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lunes, 29 de junio de 2015

LOS DE ARRIBA Y EL PUEBLO, SU MORAL Y LA NUESTRA


“La burguesía, que sobrepasa en mucho al proletariado por lo acabado y lo intransigente de su conciencia de clase, tiene un interés vital en imponer su moral a las masas explotadas. Precisamente por eso las normas concretas del catecismo burgués se cubren con abstracciones morales que se colocan bajo la égida de la religión, de la filosofía o de esa cosa hibrida que se llama “sentido común”
León Trotsky

Los hechos de esta semana, del mes que se va y del semestre que concluye, nos demuestran palmariamente que se ha ido imponiendo una especie de empate político entre los pueblos y los trabajadores, de una parte, y el bloque político de Estado, de la otra. Empate en términos de las concretas y virtuales prácticas políticas de clase, pero no al nivel de la moral, los principios y la ética sustentados por ambos campos.

Antes de entrar en materia, aclaremos que la Nueva Mayoría (NM) y la derecha política, conjuntamente con el bloque en el poder, éste último expresión de las clases y fracciones de clase dominantes, constituyen lo que en las sociedades capitalistas, y por ende divididas en clases, se conoce como el bloque político de Estado (BPE).

LA COYUNTURA

Es más que evidente que hoy por hoy existen variados y extendidos sectores sociales activados y movilizados en pos de concretar sus postergadas demandas. Estos son los estudiantes, secundarios y universitarios; franjas radicalizadas de pobladores y deudores habitacionales; importantes segmentos de trabajadores, públicos y privados; y las comunidades Mapuche en resistencia, desde el Biobío hasta la región de Los Lagos. Y el hecho que digamos que existe por estos días un empate entre el BPE y el movimiento popular en su conjunto, no significa que éste último esté perdiendo, ni mucho menos. Al contrario, nos parece que los niveles de organización, coordinación y lucha entre los sectores y frentes sociales que llevan adelante una lucha rupturista y consecuente demuestran una mejora cuantitativa respecto de la situación existente un lustro atrás, y cualitativamente superior a la de hace una década.

Nos conmovió la extensa movilización nacional del jueves 25, llevada a cabo por más de 150 mil estudiantes, profesores y trabajadores[1], a la cual se sumaron diversas organizaciones sociales y políticas de izquierda, lo que vino a demostrar que el movimiento popular chileno continúa firme en la lucha.

A pesar del circo de la Copa América; de las amenazas de represión desenfrenada del gobierno, con empleo a discreción de la fuerza paramilitar policial, llámense Fuerzas Especiales –FFEE- o GOPE; de descuentos a los profesores y de cierre del semestre para los establecimientos públicos paralizados; de los esfuerzos de los partidos que fueran la izquierda tradicional –PC y PS- por desmotivar las luchas populares y hacer que acepten el yugo del pragmatismo y el entreguismo, los pueblos y los trabajadores no se dejan amedrentar y prosiguen su andar en éste nuevo ciclo de alza del movimiento popular.    

Ese jueves 25, al amanecer, irrumpieron las conocidas barricadas en calles céntricas de la capital: en Portugal con Diagonal Paraguay[2], a las afueras de las Facultades de Arquitectura y Economía de la U de Chile, y otras cerca de la tomada Casa Central de dicha universidad;  otras tantas piras se alzaron en la provincia de Concepción; El Instituto Nacional despertó por enésima vez tomado por la comunidad estudiantil (apoyado en un 70%) y el dirigente de su CCAA señaló, muy acertadamente: Le damos el apoyo a los profesores, queremos que sea retirada la carrera docente, no queremos rediseños, ni parches, queremos que sea construido entre todos los actores sociales.

También ese jueves, los trabajadores de Express, una empresa operadora del ineficiente Transantiago, llegaron a un buen acuerdo para deponer la huelga que valientemente desarrollaron por 16 días, en la que contaron con muestras de apoyo de una multitud de organizaciones sociales y políticas del campo popular. Y como no, si dicha inédita movilización desveló las pésimas condiciones laborales de los trabajadores del volante. 

Esa jornada de lucha popular cerró con su bus del Transantiago quemado por completo, en la comuna de Estación Central.

Al día siguiente, viernes 26, nos informamos que nuevamente[3]-[4] efectivos de las FFEE y del GOPE de los pacos atacan[5] la Comunidad Mapuche Rankilko Nag, en el Bajo Malleco, región de la Araucanía. No se quedaron cortos los paramilitarizados guardias del orden empresarial y trajeron tanquetas, helicópteros y una incontable columna de vehículos todo-terreno. Por cierto no exhibieron ningún documento judicial que justificase la brutal arremetida, donde se atacó por igual a ancianos, niños y mujeres Mapuche. Es decir, las Comunidades Mapuche que pretenden impetrar sus derechos no pueden esperar más que la violencia organizada y legalizada del Estado frente a sus demandas.

SU MORAL

Al inconsistente y marrullero Alejandro Navarro, senador del MAS pero amparado por el pacto Nueva Mayoría por Chile, quien quiso pasarse de transparente al entregar un listado con aportes reservados pagados por el empresariado pesquero y que afecta a tirios y troyanos, sus compadres de la Nueva Mayoría (NM) ya lo amenazaron[6] con que se debe retractar o de lo contrario le quitarán el piso (léase censurarlo) para que siga fungiendo de vicepresidente del senado (y de paso, asegurar su continuidad en las lides politiqueras). El chico Navarro, en un oportunista intento por aparecer diáfano (y lo catalogamos así pues nunca ha aclarado las fuentes de su financiamiento electoral y porque parecer inmaculado hoy vende), le está significando a un montón de poco transparentes socios de la NM quedar muy mal parados, por lo que se requiere amedrentarlo[7] para que pronto acate el dictado de que ‘aquí o todos somos cochinos o ninguno lo es’. Sobre estos tipos de empate, la derecha[8] no lo hace nada de mal.      

Parece que al BPE se le olvida que le son propias y sistemáticas las prácticas del cohecho, las coimas, el soborno, la corrupción, el enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias, el incumplimiento de deberes, la mentira, el lavado de activos, la instigación a las FFAA y de orden para que sin parar mientes cumplan su rol de fieles guardianes del orden de los ricos, etc. Pero su moral se mantiene incólume, según ellos, por cuanto los medios no importan si el fin, en este caso mantener la institucionalidad, logra salir indemne. Pero cada día va quedando más al descubierto que su maquiavélico proceder sólo oculta fines muy terrenales y muy contradictorios con el respeto de esa gran mayoría nacional que, supuestamente, coloca en manos del estrato político civil la soberanía y a la vez acepta los ingentes niveles de riqueza arrancados por la patronal.

Nuestros politicastros y nuestra burguesía se refocilan hoy en llamados para establecer ‘acuerdos’ que entierren sus negociados y prácticas inmorales, y mientras más amplios sean ellos, tanto mejor. Ya hemos dicho que tal política de pactos se asienta en una orientación política hacia la centro-derecha y, sin duda, busca sumar al conjunto de las clases dominantes para lograr cristalizar un gran acuerdo que asegure las bases del sistema de dominación, hoy puesto en cuestión.

En medio de su crisis moral y política, la NM y la derecha deben buscar salidas que les den alguna cobertura. Y he allí que el manido cuento de la delincuencia[9] les sirve de amparo. Y lo adecuado para ellos de esa veta, es que sirve hasta para acusar y reprimir a todos los que se atrevan a cuestionar el poder de los de arriba o simplemente exigir sus derechos.
   
El BPE, de más en más, al verse cuestionado por las grandes mayorías y minado por su corrupción indesmentible, tenderá a utilizar no digamos ya la descalificación, demonización[10] y criminalización[11]-[12] (en ese orden) de los movimientos sociales, sino que empleará la represión física lisa y llana. Será como en el modelo clásico[13]: “El ejercicio de la represión física está legitimado en adelante porque se presenta como correspondiente al interés general del pueblo-nación”. Ese bloque político se saca su careta democrática y reimpone, entonces, el concepto original del Estado de clase capitalista que señala que a partir de la luma, la patada, la tortura o el balín se forja el “Estado de derecho”.

Al final, ellos mismos han incumplido con el rol que se autoasignaron con el famoso ‘contrato social’, entre dominadores/dominados. Han quebrantado la fe pública y la confianza de los portadores de la etérea ‘voluntad general’.    

NUESTRA MORAL

Pero la más simple aunque comúnmente no muy evidente verdad es que el pueblo y los trabajadores no necesitamos de los empresarios y del estrato político civil; no tenemos la obligación moral de acatar ninguna de sus leyes, mandatos, reglamentos, edictos u ordenanzas. No debiésemos obedecer, acatar o aceptar ninguna disposición política y/o ideológica emanada de quienes han perdido toda calidad moral y ética para gobernar hasta en la democracia burguesa de la peor ralea.   

A los pueblos y los trabajadores de Chile, a los explotados y marginados, nos asiste todo el derecho de rebelarnos en contra de un sistema de dominación y explotación que se desarrolla y reproduce sobre una extrema desigualdad social y cuyos aprovechadores y sostenedores exhiben un 0 en honestidad e integridad.

En lo más actual, por supuesto que los condenados de estas tierras contamos con toda la moral y la razón para negarnos a aceptar las retorcidas reformas gubernamentales, hechas a espaldas de las grandes mayorías nacionales y que son la base de la labor de zapa con que la NM pretende ajustar aún más nuestra formación para los fines del gran capital, nacional y extranjero. Porque, ¿qué otra cosa persiguen las modificaciones en educación, tributación y relaciones laborales, sino privatizar y mercantilizar aún más a las personas y los recursos del país? Prometer que vamos a reducir la desigualdad sin alterar el modelo económico es una utopía aquí y en Marte, y si la NM nos quiere vender sus reformas sobre tal engaño, bueno, estamos obligados a desvelar sus intenciones últimas frente a toda la comunidad nacional.     

Si bien es cierto que en los tiempos corrientes no existe un monolítico y extendido movimiento popular chileno[14] (no siendo efectivo que el rasero para definir su existencia ‘pura’ y acabada sea sólo la presencia de una/s vanguardia/s), sus expresiones sectoriales mantienen un carácter rupturista en su relación con las fuerzas sostenedoras del sistema de dominación y son portadoras de un ethos con un gran potencial revolucionario. Trabajadores, estudiantes, pobladores y Mapuche avanzan hace rato en la construcción de una alternativa popular a la crisis de los de abajo, a través de varias iniciativas[15] que no son contradictorias entre sí y que en algún momento, dependiendo de la voluntad real unitaria tributada por los sujetos revolucionarios y del respeto por los proyectos que cada cual porte, decantará en el nodo político-social capaz de integrar, potenciar y dar continuidad a los esfuerzos de sus fuerzas conformantes.

Pero, también debemos ser claros. Aún nos resta mucho para superar una serie de debilidades y falencias al interior del movimiento popular. Nos falta politizar aún más las luchas, todas las luchas; darles mayor contenido y alcance, sumando en la acción a aquellos menos conscientes y organizados; el mismo tema de la profundización y extensión de la unidad, sin protagonismos estúpidos y dejando atrás los sectarismos; fortalecer la confianza y la seguridad en nosotros mismos y en nuestras fuerzas; en suma, hacernos pueblo, unidad y lucha.

¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!
¡SÓLO LA LUCHA Y LA UNIDAD NOS HARÁN LIBRES!

Colectivo Acción Directa – CHILE
Junio 28 de 2015




[13] Nikos Poulantzas, Poder Político y Clases Sociales en el Estado Capitalista. XXXa edición español. México: Editorial Siglo XXI, 2007.P. 293

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