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lunes, 4 de agosto de 2014

EL INTERNACIONALISMO, UN LEGADO DE MIGUEL (HOMENAJE A 40 AÑOS DE SU CAIDA EN COMBATE –VIII)



NUESTRA PRACTICA INTERNACIONALISTA, UN LEGADO DE MIGUEL (*)


Arturo Villavela Araujo (**)

Compañeros trabajadores:
Nos hemos reunido aquí para conmemorar la caída en combate de un dirigente revolucionario. De un hombre que con su ejemplo, con su muerte, pero sobre todo con su vida, ha legado a los revolucionarios, a la Resistencia Popular Chilena y a todas las fuerzas democráticas y antidictatoriales de nuestro país un programa de acción, un programa de combate contra la tiranía que desangra nuestra patria; un camino de sacrificio, pero un camino de victoria.

Se trata de uno de esos seres humanos que, como el Che, las balas del enemigo, la cárcel, la tortura o el crimen, no consiguen ultimar, pues su obra permanece.

Estamos aquí para hablar de la obra de Miguel; para conmemorar su muerte, pero para hablar de su vida, para hablar de la lucha que el pueblo en Chile desarrolla en contra del Régimen Dictatorial que le oprime.

En nuestro país, al igual que en casi todos los regímenes de nuestra América, la bandera de la lucha democrática es la bandera de la victoria. Bajo ella es posible unir y poner en movimiento a la inmensa mayoría de nuestros pueblos; es posible poner en campaña al ejército de los explotados, de los oprimidos, de las más amplias masas en la lucha por su liberación definitiva.

Pero sabemos que en nuestra época -y en nuestro país ha sido así prácticamente durante toda su historia como nación formalmente independiente-, el más consecuente luchador por la democracia es la clase obrera, son los trabajadores, es el movimiento obrero y popular.

Ello une de manera indisoluble, en nuestros países y en esta época, la lucha democrática con la lucha por el socialismo.

Esto sitúa a la clase obrera como centro y conductor de la lucha democrático y antidictatorial, como el único núcleo capaz de aglutinar y conducir a las masas populares en la lucha por el derrocamiento de la Dictadura en nuestro país.

Y esto, que fue un hito clavado en la conciencia y en el corazón de nuestra América por la Revolución Cubana hace ya 20 años, hito que hoy reafirma la lucha y la revolución victoriosa de los hijos de Sandino, es algo que el pueblo chileno conoce, pone en práctica efectivamente, día tras día, combate tras combate. La lucha independiente de la clase obrera aglutina y pone en acción a un amplio movimiento obrero y popular, que extiende sus enfrentamientos contra la tiranía, que radicaliza las luchas reivindicativas y democráticas de todo un pueblo puesto en pie y que comienza a caminar con paso firme en pos de la victoria.

En nuestro país, la burguesía, los patrones, los dueños del poder y la riqueza jugaron todas sus cartas a favor del golpe reaccionario que derrocó al gobierno popular de Salvador Allende, y que puso el poder en manos del capital monopólico, aliado y sirviente del imperialismo norteamericano.

Es verdad que la política económica dictada por esos intereses ha generado un aislamiento abismal de la tiranía.

Es cierto que, debido a ello, pero fundamentalmente en razón de la lucha que libran los obreros, los campesinos, los estudiantes; a partir de la fuerza que ya acumula el movimiento obrero y popular, muchos de ellos vuelven sobre sus pasos y hoy sectores importantes en la vida y en la sociedad chilena devienen en acerbos críticos de la Junta Militar.

Es cierto también que es posible y necesario recuperar, organizar y conducir a todas las fuerzas antidictatoriales y consecuentemente democráticas. Pero esto solo puede hacerse realmente en la perspectiva del derrocamiento armado de la dictadura y el establecimiento de un gobierno democrático, popular y revolucionario. No es posible hacerlo sino en la perspectiva de la lucha independiente de la clase obrera y el pueblo. No es posible conseguirlo sino a partir de una ofensiva obrera y popular, que cuestione no sólo la capacidad de la tiranía para imponer tal o cual medida en contra del pueblo, de una ofensiva que ponga en cuestión la estabilidad misma de la dictadura.

Hay un enorme potencial de fuerzas acumulado en la sociedad chilena. El temor producido por la política genocida de la Dictadura ha cedido paso a la indignación popular, al odio a los asesinos, a los torturados, a los hambreados del pueblo.

El descontento popular, el repudio y el odio a la tiranía se expresan en la lucha reivindicativa y en la lucha democrática: se canalizan a través del sindicato, en los centros de estudiantes, en las asociaciones de profesionales, en las agrupaciones de cesantes, de defensa de los derechos humanos, de familiares de presos políticos, desaparecidos o fusilados por la tiranía. Se manifiesta en la denuncia, en la protesta, en la manifestación y en la lucha callejera, en el periódico clandestino, en las huelgas de hambre, en el trabajo lento, en el sabotaje industrial, en la propaganda armada, en las operaciones de apertrechamiento de armas, alimentos o dinero, en el ajusticiamiento de torturadores. Se manifiesta en una línea militar de enfrentamiento progresivo contra las fuerzas represivas que incorpora crecimiento a la Resistencia y a las masas a la lucha armada por el derrocamiento de la Dictadura.

Las masas, las armas y la unidad.  Así, como lo dijera Fidel.

También en Chile como en Nicaragua y antes en Cuba, este es el camino de la victoria. Porque nuestros enemigos son los mismos, porque nuestros pueblos son capaces de realizar la gesta de su liberación con sus propias manos, aún a costa de los mayores sacrificios. Porque la energía y el valor de un pueblo no conoce límites. Porque nunca como ahora las condiciones internacionales y regionales han sido tan favorables a la lucha por la libertad, por la democracia y por el socialismo, es posible generar, a poco andar por este camino, una crisis orgánica del Régimen Dictatorial chileno.

La unidad, que es lo que más nos hace falta, va forjándose también en las entrañas del combate democrático y antidictatorial. La unidad en el seno de las masas supera ya largamente lo que las direcciones políticas de la izquierda y de los sectores consecuentemente democráticos hemos logrado en este terreno. El nuevo auge de la lucha democrática y revolucionaria que sacude todo el continente tiene su punto más alto de desarrollo en Centroamérica; en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Aquí está la clave del avance de la revolución a escala continental. Los significativos progresos alcanzados en estos países en la unidad del conjunto de los destacamentos obreros y populares señala como un hilo rojo el camino de la victoria.

Una práctica consecuente en la lucha democrática y antidictatorial y el compromiso internacionalista en torno a la lucha del pueblo nicaragüense sentaron las bases para este proceso de avance unitario en El Salvador y Guatemala, que saludamos como una contribución decisiva a las luchas obreras y populares y a los combates antiimperialistas en todo el continente.

Para el MIR, lo reiteramos, la unidad de la izquierda es una cuestión de principios y en pos de su consecución seguiremos desplegando todos los esfuerzos necesarios. El impulso de la lucha democrática y antidictatorial independiente de la oposición burguesa que desarrolla nuestro pueblo, es la base que hará posible la unidad de la izquierda y la extenderá a todos los sectores consecuentemente democráticos.

Es imprescindible fortalecer la alternativa de la izquierda frente a la dictadura y frente al régimen dictatorial. No hay otro medio, no existe otro camino. Esta es la única manera de fortalecer la unidad de la izquierda y llegar a conformar un amplio frente democrático y antidictatorial que derroque a la dictadura y establezca un gobierno democrático, popular y revolucionario.

Los intentos por desarrollar alianzas con sectores políticos y sociales comprometidos con la defensa del régimen dictatorial y la dominación imperialista no ha permitido sumar otras fuerzas a la lucha antidictatorial, y tampoco ha permitido desarrollar la fuerza propia del movimiento obrero y popular al nivel que hoy día es posible. Lejos de eso, las dificultades que hoy viven algunos importantes destacamentos de la izquierda es la consecuencia directa de una línea que subordina la acumulación de fuerzas propias a la búsqueda de una alianza inalcanzable con sectores reconocidamente pro-imperialistas y defensores de los intereses del capitalismo monopólico.

A este respecto, debemos hacer una precisión: hace pocos días, el Sr. Frei, líder de los sectores más reaccionarios de la Democracia Cristiana chilena ha hecho una propuesta que sólo ha ayudado a profundizar el desconcierto en ciertos sectores de la izquierda.

Para nuestro partido, los siete puntos de la propuesta de Frei no son democráticos porque no llaman a derrocar a la dictadura; no pueden ser realmente democráticos porque no plantean cambiar las bases económicas sobre las que se sustenta el actual régimen, ya que estas sirven a los intereses de los sectores monopólicos e imperialistas, cuyo respaldo el Sr. Frei pretende alcanzar.  No es democrático porque no contempla la existencia de una Asamblea Constituyente como fórmula que asegure la participación del pueblo en la generación del proyecto democrático. Las de Frei no son propuestas democráticas verdaderas, porque llaman a un ”consenso” del pueblo con todo el bloque en el poder, incluido el alto mando militar y el propio Pinochet, los que evidentemente no tienen ni pueden tener cabida en una formulación de democracia verdadera.

En nuestra opinión, la propuesta de Frei surge como eco del temor del Departamento de Estado norteamericano de que el ejemplo de la Revolución liberadora de Nicaragua potencie en Chile el proceso de desarrollo de la lucha popular y que ésta arrase no solo con Pinochet sino que con cualquier otra alternativa satisfactoria para el imperialismo norteamericano. Está claro para todo el mundo que al Sr. Frei, pese a lo que diga, no es el alto número en vidas humanas que costó el triunfo democrático nicaragüense lo que le preocupa, como lo demostró con su respaldo al golpe militar que derrocó al Presidente Allende y que ha costado la vida de decenas de miles de chilenos. Lo que al Sr. Frei le preocupa, tanto como al Departamento de Estado yanqui, es la posibilidad de tener que aceptar una salida democrática verdadera que tenga como conducción indiscutible a las fuerzas populares.

Lo que distingue a un “brillante analista en la lucha de clases” de un revolucionario, es la capacidad de este último para reconocer en cada situación concreta la clave que permite descifrar todo el problema, es la capacidad para descubrir todo el eslabón que hay que asir firmemente en las manos, pues tirando de él con todas las fuerzas es posible poner en movimiento toda la cadena.

En este arte, Miguel, pese a su juventud, era un consumado maestro.

A lo que más temen el imperialismo norteamericano, Frei y Pinochet es al desarrollo y fortalecimiento creciente de la alternativa democrática e independiente de la clase obrera y el pueblo. Aquí está la clave de la unidad.

En este sentido, nos parece importante destacar el pronunciamiento público de algunos partidos de la izquierda chilena respecto de la necesidad de impulsar con fuerza una alternativa de la izquierda frente a la dictadura. Nos parece un pronunciamiento importante por su naturaleza y además por el momento en que se lo ha formulado. No ignoramos que estos mismos partidos sustentan una línea de unidad con el conjunto de la Democracia Cristiana, pero vemos esa propuesta de fortalecimiento de la alternativa propia de la izquierda como un camino para el impulso y el desarrollo de los combates en contra de la dictadura, contra el régimen dictatorial y por lo tanto un camino para la unidad.

Sin embargo, es imprescindible llegar a asumir prácticamente que el derrocamiento de la dictadura sólo es concebible mediante alguna forma de enfrentamiento militar. Todo lo demás es secundario.

En las trincheras de Nicaragua los combatientes internacionalistas chilenos han aprendido la enorme capacidad unitaria, la sin igual potencialidad unitaria que contiene el combate contra el enemigo común.

Es por lo demás lo que en nuestro propio suelo comprobara hace pocos días nuestro Secretario General, Andrés Pascal Allende, y el grupo de combate "Manuel Rodríguez", en su enfrentamiento con las fuerzas represivas; cientos de manos se tendieron y decenas de puertas se abrieron para hacer posible el fracaso del intento de aniquilar a la dirección del MIR.  Hombres y mujeres de todos los partidos de la izquierda se unieron en lo que fue un nuevo combate contra la dictadura. La unidad se está construyendo allí donde se combate, allí donde se impulsa la lucha independiente de la clase obrera y el pueblo por el derrocamiento de la dictadura.

No podría, en ese sentido, mantenernos divididos la cuestión de la forma concreta a través de la cual ha de producirse el derrocamiento de la dictadura. Por el contrario, la práctica consecuente de cualquier línea de enfrentamiento armado contra el régimen militar debilitará al enemigo, fortalecerá a las fuerzas populares y generará mejores condiciones para la unidad y para la victoria.

En cuando a nosotros, siempre hemos tenido claro en el MIR que no será posible derrocar al régimen de la burguesía monopólica sin acumular, junto a la fuerza ideológica, social y política de la resistencia, una fuerza militar propia, capaz de enfrentar y destruir el pilar represivo en que se sustenta la dominación dictatorial. La lucha armada -nos lo demuestra la experiencia práctica- no es sólo una necesidad de hoy, como forma de abrir paso a la acumulación de fuerza social y política democrática y revolucionaria, sino que es indisoluble de cualquier estrategia realista de derrocamiento de la Dictadura. Esta no puede concebirse en nuestras condiciones sino a través del desarrollo de la Resistencia Popular, en la perspectiva de transformar la guerra genocida declarada a nuestro pueblo por el capital monopólico y el imperialismo, en una guerra proletaria y popular que derroque a la Dictadura y permita el establecimiento de un Gobierno Democrático, Popular y Revolucionario.

Esta estrategia supone el desarrollo de formas de enfrentamiento militar que, partiendo de la autodefensa y la propaganda armada, den lugar al desarrollo de formas irregulares de enfrentamiento con las fuerzas represivas en el campo y la ciudad, al impulso de las insurrecciones populares parciales y, a los enfrentamientos regulares y a la insurrección general.

Todo esto define un proceso de construcción de las fuerzas armadas de la Resistencia que integra las milicias populares, las unidades guerrilleras permanentes y no permanentes y el Ejército Popular.

Lo importante de establecer en este momento, es que para nosotros, la concepción político-militar de la resistencia popular levantada por el MIR desde los inicios de este período, dejó de ser una cuestión teórica, una perspectiva lejana, para pasar a ser una realidad concreta, una línea que ya hemos comenzado a implementar prácticamente con el inicio de la propaganda armada, con el refuerzo de reorganización partidaria, con el impulso de la Resistencia Popular en los frentes de masas estratégicos; todo lo cual tiene el claro y firme propósito de crear las condiciones para pasar a una fase superior de resistencia popular, que en lo militar implica el desarrollo del accionar guerrillero urbano y rural. Nuestro accionar de hoy es el primer paso, -modesto e inicial- de la lucha militar irregular de la resistencia.

Desarrollamos nuestra lucha en un período de avance de la revolución mundial y de retroceso de las fuerzas burguesas e imperialistas. El momento más negro de la contrarrevolución en el continente ha cedido el paso a la alborada de la revolución nicaragüense. Un nuevo amanecer se anuncia ya en otros países de la región centroamericana.

Pero el imperialismo norteamericano, cabeza afiebrada de la reacción internacional no ha dejado de representar un serio peligro para la paz mundial. Propicia una aventura, una nueva agresión de la dirección china al glorioso pueblo vietnamita, vanguardia de la revolución en el sudeste asiático, y amenaza directamente a Cuba revolucionaria, desplegando sus fuerzas militares en el Caribe y en toda el área.

Nos hemos formado, nos hemos construido como partido en las concepciones y en la práctica internacionalista. Hemos forjado nuestra joven organización al calor de la solidaridad combatiente con las revoluciones cubana y vietnamita. Y valoramos esto como uno de los legados más preciado que nos dejara Miguel.

Tenemos la más plena confianza en que contra Cuba y Vietnam se estrellarán una y mil veces las maniobras o las agresiones del imperialismo. Confiamos en la sabiduría, el arrojo y la decisión revolucionaria de sus pueblos.

De Cuba y Vietnam hemos recibido cosas que jamás podremos retribuir suficientemente. De Cuba, su ejemplo y la solidaridad y el internacionalismo militante. De Vietnam, la lección dada a todo el mundo de que la victoria es posible, aun cuando se tenga que enfrentar a la nación imperialista más poderosa y cruel de toda la historia de la humanidad. Nada, ninguna consideración de ningún tipo nos hará renunciar a las enseñanzas más importantes que recibiéramos de Miguel Enríquez y de Ernesto Guevara;  nuestras modestas fuerzas están incondicionalmente puestas al servicio de la defensa de las conquistas revolucionarias de Cuba, de Vietnam y Nicaragua.

Camaradas:

Hace cinco años la noticia de la muerte de Miguel salió con la rapidez del rayo de una casa del barrio de San Miguel, cruzó toda la ciudad y todas las ciudades de la patria, y como el frío viento del Sur llegó a todos los refugios, casas de seguridad, cárceles y centros de tortura donde el partido organizaba la resistencia, curaba sus desgarraduras y se preparaba para continuar el combate.

Había muerto el Jefe de la Resistencia Popular a la dictadura.  El Partido había sufrido una pérdida irreparable; había muerto aquel que creó y educó al partido en el odio irreconciliable al enemigo de clase.

Sin embargo, la muerte del Jefe del MIR y de la Resistencia Popular se convirtió en un llamado a los mejores hijos del proletariado a las filas de la Resistencia y del Partido.

Hoy, el Partido y la Resistencia cumplen seis años de accionar ininterrumpido en contra de la dictadura, que le han enraizado sólidamente en el seno de la clase obrera y el movimiento popular.

El Partido ha logrado salir del repliegue, retomar la iniciativa táctica, iniciar su reorganización nacional, fortalecer su ligazón orgánica y política con el movimiento de masas, dar impulso al desarrollo de la resistencia armada.

La simpatía y el apoyo popular ganados por el MIR y la Resistencia Popular son en verdad muy grandes, pues las masas valoran justamente nuestra consecuencia y combatividad antidictatorial, se identifican con nuestro mensaje unitario y reconocen la lealtad de clase, el sacrificio y el heroísmo de nuestros combatientes.

A cinco años de la caída en combate de Miguel, el MIR tiene ya una experiencia en la lucha política y militar contra la dictadura. El desarrollo de la Resistencia y el crecimiento del Partido muestran un camino correcto de acumulación de fuerza y constitución de Poder Popular.

Aún queda mucho por recorrer y uno de los objetivos que debemos alcanzar es la unidad de la izquierda, para que se levante con más fuerza la alternativa independiente de la clase obrera y el pueblo. Los pasos dados en la unidad por la base confirman que esta unidad es posible.

La lucha armada iniciada con la autodefensa y la propaganda armada abrió el camino de la acumulación de fuerza militar a la cual se han incorporado sectores importantes del movimiento de masas, haciendo suya estas formas de lucha, y creando la conciencia en el conjunto del pueblo que la lucha reivindicativa y democrática requiere la utilización de la violencia armada para poder romper el cerco represivo de la dictadura y derrocarla.
 
...... (***)
 
(*) Discurso pronunciado por Arturo Villavela Araujo, en el acto del V aniversario de la muerte de Miguel Enríquez, secretario del MIR chileno, realizado el 5 de octubre de 1979, en San José de Las Lajas, Provincia de La Habana, Cuba. 
(**) Arturo Villavela era miembro del CC y de la CP del MIR, desde 1972 hasta el 7 de septiembre de 1983, fecha ésta en que muere asesinado por fuerzas represivas coordinadas por la CNI, en calle Fuenteovejuna de Las Condes. Ese mismo día, caerían otros cuatro combatientes miristas,
tanto en ese lugar como en calle Janequeo de Quinta Normal.
(***) Faltan en el original los llamados y consignas del final del discurso.

Reproducido en el libro: “Miguel Enríquez, Páginas de Historia y Lucha”. CEME, octubre 1999.

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