres/mujeres libres y decididos a conquistar un mundo mejor junto a nuestros pueblos, los trabajadores y los oprimidos de Chile. 

1.- INTRODUCCIÓN SEMIOLÓGICA Y DIALÉCTICA
Hemos de iniciar nuestra exposición, definiendo algunos conceptos que nos parecen pertinentes.  Son ellos parte del arsenal teórico que nos permite censar nuestra realidad y que nos servirán para la fundamentación de lo tratado en el transcurso de la presente elaboración. Sabido es, pero por sabido se olvida, que la Teoría Revolucionaria en América Latina, previo a los Golpes de Estado, había alcanzado algunas notorias aportaciones (contando con la inestimable y generosa ayuda de teóricos de otras latitudes). Se vuelve necesario, retomar y refundar esos avances.

1.1- Fase (aplicación): “Parece justificado reservar la palabra ‘fase’ para designar los dos grandes momentos del desarrollo de una formación social, a saber: 1] la de sus comienzos, es decir, la fase de transición en sentido estricto; y 2] la fase de la reproducción ampliada de la estructura. (...) Los estadios de esa formación se refieren, no obstante, a la coexistencia real de ciertas formas diferenciales y específicas del modo de producción capitalista ‘puro’. Estas formas abarcan realidades económicas profundamente diferentes, pues van desde la producción mercantil simple al capitalismo de Estado monopolizador, pasando por la producción capitalista privada, la producción capitalista social y el capitalismo monopolizador”[2]Según lo anterior, con el concepto de “Fase” nos podemos referir tanto a un proceso de transición como a uno de desarrollo pleno, ya sea de una formación o de un fenómeno específico (social, jurídico-político, económico, etc.) en una formación determinada. Si bien es cierto que en cada Estadio o Etapa de esa Fase coexisten diversos grados de evolución histórica del fenómeno en particular, en cada uno existe una forma de esa evolución que es determinante y que, supeditando a las demás, define el período.

1.2- El concepto de Modo de Producción, esquemáticamente, “comprende diversos niveles o instancias: lo económico, lo político, lo ideológico y lo teórico. El tipo de unidad que caracteriza a un modo de producción es el de un todo complejo con predominio, en última instancia, de lo económico, predominio en última instancia para el que se reservará el nombre de determinación. (…) El modo de producción constituye un objeto abstracto-formal que no existe, en sentido estricto, en la realidad. (…) Sólo existe una formación social históricamente determinada (…), objeto real-concreto, que presenta una combinación particular, una imbricación específica de varios modos de producción ‘puros’”[3]Podemos agregar que para el estudio de los objetos reales, se requiere de otros abstractos y que estos se constituyen como la realidad misma, en un articulado complejo.      

1.3.- El Modo de Producción Capitalista (MPC), es uno de los tantos modos definidos como estadios de la evolución de la historia económica de la humanidad, caracterizado por un elevado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y una forma particular de relaciones de producción, sociales y económicas. En el desarrollo concreto de este MPC se generan diversas contradicciones, la más importante es la que resulta de la oposición entre una alta socialización de la producción y una apropiación privada, ‘capitalista’, de la propiedad de los medios de producción y de apropiación de la plusvalía. En lo concreto y real, en una formación social dominada por el MPC el papel predominante por regla general lo detenta lo económico, lo que no es sino efecto del predominio, en esa formación, de ese modo, que a su vez se caracteriza, en su ‘pureza’, por el papel predominante que detenta lo económico.

1.4.- Patrón de Acumulación Capitalista: categoría que “alude a una modalidad históricamente determinada del funcionamiento del capitalismo [en una formación concreta –N de A]. Es decir, a ciertas formas que asume el proceso de valorización y de acumulación capitalista, por medio de las cuales el sistema procesa sus contradicciones e impulsa el proceso de crecimiento y desarrollo”[4]En la fase Imperialista, el sistema se organiza desde un centro hegemónico, conformado, pero no unificado, por las relaciones entre las potencias imperialistas, las corporaciones transnacionales y la red de Instituciones Financieras y Económicas internacionales, que determina las cuestiones principales de la economía mundial a su favor, con el fin de mantener y fortalecer la continuidad de la acumulación capitalista. “Lo fundamental en la dimensión económica del Patrón de Acumulación (Capitalista) es el recorrido del excedente en sus tres momentos y la articulación de estos entre sí, que son: a) producción de excedente; b) realización de este excedente; c) acumulación de capital utilizando ese excedente; y d) las articulaciones que se puedan dar entre los momentos a, b, y c”[5]. Respecto a la dimensión política, debe identificarse la estructura de clase vigente; la composición del Bloque en el Poder, sus fracciones, articulación entre estas y la fracción hegemónica; luego, cómo operan los mecanismos de dominación con que se estructura ese Bloque.        

1.5.- El Sistema Capitalista Mundial (SCM), integración económico-político-social-cultural de las diversas formaciones del orbe y expresión del predominio a este nivel concreto de la determinación económica del MPC. Ha atravesado diferentes fases. La primera, del Mercantilismo, del siglo XVI al XVIII, con la integración a las potencias capitalistas europeas del comercio de las nuevas zonas mundiales conquistadas. La segunda, inaugurada por la Revolución Industrial, que consolidó la “economía-mundo” (al decir de Wallerstein), con la integración de los mercados latinoamericanos, asiáticos y africanos por vía de la conquista colonial. La tercera, la fase del capital monopólico o imperialista I, caracterizada por la internacionalización del capital, desde 1880 en adelante. Y por último, una etapa de transición a la fase imperialista II, que comienza en el centro capitalista desde los años 50 y que cristaliza al nivel  mundial desde 1970-1980, la cual aceleró el proceso de integración e internacionalización del capital, para conformar un “solo mundo, que sólo tiene interior, (…) con una sola forma de producción capitalista”[6].

1.6.- Hablamos de Internacionalización del capital (y no de “GLOBALIZACIÓN”) para referirnos al proceso que ya en los siglos XV-XVI, siglos de la expansión europea en América, África y Asia, generó un mercado mundial capitalista que integró diversas formaciones, en las que se encontraban implementadas combinaciones particulares de modos de producción no capitalistas. A partir de mediados del siglo pasado, el proceso de internacionalización de capitales comienza a centralizarse en las grandes corporaciones transnacionales, y la organización y estructuración para su desenvolvimiento en las organizaciones financieras internacionales, manejadas estas por los centros imperialistas. Este proceso (que fue profusamente estudiado por los teóricos marxistas de la época), en los 70-80 se profundizó y francamente pasó en adelante a responder a los intereses del capital financiero transnacional, por lo que hablamos de una integración y hegemonización mejor definida como Transnacionalización. El concepto “Globalización”, por su parte, es un concepto/artefacto ideológico importado desde el campo enemigo y aceptado por la mayoría de los autores de la izquierda en su conjunto, y que suele ser utilizado por los áulicos de las clases dominantes como un concepto que describe un proceso pacífico y benéfico para la humanidad.


2.- VISIONES SOBRE EL IMPERIALISMO
Comenzaremos nuestro trabajo aclaratorio, sobre la impostura e implicancias del término “Neoliberalismo”, dando una reseña del decurso histórico de las visiones acerca del concepto Imperialismo, para así demostrar que con el empleo del aquel artefacto no se hace más que escamotear la historicidad de la etapa actual imperialista, de transición, y toda sus implicancias superestructurales.

El imperialismo, fase superior del capitalismo, apareció y se desarrolló a mediados del siglo XIX en Europa occidental, EEUU y Japón, y se encontraba ya constituido y cristalizado en Sistema Mundial a principios del siglo XX. Lúcidamente, Lenin se dio cuenta de ello hace casi un siglo y su análisis del fenómeno imperialista lo resumió en los siguientes cinco caracteres:  
“1] La concentración de la producción y del capital ha llegado hasta un grado tan elevado de desarrollo, que ha creado los monopolios, los cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2] La fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este ‘capital financiero’, de la oligarquía financiera [7]3] La exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere importancia particularmente grande; 4] La formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y 5] La terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes” [8]. Con todo, y en una situación de vital alcance actual, observemos que Lenin no afirmó que el imperialismo que él analizó sería la única y última fase del capitalismo.

El llamado “liberalismo” económico (permítasenos poner en duda su existencia, pues sabemos que ya en el siglo XV, en la Inglaterra de Isabel I, se prohibía la salida del oro y la plata, de la lana sin elaborar, se arrojaba a los mercaderes de la Liga Hanseática desde sus puertos, etc. [9], que con su pretendido revival denominado “Neoliberalismo” parece confundir hoy a la izquierda en su conjunto, se ve entonces superado a principios del siglo pasado por la nueva fase imperialista. El mismo Lenin nos ilustra sobre esta situación, recordándonos que en su obra “El capital”, Marx “había demostrado con un análisis teórico e histórico del capitalismo, que la libre competencia engendra la concentración de la producción, y que dicha concentración, en un cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio.” A continuación remata con la conclusión siguiente: “La aparición del monopolio, al concentrarse la producción, es una ley general y fundamental de la presente fase del desarrollo del capitalismo” [10].  

Entonces, la etapa del “liberalismo” económico capitalista (insistimos en la inexistencia del supuesto liberalismo en el centro capitalista, toda vez que sólo servía de ariete ideológico al servicio de la Burguesía, dispuesto para romper con las ataduras de las supervivencias feudales), de “Libre Competencia” o “Librecambista”, inexorable e inevitablemente es superada por una fase de desarrollo capitalista superior, la del desarrollo y dominio de los monopolios, la del Imperialismo; es decir, se alejó para siempre de cualquier liberalismo (o, digámoslo, de cualquier categoría que se quiera representar por el artefacto “Neoliberalismo”). Así también lo asegura Nicolai Bujarin, en su trabajo “El imperialismo y la economía mundial”: “Hacia 1870, se comprueba, en los países más desarrollados económicamente, un brusco viraje frente al libre cambio que, evolucionando rápidamente de la educación de la industria a la defensa de los cárteles, termina en el alto proteccionismo moderno” [11]. Bujarin entiende aquí por “educación de la industria”, los niveles de proteccionismo que aplican los Estados Industrializados para defender sus aparatos productivos y sus mercados, en otro mentís a supuestas providencias “liberales” o, peor aún, “Neoliberales”.

En consecuencia, se requerían cambios en el nivel de la superestructura, con el fin de poder dar cuenta de la nueva fase imperialista. Desde el punto de vista marxista, la superestructura jurídico-política es el reflejo de la infraestructura económica, por lo tanto el Estado capitalista de esta nueva fase es un Estado que esta al servicio de los Trusts, de los cárteles. Debemos destacar que el carácter del Estado capitalista, aún con el cambio de fase, es invariante. Lo que sufre variación es la forma de régimen de gobierno, pudiendo ser una Democracia parlamentaria, una Democracia presidencialista o regímenes de excepción constitucional: bonapartismo, fascismo o dictadura militar. Lenin señala: “El imperialismo y el capitalismo financiero son superestructuras del antiguo capitalismo. Demoled la parte superior y aparecerá el antiguo capitalismo”.

Con respecto a las primeras visiones que se tuvieron en torno a la organización y virtual acuerdo supranacional de los poderes encarnados por los poderosos trusts o carteles, ya en 1902 un liberal inglés, John A. Hobson, escribe que en el nuevo contexto mundial era posible el desarrollo de un potencial “Inter-imperialismo”, el cual podría ser establecido pacíficamente por una combinación universal de carteles [12]. Luego, en 1907, el célebre revolucionario alemán Karl Liebknecht se aventura sobre la posibilidad de tal acuerdo por arriba, señalando que una trustificación de todas las existentes y potenciales colonias entre los poderes coloniales de aquella época y una inhabilitación de la rivalidad colonial entre los Estados, podría acaecer tal como había ocurrido con la competencia privada entre empresarios capitalistas en los cárteles y trusts [13]. Es en 1912 que Karl Kautsky, dirigente y teórico de la socialdemocracia alemana, va más allá que sus predecesores y llega a plantear el concepto de Ultra-imperialismo. Quien luego pasaría a ser conocido como el “Renegado Kautsky”, postuló un estadio en el campo de las relaciones internacionales en el cual la competencia entre Estados sería inhabilitada por las relaciones de sus carteles [14]. Luego, en 1914, derivó a la idea básica de que aquel poder supranacional de carteles podría ser una forma de escapar a una posible guerra entre los poderes imperialistas, solución a la que llamó ‘Superimperialismo’ [15]. Llegó a postular que la guerra y el militarismo no eran características esenciales del capitalismo y que la paz de este nuevo orden era posible.   

Pero, en 1914, estalla la primera gran guerra mundial imperialista, echando por tierra los auspicios de los liberales y socialdemócratas pacifistas. La mayoría de tales arúspices, incluido Kautsky, aunque no Liebknecht, terminaron adoptando posiciones chovinistas y militaristas y de apoyo a sus respectivas burguesías monopólicas.    

Lenin se opuso a las posturas de Kautsky y en su introducción a la obra de Bujarin, a la que acudimos más arriba (1916), advierte que había sido una mera ilusión lo “pacífico” que resultaría la era del Superimperialismo. Sí bien Lenin desarrolla la teorización del imperialismo que propusiera previamente Bujarin, sus propios argumentos forman el cuerpo de “El imperialismo: fase superior del capitalismo” (1916-1917), donde afirma que la teoría de Kautsky supone que “el dominio del capital financiero disminuye la desigualdad y las contradicciones inherentes en la economía mundial, mientras que en realidad los aumenta". Entrega ejemplos de disparidades en la economía internacional y habla como ellos se desarrollarían aún más bajo un sistema de Ultraimperialismo. Se pregunta, bajo el sistema predominante, ¿Cuál otro medio que la guerra subyacente al capitalismo podría vencer la disparidad entre el desarrollo de fuerzas productivas y la acumulación de capital por un lado, y la división de colonias y esferas de influencia por el capital financiero por la otra?" [16].     

Como se observa, Lenin, como asimismo Bujarin,  expresan que si bien los Monopolios eran la expresión fundamental de la nueva fase del capitalismo, era imposible la creación pacífica de un monopolio único mundial, puesto que la competencia es una de las leyes inmanentes del capitalismo. Sin embargo, luego veremos qué es lo que ha sucedido con esa concepción, en los albores del nuevo milenio. De hecho, más abajo retornaremos al concepto de Superimperialismo, pero caracterizándolo en el contexto del desarrollo capitalista actual.

Entre los años “60 y los “70 se producen varias actualizaciones sobre la temática del imperialismo, sin que nadie informase sobre la aparición de una supuesta nueva etapa “Neoliberal”. Así, el teórico francés Pierre Jalée analiza la interdependencia existente entre los países centrales (o Imperialistas) y los países dependientes (o neocoloniales), pasando revista a la producción de materias primas, situadas geográficamente en los países neocoloniales y que son indispensables para la continuidad de las economías Imperialistas. De estos datos extrae una observación clave, cual es que la economía de los países imperialistas, en su conjunto y habida cuenta de sus necesidades globales, depende de las aportaciones del Tercer Mundo [17], ello a pesar que las Empresas Trasnacionales, apoyadas por sus Estados respectivos, invierten mucho más en los propios países centrales que en los periféricos. Por otra parte, Jalée, luego de analizar el conjunto de las relaciones económicas entre las partes del SCM, concluye que existiría un SUPERIMPERIALISMO NORTEAMERICANO, definición bastante alejada de la entregada por Kautsky, pues, para el autor francés, este superimperialismo se definiría por la hegemonía lograda por el país del Norte a través de la exportación de mercancías y de capitales, además de la presencia en otros países del centro del SCM de empresas productivas y financieras de multinacionales con base en Norteamérica. Esta definición, en todo caso, estaría sujeta a las contradicciones de la propia fase imperialista, una de las cuales, que sería la contradicción principal, es la competencia cotidiana que se da entre todos los monopolios mundiales y que genera un equilibrio inestable. No obstante, retengamos el concepto de SUPERIMPERIALISMO, el cual ya ha recibido una nueva y más acertada definición, pero que, con todo, no será la última.

Otros aportes a nuestra temática, la dieron los autores norteamericanos Baran y Sweezy, que en uno de sus clásicos textos [18], nos ofrecen en primer lugar una teoría sobre los Excedentes (la diferencia entre lo que una sociedad produce y los costos de esta producción), siendo estos cada vez mayores en los países imperialistas y que son producidos centralmente por las “corporaciones gigantes”, transnacionales o multinacionales. En segundo lugar y en otro acierto, ellos observan que la creciente masa de esos excedentes debe tener salida; es decir, se debe realizar la circulación del capital en la nueva fase de dominio del capital financiero. Es por ello que, para los autores, tres son los grandes sectores que absorben ese excedente: el Gobierno, en los países imperialistas y dominados, el gasto militar y las campañas de ventas.

Otro gran teórico marxista, el belga E. Mandel, también hizo lo suyo y ratificando las observaciones de los autores antes mencionados, nos entrega, en uno de sus obras [19], al menos cinco interesantes tesis sobre el desarrollo contemporáneo del imperialismo: A] El concepto ‘Superimperialismo’ sólo tiene una aplicación práctica cuando surja un poder Supranacional; esto es, un poder que esté por encima de los Estados Nacionales. Esto se complica por la competencia entre grupos transnacionales; B] Habla más bien del decurso de un ‘Neocapitalismo’, donde las políticas contracíclicas resultarán contraproducentes a la larga, puesto que la inflación galopante es inherente a ese Neocapitalismo; C] Frente a las técnicas de planificación que surgen en el contexto imperialista, no debemos oponer el laissez-faire, ni apoyarlas, sino insistir en la planificación socialista; D] Concluye que en el sector terciario o de servicios de la economía capitalista, la burguesía monopolista invierte menos en el capital constante y sobreexplota la fuerza de trabajo (sobre todo, en los países dependientes), aumentando sus ganancias a través de la plusvalía absoluta. Esto nos parece fundamental, puesto que en la actualidad, en Chile, el sector terciario es el más dinámico y donde igualmente se produce plusvalía, tanto o más como lo hacen los trabajadores del sector secundario o industrial; E] Hoy, cuando la automatización “industrializa” los diversos sectores de la actividad económica, son precisamente tres características de los trabajadores en el trabajo moderno –su papel clave en el proceso productivo, su enajenación básica y su explotación económica- las raíces objetivas de su papel potencial como la fuerza principal para el derrocamiento del capitalismo, las raíces objetivas de su misión revolucionaria.

También en los “70, el marxista greco-francés Nicos Poulantzas nos ilustra acerca que “la internacionalización del capital no da lugar a una efectiva ‘fusión transnacional’ de capitales. Pero éste no es sino uno de los aspectos del problema. ¿Qué ocurre del lado de las clases obreras de los países europeos? De hecho, en tanto que las luchas de las masas populares se desarrollan más que nunca sobre un fondo mundial que determina las coyunturas concretas, y que la instauración de relaciones de producción mundiales y la socialización del trabajo refuerzan objetivamente la solidaridad internacional de los trabajadores, la forma nacional es la que prevalece en su lucha, la cual, en su esencia, es internacional. Esto se debe, por una parte, al desarrollo desigual y a las especificidades concretas de cada formación social, por lo tanto, a unos rasgos de la índole misma del capitalismo, opuestamente a lo que sostienen las diversas ideologías de la “mundialización”; pero, en las particularidades que estas revisten actualmente, se debe a las organizaciones –partidos, sindicatos- que gozan de la preponderancia en las clases obreras europeas” [20]. De aquí podemos obtener dos conclusiones: Primero, hace ya cuatro décadas se había levantado otro artefacto ideológico, el de la “Mundialización” (léase también como “Globalización”); segundo, que si bien la lucha es contra el Imperialismo, por ende mundial, esa lucha debe ser también nacional. Por lo demás, esta última tesis es la que sostienen otros autores leninistas, y que implica golpear todos los eslabones de la cadena imperialista y cada uno, con todas las fuerzas, en la propia formación.

A mediados de los 80, en un aporte vernáculo al análisis del fenómeno imperialista y sus implicancias para nuestra dependiente formación, aún calificábamos correctamente la fase de transición imperialista que transitamos hasta la fecha: “(…) a diferencia de los sectores tradicionales de la burguesía, (durante la dictadura militar) los sectores de la burguesía monopólica financiera vinculados a las áreas más dinámicas de la economía y al capital extranjero, consideraban que el anterior sistema de dominación estaba agotado y su proyecto era fundar una nueva forma de Estado, de carácter autoritario, que no sólo consolidara la dominación burguesa sobre la clase obrera y el pueblo, sino además les permitiera imponer sus intereses particulares al resto de la burguesía. Tal propósito era coincidente con las concepciones de “seguridad nacional” y la estrategia contrainsurgente de las FFAA, y se ajustaba igualmente a los intereses imperialistas y las tendencias del capital financiero internacional. La Junta Militar abandonó pronto su autonomía relativa y se convirtió en la Dictadura Militar del capital monopólico-financiero nacional e internacional” (negritas nuestras) [21]. Se nota que todavía no nos salpicaba el lenguaje del enemigo. 

Desde los 90, entre diversos teóricos de la izquierda mundial, se ha establecido un interesante e intenso debate acerca de la definición y la praxis más apropiada y precisa para el estadio actual del Imperialismo. Esencialmente, desconsiderando las posiciones ortodoxo-reformistas [22] y las socialdemócratas, existirían dos grandes escuelas propiamente marxistas frente a dicha temática: la Sociológica Histórica, guiada por Giovanni Arrighi [23] y la del Autonomismo, representada por Toni Negri y Michael Hardt [24], existiendo entre ambas una buena gama de posiciones, en donde nos podemos inscribir. Dichas teorizaciones, cuestionan desde presupuestos contrarios, igualmente marxistas, la definición clásica del Imperialismo. La importancia de tal debate tiene que ver con la necesidad de interpretar/transformar la nueva realidad construida sobre los coetáneos acontecimientos políticos, económicos y sociales. Asimismo, esa discusión, en última instancia, va a revalidar o no las categorías utilizadas por el marxismo como punto de partida para esas acciones (en una discusión similar a la que se verificó en la transición del capitalismo de libre competencia al imperialismo, fines del siglo XIX - principios del siglo XX).

Si bien la actual discusión político-ideológica daría material para muchos otros trabajos, sólo de paso anotaremos algunas observaciones sobre el particular, centrándonos en las dos grandes escuelas marxistas antes mencionadas, toda vez que en adelante intentaremos ahondar en nuestras propias visiones. Los textos insignias de ambas, y que se tomaron como base de este somero análisis, son los indicados en las notas 23 y 24:
1.- Arrighi (del cual proviene el valioso concepto de Sistema Capitalista Mundial), plantea que desde su primera expansión, siglo XV, el capitalismo ha funcionado siempre como una economía mundial. Negri, por su parte, afirma que con la internacionalización de la producción capitalista sobrevine una nueva situación y un giro histórico cualitativo. Nosotros, creemos que efectivamente la expansión primera sentó una mundialización, pero parcial, y que diversos momentos y cortes históricos han traído nuevos ciclos expansivos/integrativos, en que el actual, de Transnacionalización, efectivamente tiene un significado como el que le asigna Negri;
2.- Arrighi, plantea un desarrollo capitalista basado en ciclos sistémicos de acumulación capitalista, históricos y yuxtapuestos, en una especie de elipsis Braudeliana. Negri, más bien apunta al desarrollo desigual y combinado de esa especie, con avances o retrocesos según la resolución del intríngulis particular. Nosotros, apoyamos esta última propuesta;
3.- Arrighi, con su construcción cíclica, basa el despliegue imperialista en leyes objetivas de la acumulación capitalista y en la contradicción de componentes de la infraestructura. Negri asegura que el avance o retroceso de ese desarrollo descansa, sobre todo, en la correlación de fuerzas en la lucha de clases y, en especial, en las posibilidades de los movimientos populares (“Multitud”). Nosotros mantenemos que las primeras, las famosas leyes objetivas, son las catalizadoras del avance capitalista per se (el carácter revolucionario del MPC, que decía Marx), a la vez que la lucha de clases, con el desarrollo de movimientos populares poderosos, puede  alterar su decurso (como en los “60-“70, aseguramos con Negri) y que, de hecho, es uno de los principales factores que impiden pasar en propiedad a la fase imperialista II. Inclusive, tales movimientos pueden hacer frente internacional y localmente a la hegemonía y al avance imperialista, según profundicen su ofensiva en la lucha clasista y empujen a su favor la correlación de fuerzas [25]. Sin embargo, son sólidas las críticas que se les hacen a los Autonomistas, cuando estos no son capaces de dar cuenta de la derrota perviviente de ciertas vanguardias y movimientos populares, sobre todo en AL, luego de los “80 [26], llegando a una subestimación de las mismas (actitud por la cual han sido acusados de “ultrasubjetivismo” –ver nota 26). No obstante, se desvanecen en el aire las críticas que algunos hacen al concepto de Multitud, al que tildan de postmodernista, cuando los que las hacen ni siquiera han dedicado un momento a la lectura de la valiosa obra de Negri y los demás Autonómicos;
4.- Negri sostiene que la Transnacionalización implica una declinación del Estado-nación (E-n). En el “Imperio”, opuesto a Imperialismo, no hay ningún centro de poder territorial, es un aparato de gobierno descentralizado y sin territorio, donde la soberanía ahora no es la extensión de la soberanía de los E-n imperialistas, si no que se compone de un conjunto de organismos, nacionales y supranacionales. Esto también le toca a EEUU y su poder, porque hoy ninguna potencia puede formar el centro de un proyecto imperialista. Pensamos que en su conjunto estas propuestas son correctas, pero en perspectiva, puesto que en la actual etapa de transición al Imperialismo II aún sigue jugando un rol importante el E-n, sea como articulador local de los negocios de los capitales financieros y/o en su interrelación con los otros E-n, inclusive retardando la conclusión de la actual fase de transición imperialista;
5.- Los Autonómicos, llegan a la propuesta del “Imperio”, que sobreviene luego de la integración mundial de los intercambios económicos y culturales. Así, “ha emergido un nuevo orden, una nueva lógica y estructura de mando –en suma, una nueva forma de soberanía” [27]. A su vez, Arrighi plantea que en la actualidad existiría un “sistema interestatal global” hegemónico. Lo real y actual, es que existe un poder relativamente ajeno a los E-n y que define en grados variables sus políticas económicas y de ahí opera sobre los otros niveles de las formaciones, poder que va siendo asumido por las Instituciones Financieras Internacionales y las otras instancias modeladoras pro-MT. Sin embargo, la “nueva forma de soberanía” imperialista de Negri o el sistema interestatal hegemónico de Arrighi, no sopesan en su real dimensión la competencia inter-Estados del centro del SCM y entre corporaciones transnacionales, la cual, bajo nuevas formas complejas, sigue caracterizando a la fase imperialista actual. En rigor, lo que tenemos hoy es una fase de transición, la del MT, que se orienta hacia la fase imperialista II, cuya cristalización depende de la resolución de esas contradicciones y además, copulativamente, de la situación de la correlación mundial y regional de la lucha de clases. Siendo así, si bien desde los “70-“80 ha sido superada la fase imperialista I, no podríamos afirmar que asistamos aún a la concreción del Superimperialismo o fase II o a alguna especie de reproducción ampliada de una fase imperialista superior a la actual de transición, siendo esta última de una todavía indeterminada vigencia.      

3.- ¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE HA PASADO CON EL IMPERIALISMO HASTA HOY?
El desarrollo imperialista tuvo un desarrollo desigual y combinado a lo largo del siglo XX [28]. Durante esa centuria, se pueden distinguir 4 etapas en el desenvolvimiento del capital monopólico, con 3 rupturas de tendencia, las que a su vez representaron sendas crisis de acumulación y de repartición de los mercados mundiales por parte de los centros imperialistas. Cada etapa se caracteriza por un patrón de acumulación de capital diferente, el que asegura mayores tasas de ganancia a los capitales monopólicos y que, una vez impuesto y optado subordinadamente por las fracciones burguesas monopólicas internas, implica cambios en la política económico-social y en las instituciones estatales, al mismo tiempo que genera transformaciones en la superestructura de las formaciones. La coacción al nivel de las bases estructurales de estas, llevada a cabo en y desde el centro dominante y hacia la periferia subordinada, es diseñada e implementada por economistas e intelectualidad de los países del 1er mundo, por los regentes de las corporaciones transnacionales y por los organismos del crédito internacional, recibiendo los aportes partes vernáculos de los cuadros representantes de la gran burguesía interna.

Visto desde el centro imperialista como uno solo, podemos identificar esas 4 etapas del desarrollo económico capitalista del siglo XX por sus características político-económicas: 1900-1913, mercado “liberal”, en realidad francamente asimétrico entre centro y periferia; 1914-1950, industrialización sustitutiva de importaciones (ISI) o autarquía; 1950-1973, mercado administrado u orientado por los capitales monopólicos (MOCM); desde 1973 y hasta hoy, del dominio del Capitalismo Monopólico-Financiero Transnacional o Monopolismo Transnacional (MT) (que es el que algunos identifican, erradamente, con un mercado “Neoliberal”).

Los cambios de etapa en el centro fueron motivados por las siguientes rupturas: 1913, vísperas de la 1ª guerra mundial; fines de los 40, final de la segunda guerra mundial y época posterior; 1973, primera sacudida del precio mundial del petróleo. En una suerte de “seguidismo”, a cada cambio de etapa en el centro le siguió, consecuente y dialécticamente, un cambio en las estructuras de nuestras formaciones dependientes. En la práctica, cada nueva instancia de estructuración se diferencia según se esté en el centro o en la periferia del SCM, aunque sus roles se complementan. Así, en la etapa del MT, el centro exporta capitales como inversión y manufacturas; las formaciones dependientes, materias primas y capitales como pagos por deuda externa y remesas de las transnacionales.

Para llegar a la fase de transición a un Imperialismo II, o etapa del MT en que nos encontramos subsumidos hoy por hoy, vemos dos momentos en el desarrollo del MT: uno de inicialización (durante al MOCM) y otro (el MT propiamente tal), de pleno dominio y despliegue mundiales del capital monopólico-financiero transnacional.    

3.1.- Los inicios del Monopolismo Transnacional
Podemos encontrar las raíces y los primeros atisbos del inicio de la fase de transición imperialista en curso durante los años 50, es decir, en la etapa del MOCM, cuando se había agotado el patrón de acumulación ISI basado en la inversión de los capitales del centro en la industria mundial más dinámica. Recordemos que el MOCM se caracterizaba, además, porque los recursos se asignaban por medio de compras estatales y de la planificación central, en la cual los gobiernos movilizaron grandes recursos, utilizando una combinación de impuestos altos, empréstitos e inflación.

Entre 1950 y 1973 el PIB mundial aumentó un 4,91%, creciendo en un 3% anual, 3 veces más de prisa que en la etapa anterior, pero con una distribución cada vez más desastrosa respecto del tercer mundo. Los centros imperialistas vieron crecer el empleo, los precios (alentando esto el pleno empleo), la exportación e imitación de la tecnología de EEUU, la agricultura productiva, la explotación de energía barata, etc., lo que llevó a altas tasas de inversión (“Historia Oxford…”).

La etapa de MOCM, autodefinida eufemísticamente como “capitalista de mercado”, tiene sus bases en los “Acuerdos de Bretton Woods” (1944). Allí se establecieron los lineamientos de la estructura del SCM para dar estabilidad y seguridad a las transacciones comerciales de las naciones más poderosas a través de un sistema monetario internacional, con un tipo de cambio sólido y estable fundado en el dominio del dólar. La bibliografía que se jacta de ‘liberal’ o ‘moderna’ (Fukuyama [29], Oxford, etc.) afirma que dichos acuerdos habrían constituido un compromiso entre el imperialismo estadounidense y la exigencia histórica británica de autonomía económica ‘nacional’. Sin embargo, la realidad nos demuestra que ante la derrota de los imperialismos del ‘eje’ y la destrucción europea, EEUU terminó por imponer su diseño sobre la propuesta inglesa, formulada por John M. Keynes (de profundización del modelo ISI y de transferencia de los excedentes de la economía mundial a los países deficitarios). Así, aparte de las características del MOCM indicadas más arriba, EEUU se aseguró, mediante una considerable participación financiera  y preponderancia política en los mecanismos de adopción de decisiones, la creación de un fondo (el FMI), para que los países más pobres y deudores emprendieran políticas económicas con las cuales hacer frente a las dificultades transitorias en sus balanzas de pagos y pagaran con rigor los empréstitos de los países ricos, entre ellos, principalmente, los suyos. Dicha potencia logró también, con un control mayoritario, la constitución del Banco Mundial-BIRD (el BM), para mantener la vigilancia nacional de los movimientos de capital y la realización de préstamos que, ignorando las consideraciones indicadas en su propia carta fundacional [30], las realizaría en base a argumentos políticos y no económicos. A los organismos mencionados se agregaría, en 1947, el GATT (antecesor de la Organización Mundial de Comercio, OMC), para facilitar la entrada de las exportaciones del centro hacia la periferia capitalista y, a la vez, asegurar las exacciones en sentido contrario.

El incontrarrestable y siempre vigente poder de las 5 principales potencias centrales, sobre todo de EEUU, en los mecanismos de adopción de decisiones del BM y del FMI, basado en su preponderante capital accionario, se demuestra en la sobrerrepresentación de sus directores ejecutivos y en el dominio sobre el derecho a voto dentro de estas instituciones. En el caso del BM, los 5 directores representantes de otras tantas potencias, controlan el 37,5% de la votación total. En el caso del FMI, EEUU controla el 17,4% de los votos, mientras que, por ejemplo, todo el bloque de los Estados africanos sólo cuenta con el 4,5%. Dado que se necesita una mayoría de votos del 85% para poder introducir modificaciones importantes en esta institución, como pueden ser las enmiendas de los artículos del Convenio Constitutivo, EEUU puede vetar cualquier propuesta de los Estados periféricos e incluso de las otras potencias. Otra vía en la que se evidencia el poder del centro imperialista la encontramos en que la capacidad efectiva de decisión dentro del BM-BIRF la detentan sus directores ejecutivos (ya hicimos referencia a su muy asimétrica representación), puesto que ellos son los representantes permanentes, mientras que los ministros de los diversos países sólo se reúnen una vez al año. El presidente en ambas instituciones es tradicionalmente un representante de EEUU, como mayor accionista, o alguien de su plena confianza [31].

Estas instituciones financieras internacionales (IFI) y sus reglas más formales, se pusieron en marcha en forma progresiva hasta ultimarse en los años 60. Fue en esa década, que corresponde a la del pleno desenvolvimiento en el centro capitalista de la etapa del MOCM, y como extensión de la necesidad de asegurar los negocios de los sectores dominantes mundiales, que los proyectos de las IFI en general, y del BM en particular, tuvieron y tienen un fuerte contenido político: frenar el desarrollo de movimientos que pongan en cuestión la dominación ejercida por las grandes potencias capitalistas. Para esto, ya desde los “50, el BM implementa como una de sus estrategias más importantes una red de instituciones o agencias para-gubernamentales en el interior de los países clientes, instigando, sobre todo a los países del tercer mundo, para la demanda de sus servicios. Estas instancias, proponen préstamos ‘viables’ y se convierten en un poder paralelo que puede transformar las economías y sociedades, sin el control democrático y sin debates públicos que cuestionen sus maniobras [32]. Como ejemplos tenemos las Fundaciones Ford y Rockefeller, el IDE, etc., que actúan como ‘capacitadores’ de delegados de los países miembros que reciben sus ‘ayudas’.

Las decisiones del BM y de su gemelo el FMI, en el período entre 1947 y el hundimiento del bloque soviético (período de la ‘Guerra Fría’), fueron determinadas en gran medida por los siguientes criterios, los cuales, con algunas modificaciones, subsisten en el presente:
·         evitar el mantenimiento de modelos auto-centrados, de desarrollo más autónomo;
·         sostener financieramente grandes proyectos (BM) o políticas (FMI), que permitieran aumentar las exportaciones de los países industrializados a los periféricos dependientes;
·         negar la ayuda a los países considerados como amenazas por el gobierno de EEUU y otros accionistas importantes (que, como se dijo, dominan en sus directorios);
·         intentar modificar la política de ciertos gobiernos de los llamados países socialistas a fin de debilitar la cohesión del bloque soviético (Yugoslavia, Rumania, Polonia);
·         sostener aliados estratégicos del bloque capitalista occidental, de los EEUU en particular (la dictadura brasileña, “64 al “85; la Nicaragua de Somoza; la Sudáfrica del apartheid, etc.);
·         intentar evitar o limitar, en la medida de lo posible, un acercamiento de los países no alineados con el ex bloque soviético o con China.

Para llevar a cabo estas políticas, las IFI aplicarían una táctica diferenciada: son más flexibles hacia los gobiernos de derecha, si están confrontados a una fuerte oposición de la izquierda, que hacia gobiernos de izquierda, confrontados estos a una fuerte oposición de derecha. La ortodoxia monetarista es de geometría variable: las variaciones dependen mucho de factores políticos y geoestratégicos (ver notas 31 y 32).

En sintonía con lo anterior y para dar temprano impulso desde el centro imperialista a las políticas económicas de lo que sería la nueva etapa de dominio del capital MT, en 1961 se funda la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) por los 20 principales países capitalistas del mundo (que al presente cuenta con 36 integrantes). El principal requisito para ingresar a esta organización es “liberalizar” las economías (así le llaman, pero, en la práctica, el sentido es que los sectores dominantes internos optan por entregar/participar-subordinadamente en la nueva estructuración económica) [33]. Los signatarios se comprometen a aplicar los principios de: “Liberalización” (léase desregulación), privatización y paso libre a los flujos de bienes, capitales financieros y servicios extranjeros; No discriminación a los capitales privados, asemejando los nacionales y los extranjeros; Trato nacional, es decir se igualan las políticas económicas nacionales, desreglando la economía según las leyes del mercado capitalista y sometiendo las labores del Estado a las de un potente facilitador y administrador de los grandes negocios [34]; Trato equivalente, que equivale a que, sobre lo anterior, se da idéntico trato a los capitales foráneos, sancionándose la desproporción.

La exégesis acerca del ocaso del MOCM que hace la OCDE [35], las IFI [36] y los sectores dominantes mundiales, en boca de sus adalides neoconservadores, se basa en varias falacias: “la desaceleración del sistema llevó a una ‘crisis fiscal’ y frente a la cual los Estados, sin considerar un contexto en que se ralentizaba el crecimiento de sus ingresos, siguieron gastando en bienestar social y dando fuentes de trabajo”, dicen,  cuando lo que hay de cierto es que las medidas anticíclicas aplicadas por los bancos centrales y que se utilizan con alguna variación hasta hoy (‘salario diferido’ y gastos de la industria de guerra), plantean una tendencia a la inflación permanente, por cuanto la masa creciente de capital diferido va siendo progresivamente monopolizada en extremo, mientras que, por otro lado, la masa de la producción bélica (fundamental en las economías del centro del SCM) requiere de un proceso de circulación muy especial para realizar las ganancias. Culpaban a Keynes y a sus políticas, cuando en la realidad, y en la política económica, se aplicaban consideraciones que serían luego sistematizadas por Harberger y Friedman. Otra situación crítica del monopolismo, que se acrecienta en la actual de dominio del MT, y que también era ignorada interesadamente por esos adalides, es que en la etapa del MOCM la gran concentración económica producía rigidez de los precios, principalmente en el área de la industria pesada y en la de los bienes de consumo duradero.
      

3.2.- Pleno desarrollo del Monopolismo Transnacional
Entre 1973 y 1998, período de la reproducción ampliada de la actual transición a la fase imperialista II y aún vigente, el PIB mundial creció un promedio anual de 3.01%, casi un 40% menos que en el período 50-73 (4,91%) [37]. Esta merma en el aumento relativo del producto mundial, tiene que ver con el agotamiento del ciclo largo post II Guerra Mundial, que ya se apreciaba en la etapa del MOCM. Las causas del agotamiento de este patrón de acumulación, antes dominante en los países del centro y que al decaer da pasó al pleno despliegue de la actual etapa de transición imperialista, sucumbe por variados factores prefigurados en su decurso. Así, las sucesivas devaluaciones del dólar reciben su remate en 1973, cuando se debe poner fin a su convertibilidad (del “patrón-oro”), la que se había establecido en Bretton-Woods. Entre 1971 y 1973, la mayoría de las monedas más fuertes del mundo empezaron a flotar libremente, debido a la resistencia a continuar importando la inflación de EEUU a través de los tipos de cambio fijos. A su vez, esta flotabilidad generalizada y la especulación en el centro desencadenaron una explosión de los precios de alimentos y mercancías, que culminó al triplicarse el precio del petróleo en 1973-1974 (que vuelve a subir en 1979-1980 y que impactó desigualmente al conjunto del SCM) [38].  

En la práctica, la superación de las moribundas relaciones económicas del ‘mercado orientado por los capitales monopólicos’ por las de un franco ‘capitalismo monopólico transnacional’, impuesto al SCM desde su centro, habría llevado a principios de los 70 a la necesidad de una teorización del cambio de etapa. Esta elaboración es realizada por los ‘neoconservadores’ de Chicago, liderados por Friedman y Harberger y el ex-Chicago Hayek (EEUU), así como por los pensadores pro-sistema de las otras potencias imperialistas y de las IFI, a los que la bibliografía de todos los lados denomina malamente como “neoliberales” y que nosotros preferimos calificar como monopólico-transnacionalistas (m-t), portadores de la ideología neoconservadora. Los supuestos ideológicos de estos héroes del capitalismo, se pueden resumir así:
1.- La excesiva intervención de los Estados en la economía, con sus múltiples formas de regulación, entorpece el libre funcionamiento del mercado, impidiendo la competencia de los capitales en busca de mejores condiciones para su desarrollo y obtención de ganancias; 2.- El excesivo gasto social del estado genera presiones inflacionarias incontrolables, desincentivan el empleo y promueven la indisciplina laboral; 3.- Los altos grados de organización alcanzados por los trabajadores, junto a la acumulación histórica de garantías laborales, ponen límites a la ganancia, desmotivando la inversión y por tanto impidiendo el crecimiento del capital.

Luego de tales supuestos, los m-t pasan a las propuestas para superar la crisis estructural que afectaba al capitalismo y sentando las bases político-ideológicas de la nueva etapa de MT, lo que implicaba imponer importantes modificaciones en la política económica de los E-n. Las recomendaciones se resumen en los siguientes planteamientos, que en su conjunto corresponden a un enfoque “Monetarista” más moderno:
1.- Considerar el crecimiento económico como el objetivo prioritario de la política económica; 2.- Ese crecimiento sólo es alcanzable en el largo plazo sí en el presente se consigue que los capitales financieros puedan fluir con facilidad y sin restricciones desde las áreas de menor a mayor rentabilidad, a lo largo y ancho del orbe; 3.- El libre funcionamiento del mercado es señalado como una necesidad ineludible para que los capitales monopólicos externos e internos puedan competir por su desarrollo y así lograr el crecimiento de las economías (nótese que hablar de ‘libre mercado’ es un truco idealista, que parte del falso supuesto que todos tienen a su alcance las mismas oportunidades, negándose el poder e injerencia del capital financiero, de las potencias imperialistas, de las IFI, de las fracciones burguesas monopólicas internas, etc. Es decir, una vez más la Burguesía necesitaba echaba mano al cuento de la “libertad de mercado”, para el despliegue del MT y elevar así sus tasas de ganancia a escala planetaria).

Entonces, desde comienzos de los 70, se profundiza la aplicación en el centro del SCM de las recetas de los m-t de ajustes fiscales monetaristas y de reestructuraciones de las políticas económicas. Esto acarreó la peor crisis repentina desde los años 30, la cual posibilitaría destruir para reconstruir la totalidad de la estructura económica mundial. El nuevo orden capitalista mundial implica:
1.- La transformación profunda de la economía y de la institucionalidad de todos los países, pero particularmente de los pobres; 2.- La expansión de los monopolios transnacionales por todo el mundo, imprimiendo la supremacía económica de los circuitos mundiales de producción; 3.- El reordenamiento de los mercados internacionales, dando forma a grandes y nuevas áreas planetarias de pobreza y marginación; 4.- La consolidación de nuevos polos de desarrollo económico, científico y tecnológico, entre ellos la Comunidad Europea y los países asiáticos de la cuenca del Pacífico, principalmente Japón, además de EEUU; 5.- La consolidación de un único polo político y militar en el mundo, representado por EEUU y sus aliados; 6.- La revolución tecnológica, con el acelerado descubrimiento de nuevos materiales y tecnologías que modifican los procesos productivos; 7.- El enorme desarrollo de las comunicaciones internacionales, lo que facilita la imposición de una tendencia a la integración mundial, la Transnacionalización Cultural Capitalista, la que se presenta a los ojos de los pueblos como una gigantesca operación de agresión cultural, que destruye sus identidades, uniforma sus valores, genera nuevas necesidades y reafirma la subordinación y la dependencia de las formaciones de la periferia capitalista [39].

En la nueva etapa de desarrollo imperialista mundial, se ponen de relieve la innovación en las transacciones comerciales y financieras, además de una constante renovación tecnológica, como elementos cruciales de la asonada del capital monopólico transnacional. Con la 3ª revolución industrial se inicia el tránsito al ‘postfordismo’, donde se flexibilizan los procesos productivos y se disloca geográfica y socio-económicamente la producción, hacia aquellos sitios donde exista mano de obra barata y un sistema de explotación sin cortapisas, además de bajos impuestos. A la par de esos procesos, se universalizan y se vuelven instantáneos los flujos de capitales, habida cuenta de un sistema mundial integrado, en donde no debe existir restricción a aquellos y, por tanto, se ve acrecentada la interdependencia económica. Se ven alterados los anteriores patrones de relaciones laborales, resultando como principales implicancias de la actual etapa de MT, el aumento del desempleo y de la precariedad de las relaciones laborales, produciéndose en la práctica una ‘tercerización’ del trabajo en las formaciones. Se trata entonces de una coyuntura histórica en la que se aceleran, amplían e intensifican procesos estructurales de larga data, que tienen que ver con la misma estructuración capitalista, apuntando a un estadio superior imperialista que integra todo el orbe, tanto en el campo económico como en el político y cultural. En esta nuevo panorama, podemos apreciar la creación de tres potentes bloques político-económicos imperialistas los cuales, en un proceso acelerado, desigual y combinado, marchan hacia la conformación de una nueva fase Imperialista, la II.  

Respecto de la ‘economía nacional’, esta se vio minada, desde arriba, por la extensión de las corporaciones transnacionales, capaces de organizar el flujo a través de las fronteras de información, capitales, tecnología y capacidad manufacturera e industrial; desde abajo, la socavan las facilidades que los mismos gobiernos (por obligación o a voluntad) han dado al avance de los grandes capitales privados internos, aliados dependientemente de los capitales MT. Los gobiernos han perdido gran parte de su anterior poder en los ámbitos de lo político, social y económico. Prueba de esto último, es que ellos no pueden o se ven severamente restringidos de ‘definir’ el tipo de cambio más favorable, las tasas de inflación, los niveles de salarios y de impuestos, así como de los sistemas de seguridad social que se financian con estos. Sobre esta base y desde que se comienzan a imponer las recetas de los m-t, la concertación económica del bloque político de Estado tomará otro cariz, diferente a los anteriores de Estado de compromiso y programación global. Desde mediados de los 70s y hasta hoy prima la política económica de los Estados francamente al servicio de los capitales MT y sus socios dependientes. El Estado la efectúa mediante la distribución de los subsidios, la reducción de impuestos, la concesión de créditos ‘blandos’, la privatización del ‘sector público’, técnicas que en última instancia conducen a una elevación de la tasa de ganancia de aquellos grupos, sobre todo en una período de estancamiento del ciclo de desarrollo capitalista.  

En la etapa del MT, se termina de arrebatar al Estado (sin que esto signifique reducir su labor de administrador de los negocios de la gran burguesía), y al control social, la administración de grandes áreas de los servicios públicos, mercantilizándose aquello que antes era sobreentendida propiedad ‘nacional’, tal como el caso de los seguros sociales y por ende la masa de ‘salario diferido’. Hasta se abren al manejo del capital financiero extranjero, al que se asocian grupos de la burguesía monopólica interna. Para esta privatización, así como la de las otras áreas de importancia social, los m-t se apoyaron en la derrota general de los movimientos sociales de los 70 y en la impugnación ideológica del ‘Estado de Bienestar’ [40]. Se impuso y se extendió la práctica individualista, anti-solidaria, de cotización forzosamente individual. Igualmente, esa gran masa de capital, expropiada a los asalariados y en manos de capitales privados, sigue jugando el papel de amortiguador de las crisis cíclicas del capitalismo, pero ahora se ocupa, mayormente, en solventar las inversiones en los sectores más rentables desde el punto de vista del capital financiero y/o impidiendo fluctuaciones bruscas en los tipos de cambio, en vez de subsidiar el ingreso que pierden la masa de trabajadores llevados a la cesantía.   

Las dictaduras militares, que golpean América Latina (AL) entre los 70-80, vinieron a impedir que los movimientos populares se opusieran a los cambios en la infraestructura y a sus secuelas sociales, transformaciones motivadas por la hegemonización del capital monopólico, externo e interno dependientemente. Esos regímenes de excepción constitucional burguesa, compartían algunos rasgos centrales: 1.- Modificaron parcialmente el carácter del poder político en las formaciones y cambiaron radicalmente su mecanismo, su estructura; 2.- Congelaron la situación social en las diversas formaciones, proceso acompañado de un aumento en la tasa de acumulación y de un aceleramiento de la centralización y concentración del capital; 3.- Hubo una afluencia acelerada del capital financiero extranjero, atraído por los bajos salarios de los trabajadores de las ramas industriales más modernas, condiciones totalmente permisivas para los inversionistas y por la estabilidad política lograda militarmente [41]. Sobre lo indicado en el punto 2, acerca de la cristalización del proceso de monopolización interna, podemos decir que desde fines de los “50 y hasta después de la resolución impuesta desde el centro a la gran crisis capitalista de 1980-1982, fue en este último cuarto de siglo que en las formaciones de AL con un desarrollo capitalista mayor, unas antes otras después, vieron conformarse las fracciones burguesas monopólico-dependientes internas, fuertemente ligadas a los intereses del capital monopólico financiero transnacional (en Chile esto cristalizó, paradójicamente, durante el período de la UP[42]. Las IFI y las potencias del centro, sobre todo EEUU, avalaron y sostuvieron a tales dictaduras militares [43], sin hacerse cuestionamiento ninguno.

Durante esas décadas, producto de la contracción económica en los centros imperialistas, la acción simultánea del descenso de precios de sus productos de exportación y el comportamiento brutalmente adverso del capital financiero, en un contexto de pleno desenvolvimiento de las políticas monetaristas y de ajuste fiscal propias de la fase del CMT, los países de AL que habían conseguido mantener su expansión de inversiones públicas a lo largo de la década del “70 gracias a préstamos de petrodólares reciclados, con tasas de interés muy bajas, se encontraron de pronto ante un real estrangulamiento económico. Los precios de sus exportaciones sufrieron una vertiginosa caída y se enfrentaron a altísimas tasas de interés, que elevaron de manera exagerada el servicio de la deuda externa (un problema endémico). Al mismo tiempo, se encareció y bloqueó la obtención de nuevos préstamos y disminuyeron las inversiones productivas. Esa ‘Crisis de la Deuda Externa’ de los países pobres, adjudicó a las IFI un nuevo papel y las dotó de un inmenso poder. La banca monopólica era renuente a renegociar la deuda de los latinoamericanos, a menos que sus gobiernos aceptasen las condiciones de reestructuración económica exigidas por aquellas instituciones. El monto de las nuevas financiaciones otorgadas efectivamente por las IFI (principalmente el FMI), era relativamente modesto comparado con las ingentes deudas contraídas con la banca privada mundial. Pero el poder de las IFI aumentó considerablemente, debido a que los países pobres endeudados tenían dificultades para conseguir empréstitos en otras instituciones, sin contar primero con su aprobación.

Ya en 1985 quedo claro que las condiciones tradicionales de austeridad y estabilización de las IFI no eran suficientes para frenar la crisis de la deuda. Ese año, James Baker, secretario del tesoro de EEUU, pidió al BM que desempeñara una función más activa en la concesión de préstamos con ‘Ajustes Estructurales’ para los países dependientes. En 1989, el BM impuso programas de ajustes estructurales (PAE) a las ¾ partes de los países que ya aplicaban programas de estabilización del FMI. Poco después, el FMI amplió sus programas de préstamos para incluir nuevas condiciones en materia de ajuste estructural [44]. 

El Banco Mundial [45] identificó, en ese entonces, una secuencia de 3 etapas por las cuales deberían pasar todos los países de AL para poder recuperar, en el nuevo escenario mundial, ritmos sostenidos de “crecimiento” de sus economías. Estas etapas se resumen así: 1a.- Ajuste y estabilización: se busca estabilizar la economía, reduciendo drásticamente la inflación, el endeudamiento del Estado, las tasas de interés, etc. Durante esta, se pretende estabilizar los índices macroeconómicos para que los grandes capitales privados cuenten con condiciones óptimas y estables para operar con entera libertad en el mercado; 2a.- Transformaciones estructurales profundas: se trata de expandir la lógica del mercado y de la ganancia privada al conjunto de la formación. Se privatizan las empresas públicas y los servicios básicos, centralizándose en pocas manos (ellos dicen se “liberalizan”) el comercio y el mercado de capitales. Se dictan nuevas normas que estimulan la inversión extranjera, se modifican las leyes laborales para lograr una fuerza trabajadora desestructurada como clase y con una capacidad de demanda económica mínima. El objetivo final es aumentar la competitividad interna y externa de los capitales para que puedan competir en los mercados mundiales; 3a.- Consolidación de las reformas y recuperación de las inversiones: durante esta, se intenta legitimar socialmente los cambios realizados, buscando generar condiciones de gobernabilidad y estabilidad política que aseguren, en el largo plazo, las reformas realizadas.        

Si bien durante los períodos dictatoriales, el capital MT y sus aliados internos implementaron en forma efectiva y exitosa su modelo de explotación y de dominación, los problemas intrínsecos a su pleno desarrollo hacían prever su incapacidad de resolver los obstáculos principales, es decir, los componentes de la crisis estructural. Esta profunda incapacidad de las clases dominantes ha quedado demostrada a posteriori, desde que, a mediados de los ‘’80, se establecieran las democracias autoritarias o de recambio burgués en nuestra América.
Esos problemas intrínsecos al patrón MT heredado a las democracias de baja intensidad son:

§    Desmantelamiento de la economía estatal, incluido el saqueo de las grandes empresas públicas; empobrecimiento de las funciones del estado en los ámbitos del bienestar público (un Estado menos ‘caro’); legitimación de un Estado subsidiario y no productor; desintegración de la economía nacional y de la vida social en su conjunto; carácter parcial, excluyente y desigual del desarrollo económico; aumento de los contrastes y las desproporciones entre el sector tradicional y el moderno -adscrito al modelo primario exportador con ventajas comparativas de bienes con bajo valor incorporado-, entre la ciudad y el campo no incorporado al nuevo patrón de acumulación, entre media docena de ‘centros de progreso’ y la periferia estancada, entre el Boom económico y el inmovilismo social, etc.
§    Ausencia de un real desarrollo independiente, es decir, uno que esté en función de los intereses de la mayoría nacional y no de intereses extranjeros; crecimiento de las tasas de ganancia y el volumen de la explotación imperialista; ampliación del control y manejo económico, social, político e inclusive ideológico de nuestras formaciones, por parte del capital MT; acentuación de la dependencia tecnológica;
§       Mantención y, en ciertas zonas, crecimiento de lacras sociales: mortalidad infantil, campesinos sin tierra, crisis de la vivienda, la salud y la educación públicas, cesantía crónica y estructural, bajos salarios, drogadicción y tráfico, lumpen-proletariado y criminalidad; al mismo tiempo, conservación de escandalosos privilegios de clase, corrupción y peculado en la alta burocracia estatal, integrada por representantes políticos de los grupos mantenedores [46] y en las grandes empresas privadas;
§    Como resultado de la interacción de los dos factores precedentes, persiste una estrechez del mercado interno, que obviamente se convierte en el obstáculo principal de un  crecimiento económico que busque romper con la dependencia;
§    Inexistencia de una democracia real, siquiera ‘liberal’, cuando el sistema político actual impide la participación de la mayoría en la adopción de decisiones vitales para la sociedad o, por lo menos, con influencia en esas decisiones; limitación de los derechos y libertades cívicas elementales;
§    Por último, todos los defectos señalados obstaculizan la creación de una base social de apoyo amplia a esos regímenes (se vota por “el mal menor”) [47].

En 1990, bajo el gobierno conservador de Bush padre y sobre un trabajo previo del IIE [48] las IFI y organismos político-económicos con sede en Washington (Congreso y administración federal de EEUU, FED, think tanks y teóricos del imperialismo, etc.) acuerdan un conjunto de orientaciones sobre las políticas económicas que darían un reimpulso a la adecuación de las formaciones dependientes latinoamericanas al patrón MT y que, de una u otra forma, lo hacen hasta hoy. Tales orientaciones se conocen como el Consenso de Washington, y están dirigidas a profundizar el patrón de acumulación MT (de pretendido “crecimiento”), en que a nosotros nos corresponde asumir un modelo primario exportador con ventajas comparativas Originalmente ese paquete de medidas económicas estaba pensado para nuestra América, pero con los años se convirtió en un programa general. Incluye los siguientes dictados: 1.- Disciplina fiscal; 2.- Reordenamiento de las prioridades del gasto público; 3.- Reforma impositiva; 4.- Liberalización de las tasas de interés; 5.- Una tasa de cambio competitiva; 6.- Liberalización del comercio internacional (trade liberalization); 7.- Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas; 8.- Privatizaciones del remanente de empresas y servicios públicos; 9.- Desregulación (para el libre paso de los capitales financieros, con la fachada de una pretendida “libertad de los mercados”); 10.- Prevalencia de los derechos de propiedad, sobre todo privada [49]. En todos los casos, léase “Liberalización” como la apertura unilateral de las formaciones dependientes; es decir, como su anuencia a la profundización en su seno del capital MT, el que asocia en forma dependiente a los capitales monopólicos internos.

Tales dictámenes, sin embargo, no agotaron la irregularidad económica en las formaciones dependientes, la que se expandió desde América Latina a otros países, con una pérdida del producto que duró 10 años en volver al cifras de antes de la crisis de la deuda externa del 82, y con el agregado de una serie de crisis financieras al nivel mundial. El pretendido comercio “entre iguales” no tiene cabida en la realidad, puesto que en un mercado tan asimétrico como el existente entre centro y periferia capitalista, se hace imposible lograr el “crecimiento” a través del comercio con apertura comercial, la que más bien dificulta la esperada apreciación cambiaria (que es la medida del crecimiento). La implementación del Consenso, sólo trajo reducción de los derechos a la importación; un tipo de cambio inestable y manejado por las políticas impuestas por las IFI; una apertura casi total a la importación de manufacturas y profundización de exportaciones centradas en materias primas; mejoras en la infraestructura centradas en el comercio exterior y creación de zonas francas. Si bien el supuesto de estas reformas era un crecimiento sostenido en nuestra América, su práctica ha demostrado que ello no es posible con más capitalismo, puesto que, de forma muy generalizada, el Consenso ha devenido en algunas crisis económicas severas y la acumulación de más deuda externa, la que nos mantiene anclados al subdesarrollo y a una renovada dependencia del centro del SCM.

3.3.- El Monopolismo Transnacional hoy en día
Desde hace más de tres décadas se avanza en la construcción de un Poder Supranacional, que podríamos situar en las IFI y los demás órganos que ordenan y definen la economía política mundial y que reflejan los intereses de los polos centrales del MT. Principalmente, debemos considerar tras ese poder el rol económico mundial de la política de EEUU y de los órganos regionales (UE, APEC, BID) y mundiales (OCDE, OMC, Foro Económico Mundial) de impulso del MT, los que van llenando los vacíos de la autoridad estatal.  Así, las fuerzas del mercado capitalista (no ese mercado ‘perfecto’ que pintan los m-t) alcanzan a los individuos y a las comunidades de manera mucho más directa y penosa que en la ‘edad dorada’, cuando las contenían las instituciones estatales y no estatales. Entonces, la decisión colectiva queda restringida, se amplía la decisión individual, pero del que tenga el poder económico efectivo; las economías son más volátiles, pero ofrecen mayores oportunidades a los capitales internos, unidos al capital transnacional, para que puedan modelar y remodelar las formaciones económicas para sus fines. El consumo, la instalación de una matriz consumista-hedonista, se vuelve una especie de extensión y continuación del proceso de ganarse la vida. De esta manera el trabajo y el consumo comparten la misma ambigüedad: mientras llenan las necesidades básicas de supervivencia, van perdiendo cada vez más su contenido y significado interiores. Se produce también un desarrollo masivo de las instituciones de crédito para pequeños deudores, acorde con la estructura productiva del capitalismo actual que requiere para su reproducción de una masa laboral, y en general social, ‘disciplinada’, únicamente preocupada de obtener dinero para satisfacer ese acendrado y egoísta consumo, aprisionada por las deudas contraídas para realizarlo. Para decirlo todo en una frase, la orientación general es que el trabajador lucha ahora para que lo sigan explotando.

En esta nueva etapa del MT, eso sí, no se han suprimido las contradicciones inherentes al imperialismo, ahora en fase de transición, pues las crisis siguen presentándose y sus defensores no han encontrado el medio de asegurar un desarrollo continuo más menos armonioso. Tales crisis, sólo se reducen en su amplitud y gravedad, en un contexto de estancamiento del ciclo largo de desarrollo iniciado a mediados del siglo pasado. Más aún, en esta etapa podemos observar claramente la severa contradicción que definía Lenin ya a comienzos del siglo pasado, que se presenta con la fijación de precios de monopolio, los que desincentivan el progreso técnico, mientras que, por otra parte, la posibilidad de disminuir los gastos de producción y de aumentar los beneficios implantando mejoras técnicas obra a favor de las modificaciones.  Así, se presenta una tendencia al estancamiento y a la descomposición, inherente al monopolio, que sigue obrando a su vez y que, en ciertas ramas de la industria y en ciertos países, hay períodos en que llega a imponerse. Además, no se termina con la competencia entre todos los sectores dominantes, puesto que se mantienen las nociones que la animan, tanto la del mercado ilimitado como la de la multiplicidad de los centros de decisión. Al contrario, la competencia, entre quienes componen estructuralmente el MT, ahora es a escala planetaria y más enconada.      

Los años 1989-1991 marcaron el derrumbe del “Campo Socialista” (que, junto con H. Gallardo [50], preferimos llamar Socialismo Históricamente Construido -SHC), el que servía de referencia para una vía alternativa al modelo capitalista imperante. Por esas fechas, cuando se habló del “Fin de las Ideologías”, el Imperialismo lograba su sueño estratégico: derribar Estados y esferas de influencia que limitaban su poder y predominio.

Hoy en día, las Burguesías Internas, que subordinan sus intereses al capital financiero transnacional para mantener sus privilegios, justifican tal sumisión en nombre de la “libertad de los mercados”. Otras vertientes supuestamente más progresistas levantan la bandera del “Realismo” (léase “LA TERCERA VÍA” DE LA SOCIALDEMOCRACIA). La dialéctica y las contradicciones son cuidadosamente ocultadas y renacen planteos similares a los que un siglo atrás confundieron el colonialismo con la modernización y apoyaron a potencias imperiales en nombre del marxismo y el progreso. La tentación de caer en la fácil utopía de la conciliación de intereses contrapuestos mediante “alianzas de papel” (léase MERCOSUR), renace más allá de sus innumerables fracasos en América Latina y el mundo.

A comienzos de este siglo, recién podemos apreciar cuánta razón tenían Baran y Sweezy, cuando hablaban de la temática del monopolismo financiero y del uso de los enormes excedentes de las corporaciones transnacionales. Un autor observa por doquier “[el] Crecimiento de costos fijos en investigación y difusión de tecnologías en mercados con fuerte competencia en el ámbito de la renovación de productos y métodos de producción. La velocidad de los cambios genera la obsolescencia en muchos procesos y productos y exige rapidez en la comercialización. Ello incentiva a las corporaciones a crear poderosas infraestructuras de ventas para acelerar el período de rotación de los nuevos productos. (…) La acumulación capitalista asume escalas planetarias y tiende a borrar fronteras. La interdependencia es cierta, pero también lo son las desigualdades y contradicciones. No podemos soslayar que estamos muy lejos de la existencia de un ‘mercado mundial’ único. Los precios de los bienes y servicios, y especialmente los niveles de salarios, tasas de interés, son radicalmente diferentes en los países del orbe. Si bien desaparecen algunas limitaciones a la circulación de capitales (especialmente financieros) hay enormes trabas a los desplazamientos de trabajadores” [51].

Ya en los 2000, sabemos que “Las multinacionales son el motor y el cerebro de la revolución industrial y económica de la última generación. Son más o menos 40.000 multinacionales (…). Sin embargo, el proceso de absorción o de fusión tiende a concentrar cada vez más la producción en empresas gigantes que eliminan a las más débiles y crecen sin césar. (…) Gran parte de la producción y del comercio corresponden a las 500 multinacionales más fuertes. (…) 157 son norteamericanas, 168 europeas y 119 japonesas. Algunas son de Corea del Sur o Taiwán. En el comercio internacional, la parte que cabe  a estas 500 compañías se multiplicó por 7, pasando de 721 mil millones a 5,2 billones de dólares en 1991. El número de empleados no aumentó, sino que permaneció en 46 millones. Les pertenecen un tercio del comercio mundial, ¾ de los intercambios financieros, 4/5 del intercambio de tecnologías y servicios de dirección. (…) La tendencia a la concentración de las multinacionales crece sin césar, de tal suerte que, finalmente, toda la producción mundial de sectores de la economía pasa a manos de un puñado de empresas. (…) las multinacionales destruyen la fuerza de los sindicatos. Por medio de las empresas terciarias y de la multiplicación de las unidades de producción en muchos países, promueven la rivalidad entre los proletariados de las diversas naciones. Invocan los bajos sueldos en el Tercer Mundo para acallar las reivindicaciones de los trabajadores [del centro]. (…) La globalización es un mito y el mercado total es un mito” (subrayado nuestro) [52]. Estas referencias y aseveraciones corresponden a un propalador del artefacto ideológico “Neoliberalismo”, pero ellas, por sí mismas, desmienten el afán de su autor de dar tal denominación a la etapa imperialista actual y más bien nos sirven de corolario de nuestra exposición sobre la actual etapa del capital MT, de transición a la fase imperialista II.

4.- ¿QUÉ SE SUPONE QUE ES EL “NEOLIBERALISMO” PARA SUS EPÍGONOS?
Un reconocido economista chileno se quejaba hace poco de la desintegración de nuestra sociedad, la que estaría putrefacta como “resultado de casi cuatro décadas de contrarrevolución neoliberal” (negritas nuestras) [53]. Aparte del hecho de mucho interés que sería discutir acerca de la ocurrencia de una Revolución (la cual, suponemos, fue abortada por esta contrarrevolución), el compañero realiza varias veces en su trabajo lo mismo que hacen otros autores de la izquierda en su conjunto, cual es la práctica idealista del nominalismo, en este caso de motejar de “Neoliberal” cuanto se refiera a la actual fase imperialista y a sus implicancias económico-sociales en nuestra formación, sin tener en cuenta si tal artefacto ideológico (nunca categoría) tiene sustento en la realidad.

Otro autor, filósofo y Teólogo de la Liberación de fuste, nos señala que “El neoliberalismo puede ser considerado como teoría económica, como utopía, como ética o como filosofía del ser humano. En realidad, es una filosofía que se presenta en forma de teoría económica, cargada con todo el valor científico que el mundo actual atribuye a la economía. Es una utopía, pero una utopía que pretende tener bases en la ciencia pura. De este modo, pretende entregar una visión completa del ser humano e, incluso, una ética” [54]. Entonces, o todas las anteriores filosofías han desaparecido o bien han sido superadas por el despliegue de esta otra, holística, denominada ‘neoliberalismo’.

“Entonces [los neoliberales] descubrieron el mercado. (…) El mercado no necesitaba valores morales, preceptos o subordinación a principios éticos que pudieran entrar en contradicción con el dinamismo de la economía. (…) El egoísmo de todos lleva a la promoción de todos” [55]. Luego de este supuesto ‘descubrimiento’ de un elemento intrínseco y antiguo del MPC, el propio autor arriba a una verdad histórica, que la señala con primorosa expresión, pero que curiosamente olvida de inmediato y sigue con la cantinela del concepto ‘neoliberalismo’: “¡Era demasiado bello! Entre las naciones JAMÁS PREDOMINÓ EL LIBERALISMO DE LIBRE MERCADO. Todas las naciones PROTEGIERON SU ECONOMÍA. Solamente Inglaterra introdujo el intercambio, en la segunda mitad del siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial, y eso porque poseía tal superioridad industrial y comercial que nadie podría amenazarla. Se industrializó antes que todas las demás naciones: sabía que el libre mercado siempre le sería favorable. Todas las demás naciones sabían que abrir sus fronteras al mercado significaría imposibilitar su propia industrialización. (…) En cuanto abrieron sus mercados, las naciones vieron aparecer en sus territorios LOS MONOPOLIOS Y OLIGOPOLIOS: LA LIBERTAD DE MERCADO ERA APENAS UN SUEÑO” (mayúsculas nuestras) [56]. A confesión de parte, relevo de pruebas.

Sobre la aparición del fantasma del “Neoliberalismo” que hacen diversos prosistas, se tiene mucho paño que cortar. Tal como se lee en la nota 53, el autor de marras nos señala que ya van “casi cuatro décadas de contrarrevolución neoliberal” en Chile, aunque el mismo, más bajo, añade la novedad de una supuesta “fase civil del modelo neoliberal”, que inicializa en 1990. Unos cuantos astutos lo visualizan ya en los 50. Otros lo ubican en los 70 también, pero sólo en el viejo mundo: “En Europa el neoliberalismo impuesto desde la década del 70 y el neoestructuralismo que se erige como su alternativa desde los "80s [57] (se viene hasta con reemplazo). Osadamente algunos lo inicializan el mismo día del ‘golpe’: “(…) se abre una nueva fase de acumulación (y en Chile a partir del 11 de Septiembre de 1973),  que podemos denominar como neoliberal y que se extiende hasta nuestros días” [58]. Hay otro autor que nos honra como iniciadores mundiales del modelito de marras: “(…) el primer lugar del mundo donde se aplica el modelo neoliberal como programa político y económico de manera tajante, es en un país en el cual no existe siquiera la democracia liberal, sino en un país [Chile] que se encontraba bajo una dictadura militar” [59]. Otros hacen aparecer el rollo en los 70-tirado-para-80 y en todas partes: “A partir de fines de los años 70, y más intensamente en los años 80, la orientación predominante en la política económica de las burguesías cambió radicalmente por diversas razones. Con la nueva dirección del Banco Central de Estados Unidos (el FED), y después del ascenso de los gobiernos de Thatcher en Gran Bretaña y de Reagan en Estados Unidos, llegó la hora del neoliberalismo[60]. Finalmente, no faltan los que lo confunden con la imposición del Consenso de Washington, es decir recién en 1990: “El conjunto de medidas que constituyeron el Consenso de Washington, aún vigente, tomó autonomía y se constituyó en lo que luego se denominaría “neoliberalismo” [61].

La indeterminación cronológica y la carencia de un proceso histórico que de cuenta de la conformación de ese ubicuo “neoliberalismo”, debiera demostrar a sus padrinos, con meridiana claridad, la orfandad dialéctica del mentado artefacto.

¿PERO, QUÉ ES NEOLIBERALISMO?
Lo que sus confundidos testaferros de la izquierda no saben, o parecen desconocer, es que el término “Neoliberalismo” surgió hace mucho y del otro lado de la brecha. Es un vocablo propio de la Lengua de los Señores, de los Amos, de los Patrones.

Von Mises lo apunta por vez primera en su obra “Liberalismus” (1927) [62], como “neuen liberalismus” y lo reserva para diferenciar el liberalismo decimonónico (más bien la economía política clásica capitalista, cuyas ‘bondades’ pulverizara Marx) de las nuevas variantes medio socialistas de dicha teoría (el austrohúngaro aborrecía todo lo que oliese a socialismo). No obstante, dicha frase queda traducida como “neoliberalism” en su posterior versión inglesa, de donde provino la impostura  castellana. Asimismo, Louis Baudin, en uno de sus trabajos [63], explica que aquel término se habría impuesto en medio de un coloquio de neoconservadores (autodesignados “liberales verdaderos”), realizado en 1938, y que este mote se utilizaría para remontar el descrédito que implicaba entonces el “liberalismo”. También, estaría asociado a otro artefacto ideológico de los neoconservadores, llamado “economía social de mercado” [64], y por último, se relaciona con la escuela neoconservadora italiana de entreguerras. Es decir, era un tópico reservado para los teóricos de las políticas pro-imperialistas, opuestos a un explícito laissez faire y enemigos del socialismo. Sus creadores querían ocultar entre los pliegues del término las bases sociológicas y económicas de la economía política de la fase imperialista, del crecimiento a costa de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo y de los recursos naturales de extensas zonas geográficas, integradas tras la penetración del capital financiero; de la sacrosanta propiedad privada de los medios de producción y la apropiación también privada del excedente económico a una escala internacional, etc. Lo disfrazan como un renacimiento del “Liberalismo”, de “defensa y difusión de las ideas de la libertad” [65]; “un concepto global, bajo el que se incluyen los programas de la renovación de la mentalidad liberal clásica. (…) Los esquemas neoliberales del orden económico y social son modelos de estructuración cuyo denominador común central es la exigencia de garantía (constitucional o legal) de la competencia frente a la prepotencia” (negritas nuestras) [66].

Todas estas definiciones, tan cándidamente farsantes, ocultan las verdaderas intenciones de los ideólogos del imperialismo. De allí entonces, que aseguremos que al ser importado el término “Neoliberalismo” desde el campo enemigo, sin dar cuenta que con su uso se está invirtiendo la realidad y se encubren categorías tales como imperialismo, capitalismo, burguesía, explotación, etc., lo que hacemos es importar una ilusión para criticarla y, fatalmente, esto implica que no hacemos cuestión real del fondo del asunto (véanse los tristes papeles que juegan gobiernos y movimientos autodenominados “Anti-Neoliberales”, tales como los casos de Brasil, Uruguay, Nicaragua, etc., que terminan sirviendo las bases del MT). Es como quitar a nuestros enemigos de clase su quimera y criticarlos por ella y no por sus verdaderas prácticas.

Uno de los áulicos de la etapa de transición imperialista actual y miembro de la Sociedad Mont Pelerin (que fundaran los héroes neoconservadores Hayek, Friedman, von Mises, etc.), plantea que otros se apropiaron y corrompieron el término “Neoliberalismo”. Se queja él de que: “(…) el ‘neoliberalismo’ es utilizado para caracterizar cualquier propuesta, política o gobierno que, alejándose del socialismo más convencional, propenda al equilibrio presupuestal, combata la inflación, privatice empresas estatales” [67]. Le preocupa que: “Probablemente son muy pocas las doctrinas que, como el liberalismo, hayan perdido tantos términos a manos de sus enemigos en el debate político” [68].

Pero, ¿No será que su creatura, el “neoliberalismo”, sea un arma tipo “Caballo de Troya” que, siéndoles apropiada por sus “enemigos”, expide su falsario contenido a este lado de los contendores, debilitando y confundiendo nuestra praxis? [69] Nos preguntamos: ¿Cómo es posible que un eufemismo, arrebatado a los teóricos del capitalismo contemporáneo, que oculta la realidad concreta y los medios correctos para su transformación, haya pasado a convertirse en el habla cotidiana en un término corriente para definir irrealidades y supuestas consecuencias de estas? Creemos que la respuesta a tamaña impostura proviene desde dos vertientes, no incompatibles entre sí: primero, la derrota política de los movimientos populares en los “70-“80 (inclusive ideológica en algunos casos), la que provocó, entre otras lamentables secuelas, una carencia de propuestas tal que se llegó a apelar sin reparos al lenguaje del enemigo para dar cuenta de las nuevas condiciones; en otras palabras, había que operar inclusive en el plano del prejuicio cognitivo y tolerar la desinformación. La otra fuente, es el inveterado deseo del reformismo de encontrar una burguesía “nacional y progresista”, por lo que le conviene identificar a un enemigo “neoliberal” para, ante esa supuesta disyuntiva, levantar frentes ‘antineoliberales’ donde poder aliarse con imaginarias fracciones burguesas “progresistas” y ahora “antineoliberales”.             

5.- ¿GLOBALIZACIÓN O TRANSNACIONALIZACIÓN?
Otro gazapo, también adoptado por el conjunto de la izquierda, es el de la “Globalización”, término con el que supuestamente se daría cuenta del avance mundial del “neoliberalismo” y de todas sus lacras [70]. Seguramente, los m-t se festinan al ver que esa izquierda, que padece una clara ecolalia, no hace más que repetir sus chapucerías y asumir las implicancias de estas.

Término inventado por los m-t, estos llaman “globalización al proceso libre de mercado, es decir, al mercado ampliado a toda la esfera mundial gracias a las mayores posibilidades de comunicación y nuevas tecnologías, sin intervención ni regulación por parte de ningún gobierno ni organismo internacional” [71]. Entonces, para los m-t, y por transitividad para la izquierda ingenua y abúlica, además de los grupos mantenedores, el término “globalización” implicaría la creación de un “Mercado Mundial”, pero resulta que con tal oxímoron, aparte del disparate de inferir una igualdad imposible entre todos sus componentes, los susodichos no dan cuenta de la existencia de un SCM que se ha construido en un proceso desigual y combinado, de integración /subordinación capitalista de diversas formaciones y zonas geográficas con muy diversos grados de desarrollo económico. Además, ese supuesto Mercado tan intachable, es un sistema que en realidad no sólo se basa en la dominación y la explotación del centro desarrollado sobre amplias zonas dependientes, sino que también significa expoliación dentro de cada componente del SCM, así como al interior de las mismas formaciones [72].

En el caso de la izquierda supuestamente precavida, sus autores toman el término “globalización” en una práctica análoga a la que realizan con el de “neoliberalismo”, es decir, para criticarlo, pero lo que se crítica es la creación de los m-t importada sin más, la del espejismo de un mercado que permitirá comercio y ganancias para todos [73], de alta calidad ética y moral [74], y al que sólo cabe abrirle las puertas; por tanto, ¿Cómo se puede criticar algo que es tan bondadoso, sin siquiera ofrecer una alternativa que llene algo de esas cualidades?

Decimos que a este otro artefacto ideológico, la “Globalización”, se le ha dado un carácter de inexorable y un tinte  benéfico para la humanidad. Acerca de esto, veamos que nos dice la jesuítica FLACSO: “la globalización ha sido descrita como la fuerza inexorable de los noventa (…). Cuando utilizo el concepto de globalización, no me refiero únicamente al hecho de que el capitalismo se ha convertido en un sistema mundial; en otras palabras, no es lo mismo que globalismo [sic]. Al utilizar este concepto, me refiero al enorme salto que ha dado la internacionalización de la producción, distribución y comercialización de bienes y servicios. El progreso organizacional que permitió la globalización consiste en la capacidad para dispersar las actividades económicas geográficamente, mientras se reúnen en forma electrónica, y viceversa” [75]. La autora, en otras palabras, nos dice que es inútil no dejarnos envolver por la “Globalización”, pero se enreda para no decirnos que, en rigor, son las leyes de la Internacionalización del capital transnacional y del patrón de acumulación primario exportador con ventajas comparativas (reservado para nosotros, como formación dependiente), impuestas por el centro imperialista y localmente optadas por el capital financiero dependiente, las que nos definen: qué producir, cómo participar en la distribución y qué parte de ella recibir, además de qué y cómo comercializar.
Un líder del marxismo añejado, pero que ocupa una tribuna mundial, señala que la fuerza detrás del Imperio Estatal, encarnación de la “Globalización” [76], sólo puede explicarse como el fruto de una Gran Conspiración Estatal (algo así como un aquelarre de Iluminatii). Se deben reír de todo esto los teóricos del Pensamiento Único, pues así se está reviviendo a la Divina Providencia. Además, demuestra que la izquierda sobrepasada-por-la-realidad debe contar con un enemigo conocido, para facilitar sus análisis y sus subsecuentes prácticas.

La evidencia nos señala que en los “80-“90, se comenzó a hablar de “Globalización” por parte de algunos teóricos m-t [77], al poco andar, el término fue asumido por los teóricos de los gobiernos de recambio burgués (o mantenedores del sistema de dominación) [78]; para, finalmente, ser tomado por el conjunto de la izquierda. Mantenedores y la izquierda toda, lo hacen para referirse a una suerte de nueva integración de los sometidos al poder de los dominadores, a una nueva etapa del imperialismo, en que los fenómenos a escala planetaria dominarían el escenario del desarrollo social. No obstante, procesos mejor definidos como de Internacionalización, en los marcos del capitalismo, han tenido lugar anteriormente, como los que señaláramos en 1.5 supra. Pero, dejémosle sus conceptos de falsa conciencia a los m-t y hagamos lo nuestro.

LA TRANSNACIONALIZACIÓN
Lo que tiene de particular el actual momento histórico es que, con el despliegue de todo el poderío incontrastable de los tres polos imperialistas y del capital financiero transnacional, en todos los planos y en brazos de la tercera revolución industrial, se trastornan las viejas formas de relación existentes entre las formaciones y que determinaban la dependencia de unas naciones de otras. Cedieron el paso a nuevas formas de relaciones que nosotros preferimos llamar de Transnacionalización, que es una renovación en la integración imperialista de las diversas partes del SCM, en que la composición económica no puede comprenderse tan sólo desde la perspectiva de la relación de subordinación de unas naciones con otras, ya sea a través de la inversión o el intercambio comercial, si no como el desarrollo de una nueva etapa de la economía mundial donde el capital monopólico transnacionalizado absorbe partes de la economías de las naciones para incorporarlas a ciclos mundiales de valorización del capital (‘postfordismo’). En una palabra, los sectores dominantes del SCM implantaron, en consonancia con el pleno despliegue del MT de los 70-80 y aceleradamente desde mediados de los 80, un nuevo proceso de integración imperialista, de Transnacionalización desigual y combinada de las formaciones económicas y sociales, donde los Bloques en el poder están hegemonizados por las fracciones burguesas monopólicas y subordinadas al capital financiero transnacional. 

La Transnacionalización se impone, entonces, en brazos de la ocurrencia de un conjunto de procesos que se enmarcan en el decurso de la etapa del MT, dando sostén al desarrollo de esta transición a una fase imperialista superior. Entre esos procesos, tenemos:
·    Constitución de los tres grandes bloques regionales imperialistas: la Unión Europea; el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC); y el bloque en torno de las economías ricas Asia-Pacífico, del eje Japón-Australia y al que se debe sumar China [79]. La constitución de estos bloques, que en su conjunto concentran el 90% de la riqueza del planeta [80], es sin duda una novedad histórica en la escala que se viene dando, y altera las condiciones de todos los países que participan en ellos;
·  Tanto los flujos de inversión directa como de capital financiero, son extremamente concentrados –ellos se dan sobre todo entre los principales países capitalistas centrales, y secundariamente en dirección a algunos países considerados "emergentes". Pero, incluso en este caso, el capital recibido del exterior no representa un porcentaje alto de la formación bruta de capital fijo, lo que se puede explicar porque se prioriza al sector terciario y la obtención de plusvalía absoluta;
·      Las grandes corporaciones mundiales siguen teniendo una importante base nacional [81], donde se continúa quedando gran parte de los capitales; además, al internacionalizarse, lo hacen de forma muy concentrada. No obstante, no debemos caer por ello en una visión mecanicista [82], puesto que el carácter de transnacionales se debe a su capacidad real de operar sin mayores cortapisas en el conjunto del SCM y de transnacionalizar no sólo el capitalismo y los capitales, sino que también por ser capaces de integrar los ciclos productivos a escala del SCM, por ejemplo, con el recurso de la “deslocalización", que es la transferencia de todo o partes de un ciclo productivo entre diversos países, a objeto de bajar costos o impuestos, y que redunda en un buen chantaje contra los trabajadores del centro del SCM;  
·    En los “procesos de institucionalización de la economía internacional” [83], como eufemísticamente llaman los m-t a la reproducción ampliada de la Transnacionalización, coadyuvan las IFI y los llamados organismos de “cooperación económica” (OCDE, COSRA, FORO DE DAVOS, etc.). Desde adentro, las actividades de los capitales financieros transnacionales son avaladas por los propios Estados-naciones, aunque estos, de momento, aún les significan ciertos límites a su libre albedrío, en un punto en que, junto a otros factores, mantiene en suspenso la concreción de la fase Imperialista II ó de gobierno mundial del capital monopólico-financiero. Cabe destacar que al interior de las formaciones, las fracciones monopólicas han hecho lo suyo y supeditan efectivamente a las fracciones burguesas no monopólicas (no siempre muy dóciles) y es de notar el esmero que prestan también los grupos mantenedores del sistema;
·         La Transnacionalización (ya dijimos que no es lo mismo que un proceso de integración "global" de la economía mundial) se potencia y reproduce en la ampliación de la alteración de la correlación de fuerzas a nivel mundial, en perjuicio de las clases trabajadoras y a favor de los sectores dominantes. Esa desfavorable situación es la resultante de la ofensiva conservadora iniciada en el centro del SCM, sobre todo desde los 70, de la desreglamentación y del sustento que le entrega la revolución tecnológica y su orientación (la tecnología facilita también el control sobre los capitales y si fuesen otras las condiciones políticas, serviría de mecanismo de control en manos de los pueblos) [84]. Un factor gravitante y que ha llevado a la aceleración de la internacionalización, fueron las opciones de política económica hechas por las burguesías internas, en las que se hicieron dominantes las fracciones monopólicas (para el caso chileno, ver nota 21 supra);
·    Continúa la tendencia histórica capitalista de aumento de la composición orgánica del capital, considerándose más competitivas las empresas en que el contenido de la mano de obra directa sea ínfimo respecto del costo total de producción. Aunque igualmente se produce plusvalía en el sector terciario, siendo ello más dinámico que en las otros dos, la variante se encuentra en las formas de socialización del proceso productivo. Podemos decir que un gran contingente de los obreros industriales se ha desplazado, más bien fueron desplazados, al sector terciario. Pese a ello, las formas de relación  prevalecientes en los ámbitos económicos continúan siendo las que vinculan al capital con el trabajo asalariado; 
·        Se aceleran los procesos de concentración y centralización de los capitales [85];
·      Se observa un crecimiento de los gastos fijos relacionados con la investigación y difusión de tecnologías, en un contexto de competencia creciente en el ámbito de la renovación de productos y métodos de producción. La celeridad de estos procesos y el riesgo de obsolescencia exigen rapidez en la comercialización de "novedades" [86]. Ello incentiva la creación de redes de servicios, transporte y comerciales, que exigen también fuertes inversiones y que, sobre todo en lo que se refiere a infraestructura, corrientemente son cargadas al Estado;
·         Pugnas a nivel mundial por el control de materias primas estratégicas, y disputas comerciales y financieras entre grandes grupos económicos;
·         Las formas de la dominación que entraña la transnacionalización, no son sólo económicas, si no que se extienden a todos los niveles de la superestructura, aherrojando aún más a los explotados [87].

Los grupos monopólicos transnacionales disponen hoy de una amplia libertad para sus negocios, como la que anhelaba hace ya una década un empresario europeo y que reproduce Chesnais en una de sus obras: "libertad de implantarse donde quieran, cuando quieran, para producir lo que quieran, comprando y vendiendo donde quieran, sufriendo lo menos posible a restricciones en materia de derecho del trabajo y de convenciones sociales" [88]. Esa libertad, casi absoluta, se basa hoy en el inmenso poder económico y político alcanzado y reproducido por el capital financiero transnacional, capacidad que se proyecta y que inviste a las IFI y a las otras instancias de nivel internacional y regional de modelamiento transnacional de las economías en verdaderos representantes del ese poder Supranacional. Ese poder incontrarrestable y las “nuevas formas de integración a la economía mundial, nos han hecho totalmente dependientes de los grandes capitales internacionales que controlan la producción mundial, transformando nuestra independencia política, en un asunto puramente formal” [89].

Ya dijimos que uno de los factores que mantiene en suspenso el paso al gobierno mundial del capital financiero, a la fase imperialista II, es la existencia del Estado-nacional. Segundo otrosí, es la competencia intra-imperialista, de insospechadas posibilidades. Y el tercer factor que retrasa aquel superimperialismo, y en el cual tenemos mucho que hacer y que depende de la iniciativa de los movimientos populares, es el de la lucha de clases y su correlación de fuerzas, tanto a nivel nacional como internacional.


6.- ¿Y QUÉ PASA HOY AL NIVEL DE LO SOCIOLÓGICO?
Ya hemos dicho algo sobre los fenómenos sociales y de la individualidad, implicados en la imposición y mantenimiento del MT. Anotemos también que los Bloques Dominantes de las formaciones subsumidas en la vorágine del MT, de todas las latitudes, pueden decir que han logrado imponer el miedo, el aislamiento, el egoísmo, por sobre la solidaridad, la defensa de los derechos sociales mínimos y los débiles lazos sociales y organizativos que se pudieran haber creado en las diversas formaciones durante los pasados lustros. Han podido desviar todo enfoque y crítica hacia el injusto sistema de dominación y explotación que les subyace, ya sea por conciliación, con unos, y por necesidades creadas, con otros. Han logrado asimilar a las fuerzas e intereses de la oposición formal, sistémica, incluidas sus formas reformistas y vacilantes, en un sistema al que dichas fuerzas se oponían en las etapas anteriores. Casi podríamos decir que los sectores dominantes han llegado a administrar y movilizar metódicamente los instintos humanos, haciendo socialmente manejables y utilizables los elementos más rebeldes y ‘antisociales’ de la conciencia y de la intimidad de muchos sectores de la población, sin que estos se den cuenta. Y esto último no es obra del azar, puesto que es en ese nivel donde han sabido incidir y hacer aflorar, para dominarlos y transformarlos en factor de cohesión y de afirmación, los miedos, los odios, el individualismo, las necesidades, los resentimientos, el arribismo; en suma, el poder de lo negativo.

Casi inadvertidamente hemos arribado a una forma de sociedad cerrada, donde se disciplinan e integran todas las dimensiones de la existencia, pública o privada. Los derechos y libertades humanas básicas han pasado a una relativización y desvalorización asombrosas. Tal sometimiento y deshumanización, brindan a las clases dominantes la posibilidad de contención social casi sin ejercer la fuerza material, siendo este quizás el mayor logro actual de nuestros enemigos de clase. No obstante, el hecho de que la gran mayoría de la población acepte, y sea obligada a aceptar, esta sociedad, no la hace menos irracional y menos reprobable. La distinción entre conciencia falsa y verdadera, interés real e inmediato, todavía están llenos de sentido. Pero esta distinción misma ha de ser validada. “Los pueblos deben llegar a verla y encontrar su camino desde la falsa hacia la verdadera conciencia. Pero sólo pueden hacerlo si experimentan la necesidad de cambiar su forma de vida, de negar lo positivo, de rechazar. Es precisamente esta necesidad la que la sociedad establecida consigue reprimir en la medida en que es capaz de ‘repartir los bienes’ en una escala cada vez mayor, y de usar la conquista científica de la naturaleza para la conquista científica del hombre” [90].         
La ‘democracia’ de la etapa capitalista en curso, consolida la dominación y la explotación más firmemente que cualquier régimen burgués de excepción constitucional. Esa supuesta y aceptada ‘democracia’, además de la represión instintiva que ya se nos ha internalizado, son las fuentes renovadoras del sistema de dominación y explotación.

7.- CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS (dialécticamente provisorias y criticables)
7.1.- Si bien es tentador expresar que asistimos a una nueva fase del propio Imperialismo, el SUPERIMPERIALISMO (expresado en los términos de los teóricos marxistas de los “60 y “70), en la etapa actual de transición a una fase Imperialista II aún no podemos ver que la Internacionalización del capital logre dar lugar a una efectiva ‘fusión transnacional’ de capitales. De allí que los capitales financieros mundiales, por ahora, hayan simplemente prefigurado un Poder Supranacional, que podríamos situar en las IFI e instancias regionales modeladoras/transnacionalizadoras de las formaciones económicas. Es evidente, eso sí, que el desarrollo desigual es una ley inherente al capitalismo y extensible al Imperialismo, lo que explicaría porque nos encontramos en una fase de transición o del Monopolismo Transnacional, fase que puede demorar años, décadas, etc., toda vez que ese estado de suspensión se mantendrá mientras copulativamente no decaigan los efectos de la existencia de los Estados-nación, de la competencia interimperialista y de la otra ley fundamental dentro las formaciones de clase y que fuera sistematizada por Carlos Marx, LA LUCHA DE CLASES, nacional y mundial;

7.2.- La actual etapa de desarrollo del imperialismo, etapa de transición, corresponde al Monopolismo Transnacional, la que ha sido impuesta desde el centro del SCM y por el capital financiero transnacional y que es optada, supeditadamente, por las fracciones burguesas dominantes internas. El proceso de su constitución/reproducción es la Transnacionalización, forma dialéctica en que el capital financiero va integrando formaciones sociales y económicas diversas, con incesantes ciclos de valorización del capital a través de ellas. Esta etapa de MT tiene sus raíces en los “50, se hace patente en los “70-“80 y recrudece, sobre todo en América Latina, desde los “80;

7.3.- En su materialización, desigual y combinada, el patrón de acumulación de la etapa de transición del MT varía si se mira desde el centro o desde la periferia del SCM, aunque también lo hace al interior de cada uno de las partes del sistema. Así, a nuestra formación social y económica se le impone (aunque, como se dijo, optado dependientemente por el Bloque en el Poder hegemonizado por la fracción burguesa monopólica), el patrón primario-exportador con ventajas comparativas de bienes con bajo valor incorporado, además de exportador de capitales bajo forma de pagos de deuda; remesas de las ganancias de las corporaciones transnacionales establecidas en Chile; por otros conceptos más sutiles, tales como pagos por royalties, know how, patentes, marcas; además de la parte extraída desde los enclaves externos del capital financiero dependiente interno;

7.4.- Con la Transnacionalización se profundizan los procesos de concentración y centralización de los capitales, tanto en el centro como en la periferia del SCM, y en ese curso, cada vez más acelerado, veremos como se da pie a la formación de un gran centro imperialista. A la par de ese colosal proceso, podemos constatar que la actual etapa de transición del MT representa la realización de un sistema que está sustituyendo dinámica y rápidamente, con ventaja para la supervivencia y expansión del capital financiero monopólico transnacional, al viejo esquema de los Estados-nación, e implica que el imperialismo recorre resueltamente la senda hacia una fase aún superior, hacia la fase del Imperialismo II. Sólo podemos aventurar que esta nueva fase del desarrollo histórico de los poderes imperialistas, será aquella en que el Imperio será una gran unidad político-económica mundial y donde existirá un poder efectivamente supranacional, detentado por una base muy estrecha de representantes del gran capital financiero transnacional;

7.5.- En la etapa del MT, continúa la tendencia histórica capitalista de aumento de la composición orgánica del capital, considerándose más competitivas las empresas en que el contenido de la mano de obra directa sea ínfimo respecto del costo total de producción; igualmente se produce plusvalía en el sector terciario, aún más dinámicamente que en los otros sectores y cuya variante se encuentra en las formas de socialización del proceso productivo; debido a esto, el capital financiero transnacional y dependiente ha desplazado a grandes contingentes de los obreros industriales al sector terciario; pese a todo lo anterior, las formas de relación  prevalecientes en los ámbitos económicos continúan siendo las que vinculan al capital con el trabajo asalariado;

7.6.- El Estado sigue cumpliendo tareas fundamentales en la actual fase imperialista. Prosigue interviniendo en la fijación de las políticas económicas y sociales, firma tratados y acuerdos internacionales, financia la investigación científica y las innovaciones tecnológicas, hace lo suyo en la reproducción de la fuerza de trabajo (por medio del rodeo de su ‘calificación’ escolar), en las políticas de infraestructura y, por sobre todo, mantiene el orden público y ordena los negocios del conjunto de las clases dominantes. En la fase actual, el Estado se encuentra al servicio del capital financiero transnacional, determinado esto porque en el bloque en el poder la fracción hegemónica es la burguesía monopólico-financiera dependiente. Sobre el rol del Estado hoy, existe un consenso amplio y activo, al que adhieren el Bloque Político en el Poder, los Grupos Mantenedores del sistema de dominación y extensos sectores de la formación social;

7.7.- Resistir la transnacionalización y las fuerzas que sostienen el MT, implica luchar por el Socialismo en cada formación y a lo largo y ancho del SCM, pues sólo en la lucha por su construcción y en su victoria agotaremos las fuentes del inmenso poder de los sectores dominantes mundiales que, cual cabezas de la mítica Hidra, persisten por doquier. A este respecto, debemos señalar que ninguna contradicción social y política, por más evidente y gigantesca que sea, se decidirá del lado popular por el sólo hecho de que digamos los conjuros adecuados. Debemos apoyar cada uno de los movimientos reivindicativos que existan en cualquier sector social y geográfico, elevándolos desde lo inmediato o economicista a un nivel más conciente y politizado; llevemos a enfrentarse a los explotados y excluidos con el sistema que los afecta y aprovecha, donde aprenderán en la práctica lo que podrían ser años de teoría. No cejemos en reivindicar todos los valores del Humanismo Socialista, a los que aspiran y por los que han luchado por décadas los movimientos y las vanguardias políticas populares de todas las latitudes;

7.8.- En la etapa del MT, se amplía y profundiza el nivel de la explotación sobre la clase trabajadora en su conjunto e incluso sobre sectores que con anterioridad se concebían a sí mismos como clases medias. Ligado a lo anterior, las grandes organizaciones sindicales de los trabajadores industriales perdieron su histórico peso y debemos pasar a considerar formas más adecuadas de organización sindical para estos, así como para los del sector terciario y para la gran masa de contratistas y subcontratistas, recogiendo en nuestro Programa las nuevas demandas que surgen con las renovadas formas de explotación y acogiendo las diversas formas organización que naturalmente los trabajadores se vayan dando;   

7.9.- La política de formación de bloques regionales con vocación popular, alejada de instancias de papel o proclives a los sectores dominantes y del capital financiero, puede tener un papel positivo si se respetan varias condiciones: ampliar y no reducir derechos laborales y sociales; ser conducida en función de los intereses reales y concretos de los pueblos, y no de los "mercados" (léase: del capital financiero); extender la dimensionalidad de los derechos humanos a todas las formas de mejoramiento de las condiciones de vida de los pueblos; fin a los acuerdos con las fuerzas del imperialismo y ninguna posibilidad de injerencia o aprovechamiento de estas o de sus lacayos locales de los acuerdos que se puedan materializar; favorecer el internacionalismo proletario y popular. Con todo, este proceso de acercamiento depende de una alteración radical de la actual correlación de fuerzas entre trabajo y capital, tanto a nivel nacional como mundial, que el movimiento de trabajadores y popular podrá balancear a su favor sólo mediante una lucha frontal y decidida;

7.10.- La estructura jerárquica, piramidal y burocrática de las viejas organizaciones de izquierda, está diseñada para hacer frente a un poder centralizado, conspirativo, que hoy está siendo sustituido por un sistema capitalista transnacional, descentralizado, flexible, universal, que salta fronteras, arrasa territorios, costumbres y formas de vida y pensamiento. De allí entonces, que se hace vital recrear las formas de organización política de la izquierda más conciente y consecuente, dando cuenta de los inmensos cambios que la materialización del MT ha significado para nuestras formaciones y para el conjunto del SCM;

7.11.- Enmarcados en lo anterior, nuestro llamado a la resistencia debe involucrar a aquellos sectores más avanzados y consecuentes de los movimientos populares y de trabajadores de las diversas formaciones del SCM, potenciando desde allí a todas las organizaciones alternativas, tales como el movimiento Verde, el movimiento “antiglobalización” (mejor definido como Antitransnacionalización), el sindicalismo renovador, el feminismo conciente, los movimientos autonomistas de los pueblos originarios, los sin tierra, los sin casa, el Ecologismo anticapitalista, y las múltiples formas de resistencia activa y de solidaridad. A la insensibilidad del sistema, debemos oponer la fraternidad y la solidaridad populares; a la violencia estatal y patronal, la acción directa; a la injusticia oficial, la respuesta material de los más organizados y concientes; a la desinformación y a la ignorancia propiciadas desde arriba, la Verdad y la Educación construidas entre los oprimidos; a la pasividad obligada o inconciente, la rebeldía y la consecuencia revolucionarias; a la democracia burguesa, la organización territorial y la democracia directa;

7.12.- Ahondando sobre esta última disyuntiva, debemos decir que, como alternativa a la transnacionalización y a los poderes tras el MT, nuestro Sur es construir desde el presente la Democracia Real y Directa y no sumarnos a la “Democracia Representativa”, sostenida por todos los partidos tradicionales (incluida la izquierda reformista y que atrae también a la vacilante), uniendo a toda la sociedad civil para constituir una fuerza político-social-ideológica real y eficaz, el Bloque Histórico Popular. Esto significa que la actividad política debiera ser “no la actividad representativa, sino la constituyente”[91];

7.13.- El sujeto político en el contexto del MT son todos aquellos que, asumiendo su condición de explotado, marginado y/o discriminado, realicen prácticas ideológicas revolucionarias y estén por la Revolución Socialista, organizándose en todas las partes del SCM y generando una fuerza social (o multitud) [92] constitutiva, que encarne y practique el contrapoder, el poder popular por el Socialismo;

7.14.- El necesario camino de la resistencia sólo puede apuntar, por lo tanto, hacia la construcción de un nuevo orden mundial, a partir de una alteración en la correlación de fuerzas en favor de los explotados y de los marginados. Un primer paso para esta alteración, modesto pero no menos fundamental, es el rechazar los mitos ideológicos difundidos por el adversario. Se hace necesario poner fin al uso, entre los sectores de izquierda y del movimiento popular, de los artefactos ideológicos “neoliberalismo” y “globalización” por ser ellos muestras de ideología entendida como la inversión de la realidad a través del pensamiento y que permite encubrir una práctica real, en este caso, de las fuerzas encarnadas por los sectores dominantes mundiales y sus lacayos locales, que avanzan denodadamente a una segunda fase imperialista.

¡Que nuestros enemigos de clase no nos arrebaten el sueño de seguir luchando por un mundo mejor! Para nosotros, ese nuevo estadio sigue siendo la sociedad Socialista, en donde todas las formas de explotación, discriminación o injusticia serán sólo un mal recuerdo.

 La verdad siempre es revolucionaria, aunque a corto plazo pueda contrariar intereses inmediatos de ciertos grupos más interesados en su pequeña realidad cotidiana que en los problemas generales
F. León Florido

¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!
¡SÓLO LA LUCHA Y LA UNIDAD NOS HARÁN LIBRES!

Colectivo Acción Directa CAD –Chile
Marzo 20 de 2016 (original: mayo-junio 2010)




[1] Louis Althusser; “Para Leer El capital”; Editorial Siglo Veintiuno; 1970; página 11.
[2] Nicos Poulantzas; “Clases Sociales y Poder político en el estado capitalista”; Editorial Siglo Veintiuno; 1969; página 44.
[3] Ibídem, p. 6.
[4] José Valenzuela F.: “¿Qué es un patrón de acumulación?”; UNAM-C. de Publicaciones; México; 1990
[5] Walter Pérez A.: “Desarrollo local en el marco de un nuevo patrón de acumulación”; EUMEDNET; 2006 
[6] F. León Florido: “¿Imperialismo o Imperio?”; revista de filosofía “A Parte Rei”, 23. Sept. 2002; Pág. 10.
[7] Aún hoy, existen autores que no ven al capital industrial integrado en la síntesis superior que es el capital financiero; más bien, lo contraponen al bancario (o no productivo): "Nos parece un grave error seguir caracterizando al capitalismo mundial actual como dominado por el capital financiero como en la mayoría de los análisis, incluyendo a los cientistas sociales críticos. El predominio del capital productivo por sobre las otras formas de capital permite asignarle mayor significado a la relación de dominación del capital sobre el trabajo y la sociedad, (…)”, Dante Caputo, en “La economía mundial a inicios del siglo XXI”; desde cetes@entelchile.net  
[8] V.I. Lenin; “El imperialismo, fase superior del capitalismo”; Editorial Cartago, Argentina; 1960; tomo III, pp. 708-709.
[9] Jorge A. Ramos; “Historia de la nación latinoamericana”; Buenos Aires, 1988.
[10] V. I. Lenin; Op. Cit., p. 736.
[11] Nicolai Bujarin; “El imperialismo y la economía mundial”; Cuadernos de Pasado y Presente; 1971; página 97.
[12] John A. Hobson: “Imperalism”, London; 1902; p. 311. 
[13] Karl Liebknecht: Schriften. Vol. 1., Berlin 1958, pp. 269-270.
[14] Karl Kautsky: Der erste Mai und der Kampf gegen den Militarismus, Neue Zeit 30 (1912), Vol. 2, pp. 107-108.
[15] Karl Kautsky, Der Imperialismus, in: Die Neue Zeit. 32 (1914), Vol. 2, p. 908–922; Karl Kautsky: Imperialism and the War, in: International Socialist Review, 15 (1914).
[16] V. I. Lenin; Op. Cit., p. 676.
[17] Pierre Jalée; “El Imperialismo en 1970”; Editorial Siglo Veintiuno; 1971; páginas 200-201.
[18] Paul Baran y Paul Sweezy; “El capital monopolista”; Editorial Siglo Veintiuno –España. 1973.
[19] Ernest Mandel; “Ensayos sobre el neocapitalismo”; Ediciones Era; 1976.
[20] Nicos Poulantzas; “Las clases sociales en…”; Editorial Siglo Veintiuno; 1977; página 74.
[21] Andrés Pascal A.: “Balance Histórico”; Mimeo; Chile, 1985; p. 39.
[22] James Petras: “Imperialismo v/s Imperio”; revista del Dpto. Hac. Púb., FCCEE UM Laberinto, febrero 2002.
[23]  G. Arrighi: “El largo siglo XX”; Editorial Akal. 1999.
[24] T. Negri y M. Hardt: “Imperio”; Paidós, Barcelona. 2002.
[25] No obstante, hay quienes olvidan estas sabias palabras y siguen esperando la ocurrencia de crisis sistémicas del SCM para movilizarse, antes que alentar el motor de la Historia: "(...) según el materialismo histórico, entre los mecanismos de cambio social más fundamentales figuran las contradicciones sistemáticas entre fuerzas y relaciones de producción, y no sólo los conflictos sociales entre clases originados por relaciones de producción antagónicas. Las primeras se superponen a los segundos, porque una de las mayores fuerzas de producción es siempre el trabajo, que a su vez constituye una clase especificada por las relaciones de producción. Sin embargo, no coinciden totalmente. Las crisis de los modos de producción no son idénticas a las confrontaciones entre las clases. Unas y otras pueden fundirse ocasionalmente. (…) De hecho, las transformaciones revolucionarias- de un modo de producción a otro- son por lo general el terreno privilegiado de la lucha de clases” (negritas nuestras). Perry Anderson: “Teoría, Política e Historia”, debate con E. P. Thompson.
[26] Juan Chingo y Gustavo Dunga: “¿Imperio o imperialismo? Una polémica con "El largo siglo XX" de Giovanni Arrighi e "Imperio" de Toni Negri y Michael Hardt”;  Estrategia Internacional N° 17. Otoño 2001.
[27] T. Negri y Michael Hardt: ibídem, p. 4.
[28] M. Howard y W. Roger Louis (ed.): “Historia Oxford del Siglo XX”; Editorial Planeta, España, 1999.
[29] Francis Fukuyama: “El fin de la historia y el último hombre”, Editorial Planeta, Argentina, 1992.
[30] Banco Mundial; página www.imf.org
[31] Consejo Mundial de Iglesias, Oikoumene: “No nos dejes caer en tentación”, Suiza; 2002
[32] Eric Toussaint: “El apoyo del Banco Mundial y del FMI a las dictaduras”; CADTM, 2004; en página Web de cadtm.org, 2006.
[33] Consejo Mundial de Iglesias; op.cit.
[34] Los epígonos del “neoliberalismo” aseguran que el Estado se ha ido reduciendo, pero, indudablemente, “si todas las formas del modo de producción capitalista ‘puro’ implican teóricamente una esfera política relativamente autónoma de la económica, está claro que el capitalismo privado implica un Estado no intervencionista, y el capitalismo monopolista un Estado intervencionista”. En Nicos Poulantzas, ibídem.
[35] OCDE: The World Economy: estadísticas históricas. En su página Web
[36] Eric Toussaint, Op. Cit.
[37] Cálculos de la CEPAL, sobre la base de Maddison. 2001.
[38] E. Mandel y S. Jaber: “Capital financiero y petrodólares: acerca de la última fase del imperialismo –un debate”; Cuadernos y Editorial ANAGRAMA, España, 1976.
[39] Centro de Comunicaciones BVS: “Bitácora”, CR Sur, mayo 1999. Para profundizar en la temática de la Transnacionalización Cultural, recomendamos el prodigioso texto “América latina en la encrucijada telemática”, de Armand Mattelart y Héctor Schmucler, Paidós Comunicación, 1983, en donde se resalta la necesidad de concebir la nueva división internacional del trabajo a partir de la línea de demarcación representada por el conocimiento, en donde a medida que se avanza en la incorporación de las economías locales al proceso de internacionalización de la producción y del mercado, el poder transnacional multiplica sus rostros y, en consecuencia, tiende a desdibujar su verdadera fisonomía.
[40] Eric Toussaint; Op. Cit.
[41] Marta Harnecker: “La revolución social (Lenin y América Latina)”; Editorial Contrapunto S. R. L., Argentina, 1986.
[42] Andrés Pascal A., Op. Cit.
[43] Eric Toussaint: Op. Cit. (fuente: BM, CD-ROM GDF, 2001).
[44] Consejo Mundial de Iglesias; Op. Cit.
[45] Banco Mundial; página www.imf.org
[46] Los “Penenes” de España.
[47] Marta Harnecker: Op. Cit.
[48] John Williamson: "What Washington Means by Policy Reform”; Institute for International Economics. 1989.
[49] Ibídem.
[50] Helio Gallardo: “Cinco mitos en torno a la crisis del socialismo histórico”; en Revista Pasos, N° 31, 2ª época; septiembre-octubre 1990.
[51] José Rocca: “Capitalismo Real y Globalización Virtual”; Revista Alfaguara, Uruguay, Mayo 2001, Número 25, p. 22.
[52] José Comblin: “Críticas a la ideología neoliberal y caminos de salida”; economíaSur.com –Junio de 2008.
[53] Rafael Agacino: “Son culpables, y con dolo”; en  http://www.plataforma-nexos.cl/; 8 de marzo de 2010.
[54] José Comblin: “El neoliberalismo, ideología dominante en el cambio de siglo”; CESOC; 2001. p. 18.
[55] Ibídem: pp. 18,19.
[56] Ib.: pp. 19,20.
[57] Víctor Guerrero C.: “Los sujetos de la nueva política social”; Última Década. v.9 n.15 Santiago. sep. 2001
[58] MAP: “Cuenta a la segunda asamblea nacional del MPT”; en MPT-Comunicaciones. Febrero 2010.
[59] Juan Carrillo N: “Crisis de acumulación y democracia del América Latina”; 15/04/2009. argenpress.info
[60] Joao Machado: ¿Globalización o nueva fase de la internacionalización del capital”; home.swipnet.se
[61] Alberto Mansueti: “Qué es el neoliberalismo”; Fundación Metanoia. Febrero de 2008.
[62] Ludwig von Mises: “Liberalismus” (1927); Academia Verlag Sankt Augustin, 1993, p.24.
[63] Louis Baudin: “L’Aube d’un Nouveau Libéralisme”; Genin, 1953
[64] Egon Nawroth: “Die Sozial-und Wirtschaftsphilosophie des Neoliberalismus”; Heilderberg: Kerle, 1961.
[65] Ibídem.
[66] Alfred Schuller y Hans Krusselberg: “Conceptos Básicos sobre el orden Económico”; Barcelona: Ediciones Folio S.A., 1997, p. 97.
[67] Enrique Ghersi: “El mito del Neoliberalismo”; Revista CEP 95 (invierno 2004), p. 307.
[68] Ibídem, p. 311
[69] Veamos estas supuestas aclaraciones del MAP, ibídem: “nos parece  profundamente equivocado desconocer la categoría neoliberal, lo que nos permite un diagnóstico más certero y preciso del sistema capitalista vigente” (¿?). Y este otra, de tautología pura: “Después de la  derrota sufrida por el movimiento popular y revolucionario con la instalación de la Dictadura y posteriormente con los acuerdos superestructurales que mantuvieron y perfeccionaron  el  sistema de dominación (capitalista neoliberal y autoritario) que permanece hasta nuestros días, significó el fortalecimiento de la propuesta capitalista neoliberal”. 
[70] Cabe destacar, para los más legos, que el término “globalización” ni siquiera tiene significado concreto en nuestra lengua, puesto que es un anglicismo derivado del anglosajón globalization, y resulta que en castellano <global> no equivale a <mundial>, como sí ocurre en inglés.
[71] Ezequiel Vázquez G.: “El Orden Espontáneo de la Globalización; en revista digital La Escuela Austríaca en el Siglo XXI”. Junio de 2008. Nótese el origen idealista que le asigna este autor al término de marras.
[72] De acuerdo a un informe del Instituto Para los Estudios de Economía del Desarrollo de la Universidad de la ONU (UNU-WIDER), publicado el 2006, en el 2000 el 10% más rico de la población era propietaria del 85% de la riqueza del mundo. Dentro de lo cual, el 1% más rico posee el 40% del total. En contraste, la mitad mas pobre posee en conjunto solo un 1% de la riqueza del mundo. Interesantemente, aún cuando el informe confirma que la riqueza se concentra en los países desarrollados (que poseen colectivamente casi el 90% de esa riqueza), mucha de la población de esos países esta, teóricamente, en una situación peor que la de los habitantes de los países en desarrollo, en que los niveles de deuda que tienen, especialmente entre las clases medias, son tan altos que, económicamente hablando, su "riqueza" es negativa. Ver en página Web: update.unu.edu/archive/issue44_22.htm
[73]La OCDE es un foro único en el que los gobiernos de 30 democracias trabajan juntos para encauzar los retos económicos, sociales y ambientales de la globalización”, declara el bueno del Centro de Desarrollo de OCDE, en “Perspectivas Económicas de América Latina”, 2007.
[74] Arturo Damm: “El argumento moral a favor de la globalización”; FFN-AMEI. 2006. En www.la.fsnt.org 
[75] Diana Tussie: “Nuevo enfoque del multilateralismo en una economía globalizada”; Globalización y relaciones externas de América Latina y el Caribe, FLACSO; Edición Nº 53. Enero-Junio 1998.
[76] James Petras: ibídem.
[77] Oficialmente, el término aparece por vez primera en el artículo "Globalización de los mercados”, de Theodore Levitt, en la Harvard Business Review de julio de 1983. Levitt deseaba englobar en ese término las transformaciones que venía sufriendo la economía internacional desde mediados de la década de los 60. Aunque otros autores le atribuyen orígenes aún anteriores (al menos desde 1944), en todos los casos se demuestra que es un ‘mérito’ de los m-t la génesis de tal término.
[78] El inefable José Joaquín Brüner, dice al respecto: “Globalización y posmodernidad, aparecen en el escenario de esta nueva época como dos conceptos que intentan capturar su esencia”. “Globalización cultural y posmodernidad”. En Breviarios de FCE. 1999
[79] Si bien para AL, China (la 6ª economía mundial) puede parecer una ‘bendición comercial’, por ser salida para sus materias primas, también le ha significado la disminución de la inversión extranjera directa desde el centro del SCM (lo que acarrea cesantía en los latinoamericanos de desarrollo capitalista algo mayor). Además, representa una amenaza para su desarrollo a largo plazo, puesto que la fuerte dependencia de productos basados en recursos naturales no conduce al progreso tecnológico ni a la diversificación. Todo esto no lo afirmamos nosotros, si no que la OCDE, en “La mano visible de China en América Latina”, 2009.
[80] Instituto Para los Estudios de Economía del Desarrollo de la Universidad de la ONU; Op. Cit.
[81] Al respecto, el economista F. Clairmont señala en un artículo titulado “Las 200 empresas dueñas del mundo. Jugar con fuego”, aparecido en “Le Monde Diplomatique” (Edición Cono Sur, enero 2000): “Las concentraciones reconfiguraron el capital no sólo en Estados Unidos, sino en Francia, el Reino Unido, Alemania y Japón, los cinco países que dominaban la economía mundial a comienzos del siglo pasado y que albergan en la actualidad cerca de 90% de las sedes de las primeras empresas del planeta. Estas 200 megafirmas, (…) cubren el conjunto de la actividad humana: de la industria a la banca, del comercio mayorista al minorista”.
[82] Joao Machado, dirigente del PT-Brasil (Tendencia DS), llega a plantear, ibídem: “Los capitales se continúan paralizando mucho más en el plano nacional que en el internacional”.
[83] Juan Martínez Coll (2001): "Organismos Económicos Internacionales", en La Economía de Mercado, virtudes e inconvenientes. Eumed.net, edición del 11 de mayo de 2007
[84] En este punto discrepamos con J. Petras, ibídem, quien pretende que no tiene gran efecto la Revolución Tecnológica para el decurso de la fase de transición imperialista actual. De ser así, ¿cómo se explica el ascenso y caída de las Cías. Puntocom, y el origen de la ‘crisis asiática’ de 1997 (salida de grandes capitales súbitamente, vía informática), entre otras situaciones de años recientes?
[85] Acuerdos de fusión y adquisición en EEUU, por año y valor de la fusión: 1994, 340; 1995, 514; 1996, 650; 1997, 698. Fuente: Revista Fortune. Abril 1997. Unidad de medida: En miles de millones de dólares  corrientes  
[86] José Antonio Rocca: “Construir la integración latinoamericana”, en www.fundacionarismendi.org
[87] Por ejemplo, Ignacio Ramonet señala en su trabajo “Delicioso despotismo”, en “Le Monde Diplomatique” de  mayo del 2000, p. 40, que: “Estados Unidos puebla nuestros sueños con una legión de héroes mediáticos. Caballos de Troya del amo dentro de la intimidad de nuestros cerebros. Mientras sólo adquiere, por ejemplo, el 1% de películas en el extranjero, inunda el mundo con las producciones de Hollywood”.
[88] Francois Chesnais: "L’emergence d’un nouveau régime d’accumulation mondial à dominante financière", La Pensée; N° 309, 1997.
[89]  CCTT: “Hacia una Plataforma Por los Derechos Generales de los Trabajadores…”; julio 2001.
[90] Herbert Marcuse: “El hombre unidimensional”; Editorial Seix Barral, España, 1971; página 24.
[91] T. Negri y M. Hardt: Ibídem.
[92] Entendemos esta “multitud” como lo hacen Negri y Hardt.

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