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lunes, 29 de diciembre de 2014

UN HOMENAJE A DOS AÑOS DE LA PARTIDA FISICA DEL AMIGO Y CAMARADA TOBÍAS VALENZUELA



 “Y vuelvo a caminar
y empiezo a recordar:
mi casa, mi padre y jesús,
y tengo que elegir,
ya es tiempo de partir
mi vida, mi amor y mi luz”
Sui Generis


Se cumplen hoy dos años desde que nos dejara nuestro amigo y camarada Tobías Mijaíl Valenzuela Aguayo.

Se nos ha hecho un largo trecho sin que nos acompañe éste flaco querido. La familia y sus amigos hemos vivido muchas situaciones, momentos, celebraciones, penas, etc., sin que Toby esté entre nosotros. Aunque, pensándolo bien, igual sigue aquí, mientras le conservemos en nuestra memoria. En realidad, la muerte definitiva nos llega cuando ya nadie se acuerda de ti.

Muchos compañeros rememoran al acelerado compañero que llegó, a fines de los “70s, a animar uno de los tantos 3os medios del histórico Liceo Enrique Molina de Concepción, proveniente de algún colegio caro donde no pudieron domesticarle. En el Enrique Molina, Toby se hizo amigo de Víctor, un compañero de curso con el que años después conformarían la banda de música anti-dictatorial Más De Peso, cuando ambos estudiaban en la Universidad de Concepción.

No sé por qué, pero el flaco entró en 1983 a Odontología en la U. de Conce. Imagínense, él, un compañero popular y de izquierda, en una facultad de reaccionarios y más encima, en una carrera hecha para diestros…, y el flaco era zurdo.

Nos conocimos por ahí por el foro de la U. de C., cuando, con otros compañeros y compañeras estudiantes, intentábamos cambiar la oscura situación de entonces. Integrábamos la aguerrida Unión Nacional de Estudiantes (UNED), de Concepción. Claro que en dicha organización, con el flaco, nos dedicábamos a contar chistes y a reírnos de casi todas las desgracias, lo que nos significaba la reprimenda de algunos compas muy serios ellos, que no lograban darle más juventud y fibra a una lucha que duraba ya mucho rato y que sabíamos tendría para otros años más. No entendían que, de no aportar una mayor alegría a la pelea, sólo nos seguiríamos llenando de aquellos aciagos signos de los tiempos, tiempos de muerte. Nos mataron a Patricio Sobarzo, a los compañeros caídos en las calles Fuenteovejuna y Janequeo, a los emboscados el 23-24 de agosto de 1984 en la operación “Alfa Carbón”, a Caupolicán Inostroza y toda una larga y luctuosa lista.

Toby no sólo peleaba en el ámbito estudiantil. Duplicaba sus esfuerzos y era capaz de luchar por allá por su población, cercana al Barrio Norte penquista, en tareas de la Resistencia antidictatorial. Además, en una actividad más prosaica, se daba tiempo para aporrear una batería, comprada en una tienda de trastos viejos de la calle Maipú. Con ella y con gran disposición y ánimo, pudo integrarse a la hoy mítica banda Más De Peso, cuyo nombre se correspondía con las iniciales de la organización unitaria de izquierda más avanzada de esos años, el MDP. Con aquel grupo musical, el flaco tocó en cuanto escenario popular se ofrecía: universidades, liceos, juntas de vecinos, parroquias, etc., tanto de Conce, como de otras ciudades del país. Recuerdo que los cabros del grupo practicaron y hasta grabaron un cassette (¿se acuerdan de esos elementos?) en el departamento de una estudiante de la U que hoy por hoy funge de ministra de deportes; toda una funcionaria del establishment que administra, muy orondo, el sistema que heredamos de la dictadura.

Mi compadre disfrutaba de la música. Era amante de Piazzola, de Zitarrosa, de la Mercedes Sosa, de Silvio, etc. Pero, al mismo tiempo, en otra contradicción espuria para una franja de serios compañeros, gozaba escuchando el programa radial La Linterna Roja, en que sonaban puros clásicos del rock progresivo.  

Toby era un grande e interesante conversador, de esos con los que puedes conversar por horas sin que decaiga en ningún momento la intensidad del intercambio. Gustaba de las palabras verbalizadas, don heredado de su locuaz padre, así como lo hacía de las palabras escritas. Era un gran lector, que podía leer sobre áreas tan diversas como ciencia, salud, historia, política, etc., y logró desarrollar una cierta veta como escritor, logrando vender un cuento de misterio juvenil a una pequeña editorial penquista e incluso sacar algunos ejemplares a la venta. Escribió, asimismo, poesía y participó en algunas revistas sobre la temática, de Conce, Santiago y Valdivia.         

El flaco no logró arribar mucho en la escuela de Odonto, tanto por sus vínculos con la izquierda revolucionaria, como por sus constantes discusiones con las vacas sagradas que eran los profesores de las diversas cátedras. Avanzó a duras penas hasta el 7° u 8° semestre, pero la cuerda se terminó de corta con una pelea de miedo que lo enfrentó con el vicedecano. Llegó mal a la casa y le dijo a sus padres que intentaría en otro lado. Así, los inicios de los “90s lo sorprenden en Odontología, pero en la U. de Valparaíso. Allí tendría similares dramas en su relación con los docentes, a la par que se le hacía difícil a su padre, un chofer de camión ya mayor, poder costear la mantención del hijo lejos de casa.

En 1995, sucede un hecho que afecta muchísimo a Toby: fallece su querida madre, producto de un aneurisma hemorrágico. Ella fue quien lo protegió de su deficiente salud durante la infancia y quien lo alentó a estudiar y salir adelante. Como hijo único, sus padres intentaban aportarle todo lo necesario para su desarrollo, cultivando al mismo tiempo la relación de amistad con otros muchachos, quizás para suplir de alguna forma la carencia de un hermano o hermana. El flaco fue, así, un gran amigo de sus amigos y tuvo muchos de ellos, los que podemos dar fe de su desinteresada amistad y su gran amor por la vida.    

Luego del golpe familiar mencionado, el flaco se va a probar suerte a Uruguay, donde muchos compatriotas lograban terminar carreras que aquí en Chile les era prohibido, tanto por su costo como por el clasista sistema de ingreso universitario; en la tierra de Artigas la educación es un derecho y es gratuita en todos sus niveles.     

En Uruguay, pudo estudiar y trabajar para costearse la estadía. Conoció a una linda muchacha, estudiante de Geología, también de la U. de la República. Con ella, tuvo un hijo, Ferrán, que cada día se parece más a su padre y que también se muestra como un gran músico, como ejecutante de guitarra eléctrica.

Se tuvo que venir de vuelta a Conce, debido a cierto cansancio y desilusión sobre su carrera, así como para acompañar a su viejo. Pero, paradojalmente, los términos de aquel cuidado tuvieron que intercambiarse. Un gran lunar en su brazo derecho, que hacía rato le daba problemas, lamentablemente demuestra su calidad cancerosa luego de algunos exámenes. Vino la conocida procesión al interior del servicio público de salud, a fin de lograr el tratamiento adecuado. Recién en el verano del 2010, logra ser intervenido en el Hospital Regional de Concepción. El compromiso era muy grande y si bien se realizaron los típicos y estandarizados tratamientos del caso, algo de la enfermedad había alcanzado otros órganos, subrepticiamente.

Nuestro querido amigo y camarada falleció el 28 de diciembre de 2012. Le acompañaban su padre y la compañera de sus últimos años, Nancy, quien abnegadamente le prodigaba los cuidados necesarios para un enfermo que se deterioraba rápidamente. A su sepelio, efectuado en el Cementerio General de Concepción, acudieron muchas decenas de compañeras y compañeras, de los “80s y de los nuevos tiempos; de su barrio, donde había seguido realizando un trabajo político humilde y basado en las necesidades que esta democracia no logra ni logrará resolver; de los que le conocieron en Uruguay; de la UNED y del CODEPU, etc.  

Hoy, a dos años de su partida física, no dejo de pensar que el Toby nos sigue haciendo mucha, mucha falta y que Concepción ya no es el mismo sin él.


SUReño

Diciembre 28 de 2014

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