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jueves, 4 de febrero de 2016

EL PERIODISTA PALESTINO MOHAMAD AL-QIQ SE ESTA MURIENDO

La esposa y un hijo de al-Qiq en una declaración del 31/01/16

[Se encuentra en las garras del estado sionista de Israel, encarcelado sin juicio ni cargos, realizando una huelga de hambre hace 72 días]

LA LÓGICA DE LOS PALESTINOS EN HUELGA DE HAMBRE
Cuando el Hambre es un Arma

Traducción de: “The Logic of Hunger Striking Palestinians
When Starvation Is a Weapon”

Por Ramzy Baroud, en Dissident Voice -3/2/16

Al viernes 29 de enero, el periodista palestino Mohamad al-Qiq cumplía 66 días en huelga de hambre en las cárceles israelíes. Justo antes de que cayera en su tercer estado de coma, un día antes, al-Qiq envió un mensaje público a través de sus abogados, la esencia del cual era: libertad o muerte.

Al-Qiq tiene 33 años de edad, está casado y es padre de dos hijos. Fotografías que circulan de él por la red y en las calles palestinas, muestran el rostro de un hombre apuesto con lentes. Sin embargo, la realidad es muy diferente. "Él está en una situación muy mala. Cayó en su tercer coma en los últimos días y su peso ha descendido a 30 kilogramos (66 libras)", dijo a Al Jazeera Ashraf Abu Sneina, uno de sus abogados. Al-Qiq fue detenido en virtud de la tristemente célebre ley israelí llamada de "detención administrativa".

Predicciones agoreras sobre la inminente muerte de al-Qiq han surgido durante días, sin avizorarse un final para su prolongado suplicio. Por desgracia, para un hombre que cree que la única herramienta de defensa y de protesta contra el apartheid de Israel es su cuerpo, la Cruz Roja y otros grupos internacionales tomaron demasiado tiempo para reconocer el caso de este periodista que se había negado a recibir alimentos y a tratarse médicamente desde el 24 de noviembre de 2015.

Al-Qiq trabaja para Almajd TV, una red televisiva de Arabia Saudita, y fue arrestado en su casa en Ramallah el 21 de noviembre. En su declaración, emitida más de 60 días después de haber entrado al-Qiq en huelga de hambre, el CICR describió la situación como ‘crítica’, afirmando categóricamente la realidad que la “vida al-Qiq se encuentra en riesgo." El 27 de enero, la Unión Europea también expresó su posición de estar "especialmente preocupada" por la deteriorada salud de al-Qiq.

En virtud de la ley de "detención administrativa", Israel efectivamente ha tomado prisioneros palestinos y árabes sin dar razones para su detención, prácticamente desde que dicho Estado fuera fundado, en 1948. De hecho, se argumenta que esta ley está principalmente fundada en la "evidencia secreta", la cual se remonta a la época de los Reglamentos de Emergencia del gobierno del Mandato Británico.

Después que en 1967 Israel ocupara la Franja Occidental, abarcando a Gaza y Jerusalén Oriental, ha hecho esfuerzos desesperados por encontrar cualquier justificación jurídica para la detención de prisioneros sin llevarlos a juicio. Dichos esfuerzos fueron finalmente articulados en la ley israelí sobre Autoridades en Estado de Emergencia, de 1979.

Esta ley fue una especie de compromiso entre la inteligencia interna (Shin Bet), el Estado y del sistema judicial, con el objetivo último de proporcionar la fachada y el aparente respaldo de una cobertura legal a lo que se considera ilegal en el derecho internacional y en la mayoría de las legislaciones de cualquier país. El Shin Bet fue, por lo tanto, autorizado a utilizar todo tipo de medidas coercitivas –incluyendo la tortura física y psicológica- a fin de obtener confesiones "forzosas" de los prisioneros palestinos en el transcurso de seis meses, renovables por orden de un tribunal, sin juicio ni cargos.

Khader Adnan, de 37 años, de la ciudad de Jenin, fue detenido en virtud de la ley de detención administrativa durante años. Los servicios de inteligencia israelíes no tenían pruebas para acusarlo de ningún cargo en particular, a pesar de las acusaciones de que era un miembro valioso de la organización Yihad Islámica. Fue puesto en libertad el 12 de julio de 2015. Esto ocurrió sólo después de que él también se sometiera a varias huelgas de hambre, y dos particularmente largas: una a comienzos de 2012, que duró 66 días, y otra en mayo de 2015, que abarcó 56 días.

En cada ocasión, Adnan llegó al punto donde la muerte, como es el caso de al-Qiq, también se convertía en una posibilidad real. Cuando le preguntamos qué le obligó a seguir ese camino peligroso dos veces, su respuesta fue inmediata: "detenciones repetidas, la barbarie de la forma en que fui arrestado, la brutalidad de los interrogatorios y finalmente la prolongada detención administrativa"- sin juicio.

Las detenciones administrativas son como agujeros negros legales. Ellas no ofrecen rutas de escape y no hay ningún derecho para el preso, pero los interrogadores ganan tiempo para romper el espíritu del prisionero, forzándole o forzándola para rendirse o incluso admitir, en primer lugar y bajo tortura, cosas que él o ella nunca cometieron. "Es nuestra última y única opción", dice Mohamad Allan, 33 años, de Nablus, quien efectuó una huelga de hambre durante un período tan prolongado que ello le provocó daños en el cerebro y casi le costó la vida.

"Cuando tú sientes que todas las puertas están selladas, y permaneces ahí humillado y solo, sabiendo de antemano que el sistema judicial es una farsa, a uno no le queda ninguna otra opción más que una huelga de hambre", dice.

"En primer lugar, expuse claramente mi intención de negarme a tres comidas en una fila, y lo envié en una nota escrita a través del Dover (hebraísmo para un preso que actúa como portavoz de una celda de la prisión)". Entonces, el castigo comienza. Es como una guerra psicológica entre las autoridades de la prisión, el Estado y los aparatos del sistema jurídico contra un solo individuo”, todo lo cual, según Allan, dura 50-60 días.

"Casi instantáneamente, un huelguista de hambre es arrojado a un confinamiento solitario, sin acceso a un colchón, una manta y a otras necesidades básicas. Sólo después de seis semanas, más o menos, las autoridades penitenciarias israelíes acceden a hablar a los abogados que representan a los huelguistas para debatir las distintas propuestas. Pero dentro de ese plazo, al preso se le deja totalmente desamparado, separado de los demás presos y sometido a una ininterrumpida campaña de intimidación y amenazas. La tortura mental es mucho peor que el hambre", dice Allan.

"Ya no puedes ni siquiera ir al baño; no te puedes sostener por tus propios medios; estás tan débil que incluso no puedes limpiar el vómito que involuntariamente brota de tu boca y cae en tu barba y pecho."

Allan casi murió en prisión, y a pesar de una orden judicial que permitía que las autoridades penitenciarias lo forzaran a alimentarse (una práctica vista internacionalmente como una forma de tortura), los médicos en el hospital Soroka se negaron a actuar según las instrucciones. A mediados de agosto de 2015, Allan fue conectado a soporte vital cuando perdió la conciencia. Su severa malnutrición le produjo daño cerebral.

Un tercer huelguista de hambre liberado, Ayman Sharawneh, originalmente de Dura, Hebrón, pero que había sido deportado a Gaza, describe las huelgas de hambre como "la última bala" en una lucha por la libertad que posiblemente podría terminar en la muerte. Sharawneh, como Adnan y otros con los que hablamos, se refirió con amargura sobre la falta de adecuado apoyo que recibió mientras estaba muriendo en la cárcel.

"Todas las organizaciones, sean palestinas o internacionales, normalmente se quedan cortos", señala. "Ellos entran en acción después de que el recluso ha pasado muchos días de tortura".

Él dice que 2 años y 8 meses después fue deportado a Gaza, y que está experimentando severos dolores en todo su cuerpo, especialmente en los riñones.

Mientras se sometía a la prolongada huelga de hambre, "Empecé a perder mi pelo, sufría constantes náuseas, un dolor agudo en mis entrañas, arrojaba un líquido amarillo, luego un líquido oscuro, entonces comencé a ver con dificultad. Tenía un insoportable dolor de cabeza, al tiempo que empezaba a sufrir fisuras en toda mi piel y cuerpo."

Sharawneh está de acuerdo con Adnan en que la ‘huelga de hambre individual’ no debe entenderse como un acto egoísta. "Mohammed al-Qiq no está protestando para sí mismo", dice Adnan. "Él está protestando en nombre de todos los presos políticos", cuyo número es estimado por el grupo Addameer –que resguarda los derechos de los prisioneros- en unos 7.000.

De acuerdo con Adnan, la cuestión de las huelgas de hambre no debe ser vista como una batalla dentro de las cárceles israelíes, sino como parte integrante de la lucha del pueblo palestino contra la ocupación militar.

Mientras los tres presos reafirmaron su solidaridad con al-Qiq, pidieron un mayor apoyo para el periodista huelguista de hambre y para miles como él, muchos de los cuales permanecen detenidos indefinidamente bajo la figura de las detenciones administrativas.

La lista de destacados palestinos huelguistas de hambre supera a al-Qiq, Adnan, Allan y Sharawneh e incluye muchos otros, sin olvidar a Samir Issawi, Hana Shalabi, Thaer Halahleh y Bilal Thiab. Pero lo que todos estos ex huelguistas de hambre parecen tener en común es su insistencia en que en sus batallas nunca estuvieron preocupados sólo por la libertad de unas cuantas personas, sino de todo un grupo de desesperados, de un pueblo oprimido y ultrajado.

• Con aportes de Yousef Aljamal


Equipo Internacional – CAD Chile
Febrero 4 de 2016

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