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martes, 16 de octubre de 2012

Hace 25 años, un tal Sankara…


Este 15 de octubre se cumplen 25 años del asesinato de Thomas Sankara, conocido como el Che Guevara africano. En 1983 y con sólo 33 años, este joven capitán de ejército se convirtió en presidente de Alto Volta, que pasó a denominarse Burkina Faso o “País de los Hombres Íntegros”. Si bien llegó al poder mediante un golpe de Estado, puso en marcha una auténtica revolución en su país: nacionalizó las tierras y las entregó a los campesinos; estatizó las riquezas minerales; emprendió campañas de alfabetización y vacunación; se enfrentó a los organismos financieros internacionales, promoviendo que no se pagara la deuda externa; promovió la autosuficiencia del país para evitar vivir de la ayuda exterior y estimuló, como nadie ha hecho nunca en África, los derechos de la mujer.  
La realidad de su nación le convirtió en un revolucionario marxista y en un teórico panafricanista, mientras que la dependencia y precaria situación colonial de su patria lo catapultó a ser un antiimperialista. Sabiéndose sólo un militar, quiso rodearse de la gente más preparada para sacar a Burkina Faso de la miseria y en ese afán contacto con líderes democráticos de varios países del continente. Pensaba que las mujeres podían realmente ayudarle en la transformación de Burkina Faso. Si no hay igualdad no podemos lograrlo, decía siempre. Si nombraba a un ministro hombre, ponía a una mujer como alto cargo y viceversa. Él promovió la paridad y eso que estaban en los años ochenta.
Thomas Sankara, nacido en 1949, comenzó la carrera militar muy joven, con solo 19 años. Desde muy temprano conoció las obras de Marx y Lenin y se sintió próximo a las visiones de la izquierda. Sin embargo, en los años setenta era más conocido en la capital burkinesa por su buen hacer tocando la guitarra con el grupo Tout-à-Coup Jazz que por sus ideas políticas. En la Agrupación de Oficiales Comunistas, allá por el año 1976, comenzó a coincidir con otro militar llamado Blaise Compaoré, con quien compartía las mismas inquietudes. Siempre usaba uniforme y una boina roja, un poco al estilo del Che, a quien Sankara admiraba sin tapujos. También miraba a Mao Tse Tung, a Amílcar Cabral, a Kwame Nkrumah, a Patrice Lumumba.
El senegalés Mamadou Diouf, organizador del Foro Social Mundial de Dakar 2011, cuenta una anécdota de Sankara: “Fue durante una reunión de la Organización para la Unidad Africana en Addis Abeba. En el receso para comer, Thomas llegó a la mesa que estaba preparada y vio allí toda aquella comida que rebosaba por fuera de las bandejas, apetitosa y humeante, las copas de cristal, el agua embotellada que costaba un dineral. Entonces se dirigió a uno de sus asistentes y le dijo que pidiera al servicio una bacinilla, que la llenara de agua del grifo y la trajera a la mesa. Luego dio dinero a otro miembro de la delegación de Burkina y le encargó que fuera a la calle y a la primera mujer que vendiera comida en la calle le comprara unos muslos de pollo y un poco de arroz. Ningún burkinés probó nada de lo que había en la mesa aquel día. Sankara acababa de dar un discurso diciendo a los líderes del continente que la única manera de salir del subdesarrollo era consumir africano y era de los que pensaba que había que empezar por uno mismo. Le ofendía el derroche”.
El 15 de octubre de 1987, cinco años después de su llegada al poder, fue asesinado por sus propios compañeros de revolución. Se fueron acrecentando los antagonismos en el seno del Ejército y aunque él sabía que se estaba preparando algo, estaba decidido a llegar hasta el final. El crimen, en el que también murieron otras doce personas, fue orquestado por el propio Blaise Compaoré, desde entonces y hasta ahora presidente de Burkina Faso, quien rápidamente revocó muchas de las decisiones adoptadas por Sankara e hizo lo posible por borrar su memoria. De hecho, su cuerpo fue desmembrado y enterrado en una tumba anónima. “
En julio de 1987, durante una reunión de la OUA en Addis Abeba, dio un recordado discurso ante los líderes africanos en el que reclamó la unidad de todas las naciones del continente para oponerse a pagar la deuda externa que ahogaba y mantenía en la pobreza y la dependencia a los ciudadanos.
“Si Burkina Faso es el único país que rechaza pagar la deuda, yo no estaré en la próxima conferencia”, dijo. Tres meses después dejó para la historia su famosa frase, “aunque los revolucionarios, como los individuos, puedan ser asesinados, nunca se podrán matar sus ideas”. Una semana más tarde ya estaba muerto. Hoy, 25 años después, son legión los africanos que no le han olvidado. 

Sobre el trabajo de José Naranjo, en Blog África no es un país

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