43191D

lunes, 12 de mayo de 2014

CLASE MEDIA CHILENA, EL MITO QUE NOS INFUNDIÓ EL BLOQUE EN EL PODER (Parte II)




UN 84% DE LOS CHILENOS SE CREE DE CLASE MEDIA, PERO…


¤ Lo que nos relata el artículo “Clase media alta chilena será la mayor de Latinoamérica”,[1] es más fantástico que los anteriores, por cuanto se asegura en él que la CM alcanzaría al 60% de la población. Aunque se basan igualmente en datos de la encuesta Casen de la U de Chile anterior, señalan que para ser de “clase media” cada persona debe tener un ingreso de $250.000. En realidad, quieren decir que son grupos familiares con un ingreso superior a ese, puesto que si fuera $250 mil por cada uno, ese grupo familiar (con 4 integrantes promedio) tendría un ingreso de $1 millón, lo que no corresponde al 60% de la población, sino sólo sobre el percentil 90 (el 10% más rico de la población; o sea, sólo 1.700.000 personas).[2] 

¤ En un sitio especializado en las desigualdades en Chile,[3] con datos de 2008, se aclara que para ser considerado de CM tiene que ver con ingresos y patrimonio, pero que igualmente implica un determinado nivel educacional, resultando así que “la clase media en Chile es minúscula. Según la Encuesta CASEN 2006, el 20% de los jefes de hogar tiene estudios superiores (completos e incompletos)”.  
 
¤ En la crónica de El Mercurio, referida al comienzo y en varios artículos de los posteriores, se hace referencia a un trabajo de octubre de 2008, “¿De qué hablamos cuando decimos ‘clase media’? – Perspectivas sobre el caso chileno”.[4] En este escrito (cosa que ni menciona El Mercurio), sus autores reconocen que Chile tiene una de las desigualdades más altas del mundo, pero, paradójicamente, agregan que entre el 60 y 80% de la población se considera de CM (basado en otro estudio, ya antiguo, de 2004). Anotan sus autores, correctamente, que “ésta combinación de alta desigualdad junto a una masiva auto-identificación con la clase media sea uno de los hechos más interesantes respecto de la sociedad chilena actual”.
A continuación, describen la diferente visión que se tenía de la CM durante el siglo pasado. Después, aportan definiciones y conceptos para el correcto abordaje de la problemática. Recuerdan que no es fácil clasificar las clases sociales. Hablan sobre sus cambios y aportes a través de nuestra historia.
Algo central, son sus aportes para desmentir la existencia de una supuesta CM, recalcando que cuando se habla de ingresos (y por ende, de capacidad de consumo) no se define un grupo, sino que una categoría de hogares o personas con ingresos similares. Muestran la dificultad en determinar dónde está el centro de los ingresos del país, y en este punto nos dicen que: “El bajo peso de la clase media en Chile es el reflejo de una distribución altamente desigual del ingreso”.
Desde el marketing, señalan que se podría definir la CM según la capacidad de consumo. Pero, a continuación, agregan que el uso de ese parámetro obliga a establecer cortes rígidos e iguales para varios países. De allí provienen las famosas categorías de ABC1, C2, C3, D y E.
Recuerdan que también se ha utilizado la variable ocupacional para definir las clases y, dentro de ellas, a la CM. Sin embargo, aquí los autores obvian la precarización y la pauperización operadas sobre las condiciones laborales en Chile en las últimas décadas, estableciendo una separación no muy clara entre trabajadores ‘pobres’ y de ’clase media’ sólo por su tipo de contrato.
Apelan igualmente al nivel educacional para definir a las CM, en relación a ingreso per cápita. Claro que recuerdan que en Chile existe una discusión sobre el efecto real de la educación sobre el estatus ocupacional. Constatan que existe aquí una clara segmentación del “mercado” educacional, pero que igual se puede decir que el nivel de estudios viene relacionado con el estrato social alcanzado por los sujetos de estudio.    

¤ Finalmente, metodologías para estratificar los ingresos basados en enfoques absolutos, de montos de ingresos rígidos, no son adecuadas para señalar ninguna estratificación de clases. Antes bien, para definir estratos con características socio-económicas similares (que no Clases Sociales en el sentido clásico) se deben agregar indicadores que recojan la calidad de vida en las diversas dimensiones que conforman la vida social de los ciudadanos (educación, salud, diversión, empleo y seguridad social, etc.). Una metodología multidimensional, aunque muy acotada, era la que había propuesto la Comisión para la Medición de la Pobreza del gobierno pasado,[5] la cual, aplicada a los datos de la Encuesta Casen 2011, arrojaba que más del 20% de los hogares chilenos tienen un 35% de carencias en salud, educación, empleo y vivienda. Por si fuera poco, sólo considerando la aplicación de la incompleta metodología propuesta, la línea de pobreza en Chile debiera ser de $392.104, con lo que más de la mitad de los hogares del área metropolitana debieran ser considerados como pobres, y luego agregan que presentan vulnerabilidad aquellas que se sitúen por debajo de los $588.156; es decir, serían vulnerables más del 60% de los hogares de la región más habitada de Chile.[6] Con todo lo anterior, es fácil desmentir el absurdo 84% tantas veces mentado acá.


CONCLUSIONES:
1: Lo de fondo en nuestra formación económico social, es una aguda y creciente desigualdad en la distribución del ingreso, expresión dialéctica de la sobreexplotación a la que se ven sometidos los trabajadores y la inmensa mayoría de la población, donde los que ganan más lo hacen varias veces por sobre los que ganan menos y, como lo aseguran estudios serios, los primeros lo hacen a expensas de los segundos.[7] Con ello, creemos, se reduce a cenizas la existencia de una quimérica “Clase Media”; 
2: La “Clase Media” en Chile sólo existe en términos de cifras brutas, teóricas, desarraigadas de la realidad social y económica. Su carácter de entelequia disociada de la realidad, permite explicar la existencia de una amplia variedad de parámetros, cifras, criterios y puntos de corte que sólo buscan infundir vida a la criatura, pero en una operación meramente matemática y abstracta;
3: La fábula de esa supuesta CM, en un ascendente crecimiento, sirve muy bien a los intereses de la mínima porción de dueños del país, que con ello crean una especie de colchón entre ellos y la gran mayoría empobrecida, aspirando así a dar cierta estabilidad a nuestra crecientemente inequitativa formación, a la vez que a infundir en el grueso de la población la idea de que es posible “emprender y salir adelante”;
4: No son lo mismo agrupaciones poblacionales segmentadas según rangos arbitrarios de ingresos, que más bien sirven para alentar el consumismo y el arribismo, que clases sociales; 
5: De manera muy preocupante, alrededor del 80% de la población SE CREE de CM. Sin embargo, sólo considerando a Santiago, el 60% de los trabajadores y sus grupos familiares se encuentran viviendo con un dinero que es apenas mayor al de la línea de la pobreza. Ello es tanto más agudo en las demás regiones del país;
6: Si no existiese la actual apropiación, extrema, por parte de unos pocos de la mayor parte del ingreso nacional; es decir, si fuéramos un país más democrático en lo económico, el mejor parámetro para evaluar la existencia de una distribución equitativa de la riqueza sería lo que sucede respecto del PIB per cápita. En tal caso, resulta que éste alcanza los $789.375[8] mensuales y si, por ejemplo, hablamos de un grupo familiar de cuatro personas, debería recibir un ingreso mensual algo por encima y algo por debajo de los $3.157.500. Sin embargo, con ese monto la Casen lo ubicaría en el último y plenamente millonario decil, considerado el de mayores ingresos de la población, lo que obviamente no ocurre y lo que hace decir a los estudiosos del capitalismo que ello sería “una enorme distorsión con la realidad”. Claro, aquella que los dueños del país nos han impuesto.     
7: Si hasta el fundador de América Solidaria y que no podemos identificar como de izquierda, Benito Baranda, dijo que: "esas personas [los de la supuesta clase media] son de clase baja, ascendente, pero son de clase baja".[9]
8: Si fuese menester categorizar grupos poblacionales, sería mejor hacerlo en torno a un conjunto de variables que reflejen un cierto estándar de vida comparable con formaciones desarrolladas. Lo que se hace en la actualidad, de medición de ingresos calculados en forma absoluta, de montos de ingreso rígidos o conforme al costo de una canasta siempre reducida de bienes esenciales, sólo sirve a los intereses de los dueños del país y para introducir la ideología de los de arriba en el seno del pueblo.

En pocas palabras: en Chile existe hoy una inmensa mayoría de asalariados con sueldos cada vez más mezquinos y una ínfima minoría que acumula, en brazos del modelo económico-social que nos fuera impuesto hace 4 décadas, crecientes y exuberantes ganancias. Tal situación no puede continuar, debemos doblegar los esfuerzos por vencer a la tiranía del gran capital monopólico-financiero y por construir una sociedad mejor.


¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!


COLECTIVO ACCIÓN DIRECTA-CHILE
Mayo 12 de 2014


[1]Clase media alta chilena será la mayor de Latinoamérica”, 07/03/13; en: http://noticias.universia.cl/en-portada/noticia/2013/03/07/1009408/clase-media-alta-chilena-sera-latinoamerica.html
[5]Carencias y vulnerabilidad: las otras formas de medir la pobreza en Chile”, Negocios, 16/02/14; en: http://www.latercera.com/noticia/negocios/2014/02/655-565602-9-carencias-y-vulnerabilidad-las-otras-formas-de-medir-la-pobreza-en-chile.shtml
[6] Ídem.
[7] El 1% más rico se lleva el 31,1% del ingreso. En Suecia, por ejemplo, el 1% más rico se lleva sólo el 9%. Confrontar en: http://www.biobiochile.cl/2014/01/02/economista-fundacion-sol-los-niveles-de-desigualdad-en-chile-sobrepasan-toda-metrica.shtml 

No hay comentarios :

Publicar un comentario