43191D

viernes, 13 de febrero de 2015

FILTRACIONES SOBRE LAS TORTURAS DE LA CIA, UNA FORMA DE EXPONER LA VERDAD



Traducción de “Leaking Against the Impossible; John Kiriakou, Torture and Whistleblowing”, de Binoy Kampmark*, publicado en Dissident Voice[1], 11/02/15



FILTRAR LA VERDAD CONTRA LO IMPOSIBLE; JOHN KIRIAKOU, TORTURA Y DENUNCIA


“¿Qué hay de los funcionarios de la CIA que directamente ha violado la ley, que llevaron a cabo interrogatorios que resultaron en muertes? ¿Qué hay de los torturadores de Hassan Ghul?”
— John Kiriakou, Democracy Now!, 10 de febrero de 2014


Él fue el único agente de la Agencia Central de Inteligencia[2] que diera el pitazo, cuando otros vacilaron, acerca del infame programa de torturas de la administración Bush. Y por toda su buena acción, pagó con una pena de cárcel, por haber violado el pacto de los servicios de espionaje [estadounidenses]. En el año 2007, John Kiriakou públicamente confirmó y señaló el uso del ahogamiento por agua[3] por parte de los agentes en el tratamiento con sospechosos de terrorismo. Y ello difícilmente vivo con bombos y silbatos.

Sus credenciales como funcionario y analista de la CIA eran inmaculados -14 años en servicio, y nombrado jefe de la operación que llevó al hallazgo del miembro de al Qaeda Abu Zubaydah en 2002. Cabe destacar que Kiriakou no era un ángel que llegaba atrasado a una fiesta de la inocencia. Como agente, había estado al tanto de los ribetes más obscuros de la supuesta "guerra contra el terror".  Además, había defendido en algún momento el waterboarding como una práctica. En sus propias palabras a Scott Shane, de The New York Times, "creo que volver a conjeturar sobre las decisiones de 2002 es injusto."

En enero de 2013, fue condenado a dos años y medio, declarándosele culpable por confirmar la identidad de una agente encubierta a Shane. Material para una segunda historia también se proporcionó a otro periodista, en el cual también se revelaba el nombre de otro agente. Se produjo un acuerdo de confesión de culpabilidad, recortando una frase, pero afirmando su culpabilidad. Actualmente, se encuentra bajo arresto domiciliario por tres meses.

Este caso dejar ver, así como los casos de denuncia en general, que se presume como culpable al divulgador; el miembro de la tribu que va en contra de las creencias. El resultado de esa revelación, que exponía un programa ilegal, ejecutado por las personas que uno pensaría que serían objeto de enjuiciamiento, se evadió. Una retorcida lógica se puede deducir: los perpetradores del abuso se escapan de la exposición; y el que está realizando la exposición recibe la debida sanción. Las normas, no la substancia, importan.


Como Asistente del Director a cargo del caso, James W. McJunkin, explicó después de la apelación de Kiriakou[4], con una claridad casi vulgar, que, "revelar información confidencial, incluyendo los nombres de los agentes de la CIA, a individuos no autorizados es una clara violación de la ley." Kiriakou, se indicó, había accedido a firmar "acuerdos de confidencialidad y de no divulgación" para el efecto de que no se divulgara tal material a personas no autorizadas.

Algunos comentarios sobre Kiriakou han sido ambivalentes, haciendo sutiles diferencias sobre la naturaleza de las sensibles filtraciones, por un lado y su supuesta influencia, del otro. Existen filtraciones genéricas y entonces, sugiere Seth Mandel,[5] escribiendo en Commentary (7 de enero, 2013), hay aquellas fugas incorregibles, destructoras, que hunden al Estado. "En primer lugar, no todas las fugas son iguales: algunas son legales y otras rompen la ley federal. En segundo lugar, algunas filtraciones son claramente perjudiciales para la seguridad nacional y, en consecuencia, ponen a los estadounidenses en un peligro innecesario".

Mandel busca extraer un ejemplo desde la chistera de las filtraciones inadecuadas –la decisión del New York Times de publicar los detalles de un exitoso programa clandestino utilizado por el gobierno para la vigilancia y el seguimiento de las finanzas detrás de la actividad terrorista. "El programa fue legal y constitucional, pero el Times vio una oportunidad de dañar los esfuerzos de la administración del Presidente George W. Bush referidos a la seguridad nacional, y se lo quitaron -la seguridad de los norteamericanos estaba condenada."

Pero Mandel se pierde en un punto vital: que tales distinciones son hechas artificialmente cuando se trata de enjuiciar a los delatores, y a aquellos relacionados con el proceso. De ello se desprende, como regla general, que cualquier revelación rompe la ley, independientemente de la motivación del informante, o de la maldita calidad del material. La responsabilidad recae sobre el informante para negar o refutar su ilegalidad putativa, y para meterse de lleno en el cajón de la legalidad y encontrar defensas viables.

Entonces, vienen las más preocupantes apologías escritas por la Casa Blanca. El candidato a la presidencia Barack Obama puede haber expresado su preocupación sobre la tortura, pero el Presidente Obama llevaba un diferente y ajustado sombrero una vez en la oficina[6].

En 2009, dejó enfriar la cuestión de si se debía procesar a los funcionarios del gobierno que habían hecho posible el mencionado programa. En agosto de 2014, mostraría una considerable liberalidad[7] para el torturador cuya misión es la de defender a los Estados Unidos, a pesar de violar la ley de manera tan desdeñosamente sangrienta. "Entiendo por qué ha sucedido. Creo que es importante, cuando miramos hacia atrás, recordar cuan temerosas estuvieron las personas cuando las torres gemelas cayeron." El temor justifica las represalias brutales, alimentando la maquinaria de la venganza. Las probabilidades, en otras palabras, se prolongan para individuos como Kiriakou, quien terminó por revelar conductas abusivas que son vistas con buenos ojos por parte de unas autoridades permisivas.

Barack Obama va aún más allá, utilizando las defensas que fueron descartadas en juicios tales como los de Adolf Eichmann. “Es importante para nosotros no sentirnos demasiado mojigatos en retrospectiva acerca de la dura tarea que esas personas tenían.” El bruto patriótico del lápiz y la acción está bien y muy vivo, siempre que el trabajo sea duro.

Las evaluaciones hechas para determinar si una “filtración” es dañina son de mala calidad, en el mejor de los casos, y en gran parte ello se debe a que se basan en la tremenda hipotética que es la "seguridad nacional" - medidas de protección que buscan justificaciones en la más vaga, la más  nominal de las nociones. Justificar el encubrimiento de un programa de torturas puede ser defendible por alguna autoridad preocupada por conservar la ilusión de los derechos de triunfo[8] del mecanismo de seguridad del Estado, incluso si ese Estado es los Estados Unidos. Realmente somos unos buenos chicos, que tendemos a equivocarnos en el nombre de la bondad.

El proceso, en su forma acrítica e irreflexiva, es lo que realmente importa en el culto de la seguridad; la calidad del material clasificado -revelando, por ejemplo, un programa de abuso, es irrelevante para un establecimiento que simplemente asume que su propio status secreto está amenazado. Este defecto en denunciar los abusos en la gestión de los asuntos públicos, y en un sentido específico, en procesos de inteligencia, es una falla que ha sido tratada con relajo más que con desprecio. Los reformadores sobre esta materia, aún se mantienen a raya, puesto que los supuestos problemáticos siguen dominando.


*Binoy Kampmark obtuvo el grado de doctor en historia en el Colegio Selwyn, de Cambridge (R. U.). Posee, además, un master en historia y grados de honor en Artes y Leyes de la Universidad de Queensland. En la actualidad, se desempeña en la Universidad RMIT de Melbourne. En esta, posee el grado académico de Senior Lecturer, a cargo de docencia e investigación en las áreas de derecho e historia. Entre otros medios donde aporta con sus escritos, están: CounterPunch (EEUU; Scoop (Nueva Zelandia); Online Opinion y Eureka Street (Australia); Dissident Voice, etc.

Equipo Internacional –CAD CHILE

Febrero 13 de 2015



[2] CIA, en inglés –N del CAD.
[3] Se refiere en el original al tipo de tortura llamada en inglés ‘waterboarding’ –N del CAD. Ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Waterboarding
[6] Se refiere a la Oficina Oval, ubicada en la Casa Blanca y donde ‘trabaja’ el presidente de EEUU –N del CAD.
[8] Intercambio de cartas de diversa pinta en los juegos de bridge y de whist. El término da cuenta que la autoridad relativiza cualquier derecho en pos de la seguridad nacional  –N del CAD.

No hay comentarios :

Publicar un comentario